Los últimos meses del gobierno de EMA se caracterizan por un malsano afán de perpetuarse en la presidencia a cualquier precio… aparentemente se resistía a perder sus prerrogativas —a costa del peculio público— como cuasi dueño del país que gobernaba: uso de helicóptero para trasladarse de la casa presidencial al palacio, viajes en avión presidencial a los más alejados rincones del país con enfermizos fines de goce individual, culto a la personalidad en grado superlativo, trasmisión en directo por el canal estatal de los partidos de fútbol que periódicamente jugaba… Todo este grotesco cuadro muestra un complejo entramado urdido para permanecer indefinidamente en la presidencia, al mejor estilo de Chávez, Maduro, Ortega y otros líderes del socialismo del siglo XXI.
Una suma de factores precipitaron su caída, entre los que destacan la terquedad con que intentó postular (contra la voluntad popular) a un cuarto mandato; el resquebrajamiento de la institucionalidad; descontento social generalizado y mala lectura de la realidad por parte de los gobernantes; pérdida de contacto del “jefazo” con sectores sociales y corrupción en éstos; presión de las Fuerzas Armadas; también jugó un papel relevante el ensoberbecimiento del caudillo y su convencimiento mesiánico de ser enviado por el ser supremo para salvar la patria… Una vez realizadas las elecciones generales, el 20 de octubre de 2019, la llamativa interrupción del conteo rápido de votos (TREP) y el consecuente cambio en los resultados, fueron el detonante para la explosión…
Antes de la suspensión del TREP, Carlos Mesa ganaba la elección; sospechosamente, cuando se reanudó el conteo, EMA obtuvo el 47.08%, seguido de Carlos de Mesa con 36.51%, es decir resultaba ganador en primera vuelta.
Las protestas comenzaron con una concentración de manifestantes frente al exhotel Radisson de La Paz, donde se realizaba el cómputo de actas. El candidato opositor Carlos Mesa hizo un llamamiento a sus seguidores a concentrarse, para vigilar que no se produjera fraude electoral; alegó, entonces, que el tribunal electoral obedecía a mezquinos intereses del Movimiento al Socialismo (MAS) y de Evo Morales para definir la elección en primera vuelta.
Partidarios de los dos candidatos con mayores posibilidades para acceder a la presidencia: Evo Morales y Carlos Mesa, tomaron las calles. Fue el comienzo de una protesta que se prolongó hasta lograr la dejación del cargo por parte de EMA.
La renuncia de Morales, acompañada de la concertada dimisión del vicepresidente Álvaro García Linera y de los presidentes de la Cámara de Senadores y Diputados, generó un vacío de poder que fue llenado con la asunción de Jaeanine Añez a la presidencia, en su calidad de vicepresidenta del Senado y a la cabeza de un gobierno de transición.
El casi cinematográfico escape de Morales del país, fue posible gracias a la colaboración de los propios políticos de oposición (hoy complotadores), algo insólito…
Este proceso se conoció como la “Revolución de las Pititas”, calificativo con que despectivamente EMA y el MAS motejaron al movimiento opositor…
Aquí surge la dicotomía golpe-fraude. Para el MAS todo el proceso fue causa de un golpe de estado que sacó abruptamente a su caudillo del solio presidencial; para la oposición, todo lo sucedido fue causado por un grosero fraude electoral destinado a perpetuar en el poder al “jefazo”. Son posiciones irreconciliables; no hay punto medio.
Una vez instaurado el gobierno transitorio, lo único que tenía que hacer era llamar a elecciones en el corto plazo. Sin embargo, ocurrió que las mieles del poder endulzaron a los transitorios que quisieron extender, lo más posible, su permanencia en Palacio, al extremo que Jeanine Añez lanzó su candidatura presidencial… y algunos de sus ministros y seguidores se dedicaron a saquear las arcas estatales, al mejor estilo de sus antecesores. Lo que vino después, amerita otro análisis.
Sin embargo, lo destacable de este acontecimiento, es que el votante se equivocó al dar su voto al entonces supuesto delfín del “jefazo”, quien llevó al país a la crisis que vivimos hoy. ¿Fue un voto consciente?
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