Agosto 01, 2025 -HC-

El Tigre, entre la pasión y el colapso


Jueves 31 de Julio de 2025, 1:00pm




The Strongest, insignia centenaria del fútbol boliviano, no solo representa una historia de hazañas deportivas, sino también un símbolo de identidad para miles de aficionados. Hoy, sin embargo, lo que se vive en el club no es una pasión en disputa, sino una lucha por la supervivencia institucional y moral.

La destitución del presidente Daniel Terrazas por decisión del propio Comité Ejecutivo es más que una pugna interna: es el diagnóstico de una gestión enferma, corroída por el abandono administrativo y la ruptura de los estatutos. Su alejamiento, tras apenas dos meses en el cargo, revela una fractura en el liderazgo incapaz de sostener el peso de una institución histórica. El colapso no es solo de nombres, sino de valores. La crisis ya no se la disimula,

Mientras en los despachos se dirime el poder, el personal del club clama por lo esencial: respeto, salario y transparencia. Tres meses sin recibir pago han generado protestas legítimas de funcionarios, técnicos y trabajadores de Achumani.

“Queremos comer”, gritan con dolor quienes hacen que el club funcione día a día. Esta frase, tan cruda como cierta, encierra una realidad que expone el fracaso ético de los dirigentes. Lo alarmante es que los reclamos vienen de quienes sostienen al club.

Terrazas fue acusado de ausencias injustificadas, de aprobar contratos sin el aval estatutario del Secretario Ejecutivo y de ignorar completamente la estructura de mando. Su salida, junto con la del presidente del comité de fútbol Adrián Monje, no cierra el capítulo, sino que abre una etapa de revisión urgente. El Tribunal de Honor deberá recuperar la brújula legal que ha sido abandonada, los estatutos violados y la confianza rota.

La institución no puede permitirse otra gestión improvisada. El futuro exige una reconfiguración total del modelo de gobernanza, la implementación de auditorías independientes y una redefinición del liderazgo. Más allá de los nombres, The Strongest necesita volver a sus principios fundacionales: compromiso con su hinchada, respeto a sus trabajadores y transparencia institucional. Hay urgencia de reconstruir desde lo profundo.

Lo que ocurra en The Strongest marcará precedente en el fútbol boliviano. Si esta crisis se enfrenta con madurez, podría iniciar una nueva era en la que las instituciones deportivas se reconcilien con su rol social; pero, si se deja a la deriva, el club podría perder más que partidos: podría perder “su alma”. Se necesita una eficaz influencia de ejemplo.

En medio del caos institucional, lo urgente no admite demora: conseguir el dinero para pagar a los trabajadores que hoy enfrentan una situación crítica. El club adeuda más de 400 mil bolivianos mensuales en salarios, y mientras se dirimen responsabilidades en los escritorios, hay familias que no pueden esperar. ¿Quién pone esa plata? Esa es la pregunta que define el carácter de la dirigencia.

El Comité Ejecutivo, ahora a cargo de la transición, debe activar mecanismos inmediatos: gestionar créditos, convocar a socios benefactores, buscar apoyo empresarial o incluso abrir campañas de emergencia. Porque antes de pensar en fichajes o torneos, hay que honrar a quienes hacen posible que el club exista cada día. Hoy la prioridad ineludible debe ser, pagar a los empleados.

Según los datos del estadígrafo Ramiro Pérez, The Strongest, solo por sus participaciones en Copa Libertadores ha recibido desde 2016, 23 millones, novecientos cuarenta mil dólares americanos ($US.23.940.000.-), hoy se debate en una crisis preocupante.

Resulta difícil de comprender —y aún más de justificar— que The Strongest haya acumulado más de 6.2 millones de dólares en ingresos por su participación en la Copa Libertadores 2024 y, sin embargo, hoy se encuentre sumido en una crisis institucional que impide el pago de sueldos básicos a sus trabajadores. Las cifras mencionadas parecen exageradas, ya que los reportes oficiales y periodísticos coinciden en que el monto real ronda los 6.24 millones de dólares, producto de premios por clasificación, victorias y méritos deportivos. Realmente una paradoja que indigna: millones en ingresos, cero en salarios,

Este contraste entre la bonanza financiera y el abandono laboral desnuda una gestión opaca y negligente. ¿Dónde está ese dinero? ¿Por qué no se ha priorizado el pago a quienes sostienen el club desde abajo? La dirigencia debe rendir cuentas, no solo ante el Tribunal de Honor, sino ante la hinchada y la sociedad. Porque no hay gloria deportiva que justifique la indiferencia ante el hambre de los trabajadores.

Mientras la historia del Tigre está escrita con letras de oro en el fútbol boliviano, su presente se tiñe de incertidumbre, desconfianza y abandono. La crisis institucional ha llegado a tal punto que la barra brava, “Gloriosa Ultra Sur”, ha asumido un rol deliberante en la toma de decisiones, presionando por la renuncia del presidente y participando activamente en la reconfiguración del poder interno. Esto no es una muestra de fortaleza democrática, sino el síntoma de un vacío dirigencial que ha dejado a la pasión como único sostén.

Para los aficionados, este momento debe ser más que una decepción: debe ser una llamada de atención. El club no puede seguir dependiendo del fervor popular para corregir los errores de quienes deberían liderar con responsabilidad. La hinchada puede alentar, exigir y proteger, pero no debería tener que gobernar. Cuando el grito de la tribuna reemplaza la voz de la dirigencia, es porque el modelo institucional ha colapsado.

Hoy más que nunca, The Strongest necesita que sus seguidores no solo sientan, sino que piensen. Que exijan transparencia, que vigilen la gestión, que defiendan a los trabajadores. Porque el amor por el club no se mide solo en cánticos, sino en el compromiso de construir una institución digna, sólida y justa.

De momento, la crisis ha tocado a los trabajadores del Club. Ojalá esto no llegue a mayores y afecte luego al trabajo y producción del primer plantel, actualmente uno de los líderes del torneo de la División Profesional en Bolivia.}

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