Agosto 09, 2025 -HC-

La adopción del USDT como reflejo de la crisis económica en Bolivia


Sábado 9 de Agosto de 2025, 2:15pm






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En Bolivia, la crisis económica no solo se siente en los gastos diarios, sino que se vive en las decisiones cotidianas: cómo ahorrar, cómo comprar, cómo protegerse de la escasez del dólar. En medio de este colapso de confianza, la criptomoneda USDT se ha instalado en la vida financiera de miles de bolivianas y bolivianos como una solución local a un problema nacional.

Esta no es una revolución digital voluntaria, sino una respuesta forzada a una crisis sistémica. El uso creciente del USDT para transacciones de alto valor, como la compra de automóviles, las importaciones con países limítrofes e incluso el pago a proveedores en China, no es un acto de modernización financiera. Por el contrario, es una adaptación social desesperada ante la incapacidad manifiesta del sistema monetario oficial para satisfacer las necesidades más básicas de la economía real.

Desde la teoría económica clásica, el dinero es un instrumento intercambiable y funcional. Pero, como advirtió la socióloga Viviana Zelizer, el dinero está cargado de significados sociales. En Bolivia, ese significado se ha transformado. El boliviano ha perdido su valor simbólico como moneda confiable. El dólar, si bien mantiene su poder, se ha vuelto casi inaccesible. Y en ese vacío, el USDT ha sido adoptado como una moneda especial, no por su tecnología, sino por su capacidad para representar valor en un contexto de desconfianza.

No se trata de una innovación nacional, sino de una reinterpretación local de una herramienta global. Como ocurrió con el Bitcoin tras la crisis de 2008, el USDT entra en escena cuando los sistemas tradicionales fallan. La diferencia radica en que Bolivia no lo impulsó ni lo diseñó. Solo lo integró, como quien se aferra a cualquier tabla en un naufragio para sobrevivir.

Lo verdaderamente inquietante no es solo que se use una criptomoneda, sino cómo se naturaliza un sistema monetario paralelo. Hoy, en los mercados de grandes casas comerciales que ofertan autos nuevos, los precios para un Chevrolet o un Nissan ya no se expresan en dólares, sino directamente en USDT. Hablar de transferencias en esta criptomoneda ya no sorprende; por el contrario, se ha convertido en la nueva forma de adquirir productos de un comercio que se ve forzado a operar bajo una lógica distinta.

Así, Bolivia consolida una economía dual: el boliviano queda relegado al ámbito de lo cotidiano, mientras que el mercado de criptomonedas se erige para las transacciones importantes, es decir, de todo aquello que se compra en el extranjero y que el país no puede producir. Esto no simboliza un progreso hacia la libertad financiera; es una adaptación obligada que normaliza lo informal, revelando la profunda dependencia del país y la fragilidad de su control monetario.

La clave está en la confianza. Si antes se confiaba en el Banco Central, hoy muchas personas confían más en plataformas de intercambio centralizadas, y en una moneda digital que, si bien es gestionada por ellas, opera sobre la tecnología de redes descentralizadas. Como advierten De Filippi y Loveluck, la gobernanza ya no reside únicamente en las instituciones públicas, sino en los protocolos de las redes.

Este fenómeno, lejos de ser una anécdota, revela cómo una sociedad redefine su noción de valor. La confianza monetaria se ha reconfigurado. Ya no es suficiente con tener una divisa cualquiera; es imperativo tener el dinero correcto. Este medio de intercambio, hoy, no lo imprime el Estado, sino que se adquiere a través de plataformas de intercambio y, de forma más viable, en el mercado P2P. Aunque el valor del USDT está anclado al dólar en el ámbito internacional, su cotización en este mercado paralelo boliviano fluctúa constantemente, dependiendo de la oferta y la demanda. Esta dinámica, regida por lógicas ajenas a la política monetaria oficial, es la nueva realidad que los bolivianos se ven obligados a aceptar.

La pregunta no es si el USDT es el futuro del dinero en Bolivia. La verdadera pregunta es: ¿qué significa para nuestro país tener que recurrir a una moneda paralela para poder funcionar, especialmente cuando la mayoría de los bienes que consumimos son importados? ¿Cómo afecta esto a la soberanía, la gobernabilidad y la cohesión social en una etapa preelectoral?

En Bolivia, la adopción del USDT no es una historia de innovación, sino un diagnóstico crudo de una urgencia económica. No es un triunfo tecnológico, sino el síntoma más evidente de una economía estructuralmente fracturada. Esta falla no es casual, sino el resultado directo de la mala gestión de los gobiernos del MAS, que, durante la bonanza histórica generada por la venta de los hidrocarburos, desperdiciaron la oportunidad de construir una industrialización genuina que pudiera sustituir eficazmente las importaciones. Y mientras esa fractura sistémica siga sin ser reparada, la sociedad, en un acto de autopreservación, continuará buscando alternativas, aun si eso implica un abandono aún más profundo del boliviano.

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