El Índice Latinoamericano de Inteligencia Artificial (ILIA) 2025, presentado por la CEPAL y el CENIA de Chile, sitúa a Bolivia entre los países “exploradores” en el desarrollo de la inteligencia artificial (IA). Con un puntaje cercano a los 27 puntos, el país se ubica en la parte baja del ranking regional, muy por debajo de líderes como Chile, Brasil y Uruguay, que superan los 60 puntos.
Este rezago refleja las llamadas “trampas del desarrollo” que aquejan a América Latina: baja capacidad de crecimiento, alta desigualdad social y débiles instituciones. En el caso boliviano, estas limitaciones se manifiestan en tres frentes: infraestructura digital deficiente, mínima formación de talento especializado y ausencia de una estrategia nacional de IA con presupuesto y mecanismos de implementación.
Paradójicamente, mientras el ecosistema institucional avanza lentamente, la ciudadanía boliviana muestra un interés creciente. El ILIA señala que Bolivia alcanza 67,7 puntos en adopción de IA generativa, por encima del promedio regional. Herramientas como ChatGPT, Gemini, Luzia o Copilot ya son utilizadas por estudiantes para redactar ensayos, por docentes en la preparación de clases y por emprendedores para automatizar la atención al cliente. Esta rápida adopción contrasta con la falta de políticas públicas que permitan canalizar ese entusiasmo hacia un desarrollo estructural.
La comparación con países de tamaño similar es clara: Costa Rica y República Dominicana, hoy en la categoría de “adoptantes”, han incorporado contenidos de IA en sus currículos escolares, ofrecen posgrados especializados y han mejorado su infraestructura de conectividad. Bolivia, en cambio, carece de programas de doctorado en IA, de centros de datos robustos y de marcos regulatorios efectivos en ciberseguridad y protección de datos.
Los ex
ertos advierten que la IA puede convertirse en una palanca estratégica para superar el estancamiento económico y social de la región. Sus aplicaciones son múltiples: desde diagnósticos médicos asistidos, hasta monitoreo agrícola mediante drones y automatización documental en la justicia. Pero para que el país no quede relegado al papel de simple consumidor de tecnologías externas, se requiere actuar en tres frentes:- Talento humano: incluir formación en IA en escuelas, ampliar la oferta de becas y desarrollar posgrados especializados.
- Infraestructura digital: invertir en conectividad de calidad, centros de datos sostenibles y capacidad de cómputo local.
- Gobernanza: diseñar una estrategia nacional de IA que garantice un uso ético, seguro y orientado al bien común.
En un momento en que América Latina registra las tasas de crecimiento más bajas de las últimas siete décadas, la IA se perfila como una oportunidad única para romper el círculo vicioso de desigualdad y baja productividad. Para Bolivia, el reto es claro: transformar el entusiasmo social en una política de Estado que convierta a la inteligencia artificial en motor de desarrollo inclusivo y sostenible. La IA no es solo una herramienta tecnológica es un activo estratégico para la competitividad, la innovación y los derechos fundamentales.
Luis Sergio Valle, es ciudadano boliviano.