Se observa en algunos sectores del nuevo gobierno de volver en el tiempo anterior al 2006. La transmisión de mando dio varias luces de este hecho, como el de quitar la Wiphala de los actos protocolares o el símbolo del patujú; símbolos andino-amazónico. Aunque algunos dicen que la wiphala está mejor fuera que se hace más peligroso que adentro del Estado. En este punto es bueno recordar que si tal cosa ocurre (el volver antes de 2006) la historia que ha corrido en Bolivia nos muestra que hay cosas socialmente irreversibles. Esta irreversibilidad, por supuesto, no es automática ni teleológica. Es un cambio de sentido del mundo social para no volver al pasado inmediato que en nuestro caso está cargado del pasado colonial y del racismo. Si bien parece que el tiempo de la izquierda indigenista (diferente al indianismo y el katarismo) termina al que algunos llaman el final del ciclo de lo nacional popular, en el sustrato de la sociedad rural y urbana de sectores llamados populares, se vive otro sentido del tiempo y de la historia. En otros términos, el tiempo se movió radicalmente y el espacio social se hizo denso y rebelde con otro tono y tamaño.
Desde el poder y las elites la ley puede ser “reformada” con una lógica de vuelta al pasado, pero en lo social tendría tales hechos graves consecuencias. La historia nos dice que la “Ley” puede ser retrograda como fue la lucha de la Sociedad Rural Boliviana (SRB) de los años 1939 y 1952. Una poderosa sociedad rural de los terratenientes había hecho que se defienda la explotación del indio o campesino en las haciendas con abuso, explotación, violencia y asesinatos. Ese hecho estaba apoyado por gobiernos conservadores que en el fondo era defender una sociedad de los terratenientes.
En aquel tiempo, pues, como dice la historiada Carmen Soliz, ni Enrique Hertzog ni Mamerto Urriolagoitia se habían atrevido abolir los Decretos de Gualberto Villarroel sobre derechos indígenas campesinos. Aunque en esos decretos no estaba en agenda, la reforma agraria o la expropiación de tierras de los hacendados en el mundo de los Andes. Solo estaba el pago de salarios a los trabajadores de las haciendas. Es decir, una reforma laboral y no la tenencia de la tierra o Reforma agraria. En ese periodo los gobiernos conservadores solo hicieron un gran esfuerzo para contener la revolución que se producía a nivel subterráneo que finalmente se produjo en 1952. Ahí el detalle de la historia del poder porque luego se vino abajo y junto con ello la destrucción de la sociedad rural terrateniente.
Hoy hay cosas parecidas, aunque en un contexto inminentemente democrático, pero esas voces hablan de un período histórico casi imposible, lo cual a algunos analistas lo hace decir que Bolivia es del tiempo de ciclos pendulares entre el estatismo y el mercado. O entre el proteccionismo y el librecambismo. Claro, esta pendularidad del tiempo en nuestra historia es un fenómeno excluyente de uno de los polos. Ayer y todas estas semanas se ha vuelto a vivir esa sociedad excluyente, pese a palabras del nuevo Presidente de decir que vivimos tiempos de unidad. En las ciencias sociales sabemos que no hay un corte de tiempo o espacio definido o dado por un lugar. Sino que el tiempo-espacio se contraponen o se entrecruzan para oscurecer una parte o esclarecen la otra parte. Y el fenómeno boliviano tiene ese acento junto con la historia del poder de los Estados llamados latinoamericanos. Las elites “blancas” en ese escenario hablan de modernidad, del liberalismo, de sociedad cultas, de libertad, pero en los hechos casi nunca han dejado de ser antiliberales, antimodernos y contra el tipo ideal de sociedad culta. Tal hecho viene desde la historia de las haciendas, de la iglesia católica, de ciudades separadas entre aquellos deseados e indeseados. En otras palabras: ciudades divididas entre dos mundos.
Por esto desde nuestra mirada el tiempo-espacio vivido en los últimos 30 años en Bolivia es algo que no tiene punto de retorno a un pasado que además es oscuro o viejo reconociendo que no hay un determinismo como tal, pero sí que la sociedad se construye y construye condiciones diferentes a un periodo anterior y la proyección de lo posible que es su devenir. El presente tiempo es un tiempo con todas sus contradicciones y abusos de pequeños dictadores, pero dentro de esa realidad, hay otra que se yergue como el otro momento de la historia. Y la gente sabe que eso es así; solo los políticos y los poderosos parecen no entender porque quieren restaurar lo viejo como si fuera algo nuevo. Es la vieja argucia de la viveza criolla boliviana que casi siempre se han vestido de bello y nuevo, cuando su tiempo casi se acabó o se va acabar. Ahí es que se observa con claridad las viejas subjetividades de las elites y sus portavoces con ganas de venganza y de reconstruir al Otro fuera de sus espacios sociales o económicos del poder o del Estado. Algo ya imposible.
Por lo que el nuevo gobierno o esas voces tendrán la gran labor de leer la nueva realidad o las nuevas subjetividades sociales. Lo contrario es estar ciegos ante ese nuevo devenir o su nueva realidad. El racismo, la discriminación, el monopolio de mejores tierras en Santa Cruz o el Estado plurinacional, los derechos políticos conquistados, no son para viejos debates. Las cosas no en vano han ocurrido. Lo ocurrido ya es un hecho que ha creado sentidos, proyecciones, miras y la forma de entender la historia y la política. Y el espacio social también es otro con diferentes niveles y escenarios. Así de serio es el asunto.
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