Según algunos estudios mencionados por la prensa nacional, alrededor del 80% de los estudiantes bolivianos “no entienden lo que leen”. Esto es 8 de cada 10 estudiantes leen, pero no comprenden lo leído. Y, en este preocupante esquema nacional, nuestra querida región cruceña, ocupa los primeros lugares.
Mi padre y mi madre (QEPD) eran educadores. Ejercieron su profesión por más de 40 años. El mérito de mi madre fue el de haber trabajado en una época cuando la mujer debía dedicarse a los hijos y a labores domésticas y la de mi padre, el haber estimulado el trabajo de su esposa. Hoy, es difícil imaginar la presión social que ambos debieron afrontar, pero, bueno, esa es otra historia.
El tema que nos ocupa, no es nuevo. Tanto mi padre como mi madre solían comentar al respecto y, oírlos hablar sobre el asunto, dejó en mí una frase de la que no me olvido, a pesar de haberla escuchado en mis tiernos años de escolar. Mis padres hablaban de “lectura de comprensión” y coincidían en que muchas veces, aquellos “expertos” que habían escrito libros sobre el asunto, excluían o trataban insuficientemente puntos importantísimos que, según mis queridos padres, eran cruciales para enseñar a los niños cómo comprender los textos que leían.
Al respecto, dicen los pedagogos, que hay varios factores que intervienen en el problema, entre ellos, el bajo rendimiento escolar, el llamado “desafío persistente” de la sociedad que se incrementa especialmente en las zonas rurales, dicen. Las causas pueden ser “factores pedagógicos” como métodos deficientes, diversidad cultural y lingüística, falta de estrategias para fomentar la lectura, problemas estructurales como falta de material de lectura, (libros, folletos, cartillas, historietas), condiciones económicas adversas y reformas educativas que no se adaptan al entorno y a los tiempos en que vive el estudiante. También, obviamente, hay otro tipo de trastornos del aprendizaje, entre los que suelen nombrarse los cinco tipos de dislexia que ya están entre las alteraciones neurobiológicas.
Y a pesar de todo ello, no se nombran ni se estudian – aunque podrían ser parte de la diversidad cultural y lingüística, donde también caben las lenguas maternas que no son el castellano – la forma de hablar, con las diversas modalidades y variaciones propias del idioma (modismos, barbarismos, amaneramientos y neologismos) o lo que a juicio de mis padres era importantísimo: LA ENTONACIÓN DEL LENGUAJE. Este último punto toca aspectos que son evidentes también en nuestro país. La población del occidente de Bolivia tiene una entonación especial al hablar, al igual que la del oriente. Cuando uno está acostumbrado a una entonación del lenguaje, suele no poder entender una entonación ajena. Este aspecto es más notorio en quienes aprenden un idioma que no es el suyo. Por ejemplo, una persona que aprende español en Bolivia, puede no entender bien el español de España, o uno que aprende inglés norteamericano puede no entender bien el inglés británico, por la diferente entonación. –––
De esta manera, cuando se lee un texto, las letras que conforman las palabras, no entonan el sonido, lo que sumado a que el lenguaje escrito no siempre refleja la forma de hablar (enfatizando las “r” o suprimiendo las “s” o remplazando letras como la “r” por la “l” en el caso de los caribeños), tiene forzosamente que dificultar la comprensión de la lectura.
Los educadores, también debían tomar en cuenta estos factores que, además, no son fáciles de abordar y peor de solucionar. Y, como acabamos de verlo, no es el único factor, pero nos guste o no, el tema es que cuanto mejor se hable español (o cualquier idioma), mejor se entiende lo que se lee.
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