Noviembre 12, 2025 -HC-

El Presidente Rodrigo Paz


Miércoles 12 de Noviembre de 2025, 7:15am






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El 8 de noviembre, Rodrigo Paz Pereira se convirtió en el 68º presidente de un país golpeado por la crisis económica más severa de las últimas cuatro décadas; en jefe de un Estado colapsado y con instituciones destruidas; y en líder de una sociedad que carga demasiadas frustraciones.

El nuevo mandatario llega a la Presidencia con suficiente legitimidad, méritos y respaldo popular. Su victoria no fue un accidente ni un capricho del voto útil. Fue el resultado de su capacidad para conectar con el hartazgo ciudadano después de 20 años de populismo; de una narrativa que apeló a la reconciliación y a la reconstrucción; y de un contexto político que jugó a su favor.

Su victoria en primera y segunda vuelta fueron contundentes, e incluso antes de su posesión, el cambio empezó a sentirse. Después de mucho tiempo, la sensación predominante no es el escepticismo ni el miedo, sino una tenue pero poderosa corriente de confianza. Los mercados reaccionaron con optimismo, el dólar empezó a ceder y el FMI, la CAF, el Banco Mundial y el BID expresaron públicamente su disposición a trabajar con su gobierno. Estados Unidos, Europa y los países vecinos hicieron lo propio, enviando mensajes claros de respaldo.

Los líderes empresariales, políticos y ciudadanos comenzaron a tener confianza y coincidir en la idea de que el país tiene una oportunidad real de remontar la crisis. Los jefes de los partidos derrotados decidieron apoyarlo en la Asamblea Legislativa, asegurándole el control de esa instancia con el 99% de los votos, un nivel de consenso que ni siquiera Evo Morales en su mejor momento logró alcanzar.

Su vicepresidente, Edman Lara, que al principio generó cierta incertidumbre, terminó reforzando la legitimidad del binomio. Y, en el plano humano, la imagen familiar de Paz, serena y cercana, aporta un capital simbólico que escaseaba en la política boliviana reciente. Todo parece alinearse, y los astros están en posición favorable.

Pero los desafíos que le esperan son monumentales. Asume el poder en medio de la peor tormenta económica del siglo. El Estado está exhausto, quebrado, endeudado y sin fuentes de recursos. La burocracia estatal devora los pocos ingresos públicos, la producción está en picada, y el déficit fiscal es abismal. Aunque debilitadas, las fuerzas reaccionarias del masismo seguirán conspirando, y el crimen organizado actúa con impunidad. Las expectativas sociales son desmedidas: cada sector espera soluciones inmediatas, cada región demanda atención prioritaria, y cada ciudadano reclama resultados visibles y rápidos.

No hay duda de que Rodrigo Paz es el líder indicado. Lo que aún no sabemos es si lo es en el momento correcto. Gobernar Bolivia hoy no será una tarea de popularidad, sino de carácter. No bastará con el apoyo inicial ni con la buena voluntad internacional. La magnitud de la crisis exige una transformación profunda, consensos y muchos sacrificios.

El país no saldrá del pozo profundo y fangoso en el que nos dejó el MAS, si el esfuerzo recae solo en el Presidente. Se necesita la ayuda de cada ciudadano y de cada organización. Esta es la primera vez, en mucho tiempo, que el escenario se dibuja no para un caudillo, sino para una causa compartida: salir de la crisis, recuperar la institucionalidad y empezar la reconstrucción.

Paz tiene ahora la posibilidad de convertirse en el primer mandatario que no busque ser el protagonista, sino el facilitador del cambio. No necesitamos un presidente alcalde, mecenas, embajador, actor, salvador ni empresario. Necesitamos un presidente que haga su trabajo. Ni más ni menos.

Su tarea debiera ser generar condiciones, abrir puertas, remover escombros y disminuir la brecha que separa a la política del país real. Su responsabilidad no es cambiar el país, sino crear las condiciones para que los bolivianos lo cambien. Su desafío es evitar que el populismo, la improvisación y a corrupción sigan manejando el Estado.

Bolivia no espera más refundaciones ni más discursos mesiánicos. Necesita un Estado que funcione, una economía que produzca y un liderazgo que una. Hoy se abre una oportunidad cierta, inédita e irrepetible. Pocas veces dependimos tanto de lo que haga un líder, pero también de lo que deje de hacer. Si Paz resiste la tentación de concentrar el poder y de rodearse de serviles y obsecuentes; si se atreve a construir sobre la base del respeto, el mérito y la transparencia; y si no se convierte en otro prisionero de Palacio, entonces Bolivia podrá iniciar un proceso de reconstrucción real, profundo y sostenido.

El país le ha dado el mandato de recuperar el pacto social y político que fue desnaturalizado en las dos peores décadas de nuestra historia, y hoy coloca sus mayores esperanzas en un liderazgo en el que confía.  Esa confianza no puede defraudarse.

El reloj ya empezó a avanzar. Y aunque los astros se alineen, el futuro de Bolivia no dependerá de azar ni los milagros, sino del trabajo, la decisión, la fortaleza y la creatividad de todos los bolivianos.

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