Es comprensible que algunas declaraciones del capitán Edman Lara hayan generado polémica y hasta cierto temor en algunos sectores. “Yo iba a votar por el Rodri, pero después de escuchar a Lara, ya no sé”, se lee en algún post de las redes. Otros dicen que el candidato a vicepresidente de la D.C. es el “nuevo Evo” y que “debería haber voto cruzado, oye”.
El caso es que el capitán ha estado en boca de todos. Hace poco nadie lo conocía, ni había escuchado hablar de él y ahora de los cuatro candidatos es el más famoso solo por haber acusado a Tuto Quiroga de estar, cobardemente – utilizó otra palabra -, detrás de la “guerra sucia” y haber dicho que meterá preso a Rodrigo si se va por el mal camino.
Lara, obviamente, no es lo que algunos esperan después de 20 años de haber escuchado a los del MAS, pero con seguridad es lo que muchos quieren porque les habla fuerte y de frente sobre todos los temas, en especial el de la corrupción.
El capitán es una especie de “justiciero” que viene a vengar a los más pobres de los abusos de los poderosos, incluidos, claro, a los que todavía gobiernan hasta el próximo 8 de noviembre, cuando deberá asumir el presidente elegido en la segunda vuelta.
Posiblemente, eso no se ve con la suficiente claridad, Lara es el único de los opositores que hizo olvidar al MAS y a Evo Morales. Tal vez no cambió los estilos, pero sí los contenidos.
El problema es que no se mide con la misma vara al que ofrece construir bulevares para los estudiantes que al que promete crear 700 mil empleos en unos cuantos años, aunque ambas propuestas sean demagógicas y fantasiosas, y estén concebidas únicamente para transmitir algo de esperanza a un país que la perdió hace tiempo.
Las campañas de antes y las de hoy, casi siempre, se basan en ofertas de todos los colores y sabores, unas con más sazón que otras, algunas más serias y sustentadas, otras más ligeras, pero que apuestan por la efectividad y el voto antes que por ganar puntos entre los conocedores.
Lara llegó al éxito político, al respaldo popular, gracias a los errores del MAS, cosa que durante muchos años no pudieron aprovechar otros políticos de mayor trayectoria, porque no eran, por decirlo de alguna manera, cuñas del mismo palo.
El capitán es un “atrevido”, como dicen algunos que parecen sorprendidos, pese a que no hay político que no se deslice peligrosamente por el atrevimiento para hacerse notar y, por lo que se puede comprobar en el voto, parecería que la mayoría de los bolivianos se inclinan más por ese perfil.
Que a Lara lo respalden los mismos sectores que respaldaron al Movimiento al Socialismo, incluso sabiendo que está a favor del libre mercado y el desarrollo del sector privado, no debería generar miedo, sino algo diferente: la sensación de que, por fin después de dos décadas, de la mano de un capitán todavía eufórico, haya aparecido el antídoto contra Evo Morales.
Se equivocan quienes creen que el movimiento indígena y popular desaparecerá como por arte de magia “si gana la derecha”. Esos sectores siguen ahí, a la espera de un nuevo liderazgo.
No en vano se dice que muchos de los “tiros” de la guerra sucia vienen desde el masismo y, en menor medida, del frente encabezado por Quiroga. Lo curioso es que el MAS aproveche los miedos históricos de las clases medias y medias altas, para frenar el crecimiento de quien podría ser el que escriba el epitafio: aquí yacen Evo y el masismo”.
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