En enero de este año publiqué en Urgente.bo el artículo de opinión “El ciclo ha terminado, bienvenido el ciclo” en el que intento interpretar la intemperante oposición al gobierno de Luis Arce como manifestación de la incertidumbre sobre si Arce es el epílogo de un introito que no acaba de terminar... o el inicio de un nuevo ciclo que no termina de comenzar. En el presente artículo explicito la teoría de ciclos en Bolivia para, a partir de ello, aventurar la caracterización de un inevitable nuevo ciclo político en Bolivia.
Nuestra historia parece demostrar la existencia de ciclos políticos y de periodos de transición relacionados con la economía y las relaciones interétnicas. Hace años Guido Céspedes Argandoña, profesor de Desarrollo Económico de la Universidad Mayor de San Simón, realizó un interesante trabajo al respecto, que tomamos como armazón especulativo de este artículo.
Para ese profesor los ciclos políticos en Bolivia generalmente terminan sin haber logrado sus objetivos. El Ciclo de Acumulación Colonial iniciado alrededor de 1535 declina hasta llegar al 6 de agosto de 1825, cuando se produce su ruptura estructural. El punto máximo de ese ciclo, alrededor de los años de 1770, parece tener correlato con la Revolución industrial europea.
La ruptura del ciclo colonial el 6 de agosto de 1825, da lugar a un periodo de transición signado por la adopción de preceptos doctrinales europeos sin que la Audiencia de Charcas hubiese participado activamente de la nueva sociedad industrial que se construía en Inglaterra y Europa. Para Céspedes Argandoña, ese lamentable rezago nunca pudo ser recuperado constituyéndose en la razón fundamental del estancamiento secular que aqueja a Bolivia.
Después de un periodo de transición, el Ciclo Liberal (1880-1952) será el primero de la era republicana. Su trayectoria ascendente dura hasta los años 1930, y el 9 de abril de 1952 señala su ruptura estructural. Su punto máximo coincide con la Gran Depresión. En ese periodo se introducen las nuevas corrientes internacionales de pensamiento político que generarán los modernos partidos políticos en Bolivia, del nacionalismo al socialismo. Después de su apogeo el ciclo liberal inicia su descenso que llega a ser irreversible alrededor de 1946.
El MNR cataliza la ruptura de ese ciclo y origina el segundo periodo de transición, el del Nacionalismo (1952 a 1958.) El partido en funciones de gobierno no cumple sus promesas y sumerge el país en una profunda crisis. A partir de 1958 se inicia un nuevo ciclo de acumulación, fruto de la estabilidad del gobierno del Presidente Siles en 1956 mediante los Decretos Supremos 4539, 4540 y 4541. Se dan las condiciones para un nuevo ciclo de acumulación, vigente hasta 1982. El punto máximo de ese ciclo (1970) coincide con la crisis energética mundial, el cambio de la matriz energética, la nueva división internacional del trabajo y el advenimiento de la época post-industrial. En este ciclo el partido gobernante aplica defectuosa e incompletamente las propuestas programáticas concebidas por el PIR.
Esa deficiencia del MNR explicaría los acontecimientos de 1964, las dictaduras y el permanente conflicto socio-político, agravado a partir de la década de 1970, el crecimiento del minifundio en los terrenos dotados durante la reforma agraria, el sector informal de la economía y el advenimiento del sector delincuencial vinculado con el narcotráfico. En general, el ciclo del Nacionalismo “configuró un país de pobres, dependiente y atrasado; dependiente de la cooperación internacional y de las donaciones del exterior”.
A partir de 1977 el ocaso de ese ciclo es inevitable. “Un nuevo instrumento político, la UDP, se entronca paulatinamente con el nuevo bloque social contestario contrahegemónico, y juntos en octubre de 1982 provocan la ruptura estructural del Ciclo del Nacionalismo”.
Se origina así al tercer periodo de transición (1982-1989) en el que la UDP tampoco puede cumplir sus promesas, sumergiendo al país en otra grave crisis nacional. El panorama político en el primer tramo de este período es complejo. La UDP se fragmenta impulsando al MIR como nuevo Partido Histórico. La alianza entre la UDP y el bloque social se mantiene solo unos cuantos años, de 1982 hasta 1985. El punto de inflexión de ese periodo es la implementación del Decreto Supremo 21060 por parte del MNR, victorioso en las últimas elecciones.
El Decreto Supremo 21060 sienta las bases de un nuevo ciclo, que durará de 1989 al 2003. Su apogeo será en 1999. A partir de entonces declina y en octubre de 2003 se produce su ruptura estructural. Esa cima coincide con la crisis financiera en varias partes del mundo. Igual que en anteriores ciclos, hay un punto a partir del cual su ruptura es irreversible: en este caso alrededor del 2001. Dos años después se produce la ruptura estructural del Ciclo Neoliberal.
En octubre de 2003 Bolivia ingresa al cuarto período de transición en medio de una profunda crisis nacional, recién estabilizada a fines del año 2005 cuando el MAS gana en las elecciones del 18 de diciembre de 2005.
El MAS se instala como cuarto Partido Histórico (los anteriores: el Partido Liberal, el MNR y el MIR), responsable de diseñar y construir el próximo ciclo de acumulación. El autor coloca al MAS como partido protagonista de un nuevo periodo de transición, aun cuando no asegura que lo sea también de un nuevo ciclo de acumulación. Precisa, sin embargo, que este nuevo ciclo de acumulación “estaría signado por ser uno de Matriz Indígena y de ruptura total con lo acontecido entre 1825 y 2005…”
Para Céspedes Argandoña, “esta ruptura fue posible por el entronque entre el instrumento político (MAS) con el bloque social contestatario contra-hegemónico”, gestando desde los años de 1999. Es importante señalar que el estudio que nos sirve de referencia fue publicado el año 2011, no toma en cuenta, por tanto, los acontecimientos de esa fecha a nuestros días.
El autor observa que cada vez “los ciclos son menos altos, cada vez duran menos y cada vez la caída de un ciclo se produce más rápidamente”. Esta observación podría inclinar a suponer que este último periodo de transición pudo haber durado desde el 2005 hasta el 2009, cuando se aplicó la nueva Constitución Política de Bolivia, iniciándose a partir de entonces un nuevo ciclo de acumulación. De ser así, es complicado insertar en un esquema cíclico los acontecimientos del 2019. Es más plausible, en cambio, interpretar el periodo de 2005 hasta 2019 como uno de transición a un nuevo ciclo.
Céspedes Argandoña hace notar que la “incapacidad de los grupos y partidos dominantes en cada ciclo les hace pagar el precio de su derrota y desaparición: los chapetones (1825), los oligarcas (1952) y los dictadores (1982)”. Ello es perfectamente aplicable al MAS, en su momento de decadencia previo a los acontecimientos de noviembre 2019. También remarca que una causa de la derrota de los partidos históricos es la de haber roto su alianza con el bloque social. El autor señala que “el MAS –por lo menos hasta la fecha- ha mantenido vigente su alianza con el bloque social, al cual le está siendo funcional…” Sin embargo -volvemos a remarcar- ese texto fue escrito el 2011 y de entonces al 2019 fue más evidente la ruptura del MAS con el bloque indígena, su emblema e insignia.
Teóricamente, el 2019 pudo principiar un nuevo ciclo, siendo lo iniciado el 2005 su periodo de transición. Tarea imposible por la incapacidad del “gobierno transitorio” de Jeanine Añez, su venalidad e improvisación y sobre todo porque era más una reacción a las propuestas del MAS que la superación de las mismas, en sentido de un nuevo ofrecimiento vinculada a los intereses de los sectores sociales y al cada vez más importante valor histórico indígena.
Así como el 2019 fue la reacción de un sentimiento señorial contra el populismo del MAS, las elecciones del 2020 y la victoria del MAS en ellas fueron una reacción popular a esas pretensiones de casta: ambas respuestas emotivas sin diseño ni contenido programático.
Queda dilucidar si el actual gobierno de Luis Arce es el epilogo del periodo o el inicio del ciclo. La actual contradicción al interior del MAS posiciona actores y roles: Evo Morales y los dinosaurios del MAS perfectamente encajan en los personajes caducos de un ciclo que termina. ¿Serán por ello los “renovadores” del MAS los iniciadores de un nuevo ciclo de acumulación? Para asumir ese rol no basta ocupar un lugar en la pugna por el liderazgo en el partido que finiquita (las contradicciones al interior del MNR, otro partido histórico, eran igual de intensas antes de su final cíclico), sino que es necesario romper paradigmas y enhebrarse ideas y propuestas nuevas, lo que todavía no se constata en las filas del oficialismo masista.
¿Cuál el partido histórico si no lo es el sector renovador del MAS el partido histórico? Es interesante notar que cuando perece un partido protagonista, también muere su antagonista: Colgado Villarroel, adiós PURS. Fuera del gobierno el MNR del 52, afuera de la cancha FSB… Cuando el MAS fenezca, también serán las obsequias de CC, UN y CREEMOS.
Céspedes Argandoña señala elementos característicos de las tendencias que dirigen cada ciclo: Ubicación en el contexto internacional, que es desastrosa si solo es de moda ideológica. Relación estrecha con los movimientos sociales. Imbricación con el movimiento indígena. Un partido que quiera ser histórico es infausto si solo adapta posiciones ideológicas mundiales por moda o imposición. Lo que sucede actualmente respecto a posicionamientos ambientalistas, animalistas y libertarios en economía. Otro puede ser el cariz si se inserta en corrientes igual de moda, pero con sustento en las expectativas públicas, como el populismo, sea de derecha o de izquierda. El autor señala, además, la importancia de lo que según el deberá marcar ese nuevo ciclo: “el suave e imperceptible nacimiento de la sociedad del conocimiento”.
Esto último nos lleva a caracterizar otro tipo de posicionamiento. El autor señala que todo ciclo tuvo que tomar en cuenta la matriz indígena. Ello, oscilando entre la política de asimilación y la de balcanización formal o informal. Céspedes Argandoña señala que una característica del nuevo ciclo seria la “post nación” proyectada “en la universalidad mediada por una reforma cultural e intelectual mestiza”. Ello encajaría en la característica mayor de ese ciclo: la culminación del “suave e imperceptible nacimiento de la sociedad del conocimiento”. El protagonismo indígena es ese nuevo ciclo excluye, pues, la plurinacionalidad y el culturalismo pachamámico, característicos del MAS y de la oposición. Es pues posible –y deseable- la emergencia de nuevas organizaciones políticas y de inéditos líderes sociales.
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