El gobierno de Rodrigo Paz ha anunciado una novedosa estrategia en la lucha contra el contrabando: bajar los aranceles aduaneros al 10 % de todo lo que no se produce en Bolivia. Una medida que, en teoría, puede dar rédito a corto, mediano y largo plazo porque de esa manera además se incorpora paulatinamente al sector de comercio minorista del país que vive de esta actividad, hasta hoy ilícita, a la legalidad. Y es que, a la larga, inclusive podría ampliar el espectro contributivo del país de manera sustancial. Sin embargo, el plan, por lo visto y oído, dice nada sobre el contrabando a la inversa. ¿Qué hacer con los productos que salen del país? Hemos visto, por ejemplo y con no poca sorpresa, que el diésel salía de Bolivia para ser comercializado en el Perú (o los combustibles subsidiados en general). Las cantidades han debido ser importantísimas, porque una vez que se suspendió la subvención, aparecieron colas en las gasolineras de las localidades del sur peruano. La medida para frenar el contrabando que salía de Bolivia, en este caso, fue simple: suspender la subvención. Lo mismo puede suceder cuando se trata de otros productos de venta legal, pero que todavía son subvencionados. Igualar o acercar el precio del producto dentro de Bolivia a niveles internacionales, frena su contrabando… y garantiza su disponibilidad dentro de nuestro país.
El problema es la cocaína y marihuana. Drogas ilegales en nuestro país y en los que nos rodean. Y no es un problema pequeño. Es una maraña de actividades, sin embargo, bien organizadas y que persisten todavía. Veamos. En el primer eslabón, voluntaria o involuntariamente, se tendió la cama al narcotráfico a través de actividades “legales” como la expulsión de la DEA, la Embajada Americana, de USAID, la ampliación de cultivos de hoja de coca, la “legalización” de cultivos destinados a la elaboración de cocaína, y el estímulo a la utilización de la hoja (“industrialización”) así como el consumo del “bolo” o “acullico”. Con la cama lista dentro del país, el narcotráfico, especialmente durante los últimos 20 años, tejió su propia red de elaboración, refinación y comercialización de drogas. Ese es el segundo eslabón del tráfico ilícito de drogas. El tercero, probablemente más grande, tiene que ver con actividades de compra de las drogas, transporte interno y acopio de las mismas y un cuarto eslabón donde ya participan narcos avezados con mucho dinero y conexiones nacionales e internacionales que incluyen sistemas de distribución internacional de las mismas con disposición de muchísimos recursos, como transporte aéreo, fluvial, lacustre y terrestre. Entre el segundo y cuarto eslabón, existe toda una estrategia de comunicación, logística e inteligencia y, en los cuatro, la febril, permanente y recurrente actividad de infiltración de las instituciones nacionales como, entre otras, la policía, aduana y el sistema judicial (especialmente y que aparentemente, todavía hoy, conserva estructura proclive al narcotráfico). Por lo visto, esta red sigue funcionando “eficientemente”. Y no mencionamos el último eslabón de la cadena del narcotráfico que es el consumo (en Bolivia), porque ya no se hacen estudios al respecto que muestren su probable enorme crecimiento y la notoria ausencia de tareas de prevención del mismo.
Hay, por otra parte, un factor que suele mencionarse y al que no se le da la debida importancia: la participación de las poblaciones fronterizas en este tipo de actividades. Hasta hoy, estas poblaciones, nos guste o no, participaron (o participan todavía) del contrabando, de manera activa, de entrada y de salida. Habrá que ver, entonces, la forma de combatir este sistema que tanto daño hace al país.
Y finalmente, hay que considerar la presencia militante de los cárteles internacionales como el Primer Comando de la Capital (PCC), el comando Vermelho (CV) ambos del Brasil, el tren de Aragua, el cártel de los soles, ambos cárteles venezolanos; el temible cártel de Sinaloa, el cártel del Golfo y los Zetas de México, todo eso sin contar los cárteles europeos que además trafican con armas y personas.
Como se ve, el problema es complejo y como sabe cualquier estudiante de planificación, un problema complejo, requiere soluciones complejas. Lo de malo de las soluciones complejas, es que necesitan también ingentes recursos que no los tiene Bolivia. Aquel discurso de “soberanía” en la lucha contra los narcos probablemente proviene de quienes reciben beneficios del mismo. Hay formas de no mellar la soberanía en materia de multilateralismo. Por eso se hace imperativa la participación internacional e interinstitucional para la solución, si cabe, de este enorme problema que nos dejaron quienes lo fomentaron.
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