Jornadas luctuosas como las del 10 y 11 de junio son difíciles de olvidar. Aunque el país está sobrecargado de crisis, conflictos y enfrentamientos, lo acontecido en Llallagua conmueve, no solo por los fallecidos, sino por el contexto socioeconómico y político y por el nivel de drama que se expone en las redes sociales.
¿Por qué algo así ocurrió en Llallagua? Los conflictos estallan, generalmente, en las principales ciudades del eje (La Paz, El Alto, Cochabamba o Santa Cruz) o en zonas pobladas aledañas a ellas, donde están exacerbadas las condiciones para la explosión de las contradicciones nacionales. Nadie intuía que el país podía estallar en Llallagua.
Y es que este poblado del norte de Potosí, visto de “afuera”, parecería tener una cierta homogeneidad socioeconómica, territorial e histórica que funcionaría como dique de contención a explosiones de violencia política. Cuán ciegos estábamos.
El histórico pueblo minero es una mar de complejidades. Según el estudio Atlas de Ayllus del Norte de Potosí, este territorio estaba ancestralmente poblado por 240 Ayllus mayores, menores y Cabildos, divididos en dos grandes grupos (Uransaya y Urinsaya), algunos de ellos se extendían hasta las cabeceras de valle de Cochabamba, como Vandiola. Eran generalmente aymaras. Con la llegada, primero de quechuas y luego de los españoles, la organización de los ayllus cambió radicalmente. Se impusieron las audiencias, corregimientos y capitanías de mita según la necesidad de la explotación minera. Los ayllus resistieron fieramente. En la Colonia se introdujeron además las encomiendas, reducciones y parroquias, añadiendo la religión al cóctel explosivo de la zona.
Las investigaciones de Xavier Albó hablan de una serie de rebeliones violentas como las lideradas desde Chayanta por Tomás Catari en 1781 y otras más en 1890, 1902, 1927, 1940, etc., pero también en Sacaca, Colquechaca y otras zonas.
La República trajo un nuevo ordenamiento que complejizó y tensó más la región. A la territorialización heredada de España se sobrepuso la creación de cinco provincias, y, mucho después, los cantones. La tensión con los hacendados derivó en varios conflictos, muchos de ellos sangrientos.
Le Revolución de 1952 volvió a trastocar la zona y agregó conflictividad. Si bien se toman las haciendas para los comunarios, el proceso de minifundio y la imposición de la categoría “campesino” por sobre la identidad del Ayllu no es bien recibida. La creación de sindicatos agrarios y de confederaciones campesinas, paralelamente a las organizaciones de ayllus, es un conflicto que no se resuelve hasta ahora. Además, las organizaciones mineras – y ahora las cooperativas – agregan mayor complejidad. Hay pobladores que pertenecen a varias de ellas. Muchos, son, a la vez, mineros, miembros de un ayllu y de un sindicato, lo que a veces genera conflictos de interés.
El crecimiento poblacional de Llallagua dependió de factores ligados a la minería, comercio, agricultura y servicios. Todo el Norte de Potosí tiene 14 municipios, con cerca de 225.000 habitantes, según el censo 2024. Pero los municipios de Llallagua (42.000) y Uncía (23.000) son los más poblados.
La minería es otro punto clave para entender la región. La presencia de empresas como la chilena Compañía Estañífera de Llallagua, la Empresa Minera Uncía y la tristemente célebre La Salvadora, de Simón I. Patiño constituyó no solo el marco económico que rige hasta hoy gran parte de la vida de los pobladores, sino que condicionó el devenir social y cultural de la región. Llallagua se crea en 1899 como cantón urbano debido a la creciente minería. En 1957 se crea la municipalidad y en 1986 toma el rango de ciudad. La minería es clave para entender la conformación de la Llallagua urbana y la rural, de los ayllus. Son dos polos que se construyen mutuamente, pero que también se evaden y se interpelan.
La relocalización y la aparición de cooperativas mineras aumentó el intercambio comercial y cultural con otras regiones, sobre todo el trópico de Cochabamba y el oriente del país. Por ser una zona de tránsito entre Oruro, los valles y oriente, también se registró las últimas décadas un importante aumento de actividades ilícitas como el contrabando y, en menor medida, el narcotráfico.
El “proceso de cambio” apaciguó algunas tensiones con la promesa de concretar cambios profundos en las estructuras nacionales, que al final no se cumplieron en su totalidad. Estas tensiones irresueltas incubaron nuevos monstruos que, de cuando en cuando, ocasionaron explosiones violentas. Hay registros de años anteriores de que los ayllus (hay 9 alrededor del municipio) ingresaron al pueblo y atacaron la Policía o el juzgado porque no estaban de acuerdo con decisiones de la justicia ordinaria.
Los ayllus también asumieron cuotas de poder importantes. No solo concejales o puestos en ministerios, el actual alcalde es originario de Chullpa, el ayllu que lideró las protestas del “evismo” en la región.
La hipótesis es que todas estas tensiones se juntaron el 10 y 11 de junio, en un contexto facilitado por las protestas promovidas por el egocéntrico Evo Morales y la profunda crisis económica provocada por la falta de dólares, la inflación y la escasez de combustible.
Es poco consistente la explicación de que lo de Llallagua fue un hecho causado solo por afanes de una persona para candidatear o que fue provocado solo por la ineficacia del Gobierno. Estas posiciones excluyen cuestiones históricas, culturales y económicas, que son imprescindibles para comprender sucesos de este tipo. Conocer las raíces de los conflictos nos ayudará a entender mejor porqué suceden y, sobre todo, nos servirá para prevenirlos.
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