Rumbo al 17 de agosto de 2025, Bolivia se prepara para una de las elecciones más cruciales de su historia reciente. En este contexto, el Tribunal Supremo Electoral (TSE) dio un paso significativo al publicar en su sitio web, el 25 de mayo, los programas de gobierno propuestos por los candidatos para las presidenciales. Así, se busca proporcionar a la ciudadanía las herramientas necesarias para tomar decisiones fundamentadas en las urnas. En tiempos en que la polarización política, la desinformación en redes y el desencanto ciudadano son monedita corriente, ejercer el derecho al voto se vuelve más relevante que nunca.
Pero no se trata solo de votar por cumplir. Hoy, más que nunca, es vital que ese voto sea informado, reflexionado y consciente. Porque votar sin ser responsable, sin conocer, sin entender, sin pensar, es también una forma de renunciar al poder que tenemos como ciudadanía y convertirnos en cómplices de las malas autoridades.
El voto no es un simple trámite del cual se puede sacar una foto para el Instagram bien sexy, tampoco es una obligación vacía: es una herramienta poderosa para transformar realidades, expresar valores y construir el país que queremos. Cada elección, cada boleta, cada decisión en las urnas tiene un impacto directo en nuestras vidas, desde quién administra nuestros recursos públicos hasta por qué estamos hoy en crisis económica, pasando por la educación, la salud, la seguridad, los derechos sociales.
Elegir sin informarse puede llevar a que personas incompetentes, corruptas o autoritarias accedan al poder. Puede significar el respaldo a políticas que no nos representan, que dañan a los sectores más vulnerables o que ponen en riesgo nuestras libertades. El voto desinformado no solo perjudica al individuo que lo emite, sino que puede afectar profundamente a toda la sociedad.
Además, en contextos de crisis o incertidumbre, muchas veces se recurre al “voto castigo”, al “voto hígado” o al “voto emocional” y el “voto consigna”, que no siempre van de la mano con propuestas reales, tangibles o viables. Por eso es necesario detenerse para investigar, comparar y decidir con consciencia. Porque la democracia se debilita cuando votamos a ciegas.Votar de forma informada significa conocer quiénes son los candidatos, cuál es su trayectoria, qué proponen y, sobre todo, cómo piensan llevar a cabo esas propuestas. Implica analizar los programas de gobierno, verificar si las promesas son realizables, y preguntarse si esos proyectos reflejan nuestros anhelos de solución a la crisis económica, política y social que vive el país.
También implica comprender el contexto actual: cuáles son los desafíos que enfrenta el país, qué modelos de desarrollo están en juego, qué derechos pueden estar en riesgo o cuáles pueden ampliarse. Ser un votante informado es, en esencia, ejercer un rol activo y crítico dentro de la sociedad.
Fomentar el voto consciente no es únicamente una tarea individual. También es una responsabilidad colectiva que involucra a las escuelas, a los medios de comunicación, a las organizaciones sociales y, por supuesto, al propio Estado. La educación democrática debe ocupar un lugar central desde las etapas tempranas, para que las futuras generaciones entiendan desde jóvenes que la democracia no se sostiene sola.
Los medios, por su parte, tienen la misión ética de informar con veracidad, chequear datos, brindar espacio a múltiples voces y promover el debate público sano. Frente al bombardeo de noticias falsas o discursos de odio en redes sociales, la ciudadanía necesita herramientas para filtrar la información y construir su propia opinión.
Ser parte de una democracia no se limita a votar cada cierto tiempo. Ser ciudadano implica involucrarse, informarse, participar del debate público y exigir la rendición de cuentas a quienes gobiernan. Y todo eso empieza con un voto informado. Porque un pueblo que vota a consciencia no solo elige a sus representantes, también marca el rumbo de su historia.
En definitiva, el voto es nuestra voz. Y esa voz tiene valor cuando se usa con responsabilidad, con memoria y con mirada crítica. Si queremos una democracia más sólida, más justa y más participativa, debemos empezar por ser ciudadanos más conscientes. Votar con información es el primer paso para cambiar lo que no funciona, defender lo que sí y construir lo que todavía falta.
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