Abril 25, 2024 [G]:

Rearmar Bolivia


Miércoles 7 de Diciembre de 2022, 12:15pm






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Desde 2019 los bolivianos estamos viviendo una serie de crisis complejas y extremas que parecen reclamar la necesidad de un cambio profundo y significativo, que vaya más allá de los ajustes parciales, los proyectos coyunturales o las visiones sectoriales.  Un cambio estructural que redefina nuestro horizonte de país, a partir de la certeza de que somos una nación unida, fuerte, diversa, plural, democrática y libre, cimentada en profundas raíces culturales e históricas, pero también fragmentada y dividida por diferencias reales o imaginarias.

Por un lado, los enfrentamientos y la desconfianza; y por el otro, el rumbo que está tomando nuestra democracia, evidencian que precisamos un cambio radical y honesto, ya no sobre la simple modificación de normas –que deben ser el instrumento y no el fin—sino sobre la búsqueda del bienestar sostenible de todos los bolivianos, sin discriminación ni privilegios. 

Precisamos trascender la mirada política e imponer la razón ética como fundamento de la convivencia; limitar la discrecionalidad del poder; restablecer el Estado de derecho; reconstruir las instituciones y concentrarnos en la solución de aquellos problemas sustantivos y estructurales.

La primera prioridad en este cambio debe ser la educación. Es imprescindible admitir que nuestro sistema educativo ha fracasado y que hoy sostenemos un modelo sin futuro ni coherencia, ideologizado, desprovisto de calidad, vacío de contenidos y alejado de la realidad de las personas y las comunidades.

Necesitamos construir una educación profundamente ética, útil y transformadora; integrada a la tecnología, la producción y la democracia; conectada con el pasado, pero orientada hacia el futuro; una educación que impulse la creatividad, la solidaridad y la espiritualidad; que enseñe derechos, pero también deberes; que no relativice ni justifique lo que está mal; que forme emprendedores más que empleados, ciudadanos más que votantes, y gestores de la tecnología más que adictos a ella.

Un segundo objetivo es la economía. No podemos seguir naturalizando la informalidad y el contrabando con el pretexto de la pobreza, y tampoco debemos resignarnos a ser recolectores y comerciantes de materias primas ni permitir que la política siga destruyendo a la economía.  No somos mendigos ni estamos sentados en una silla de oro; somos una sociedad de gente capaz, emprendedora, valiente y creativa, en un país que tiene potencialidad para producir, crear y multiplicar riqueza y bienestar a partir del trabajo, la inversión y la libre empresa.  Bolivia no debe ser más un país para experimentar modelos que no han logrado los beneficios prometidos, y que se basan en el control de la economía y la precarización de la iniciativa privada.  Un país que impide a sus ciudadanos generar riqueza con su trabajo y su esfuerzo, los condena a la miseria, el atraso y la dependencia.  Por eso necesitamos construir una economía sin control político, basada en un modelo de producción a escala y sustentable, diversificación efectiva, regionalización, y fuertemente dirigida a la exportación de productos elaborados y servicios especializados, aprovechando nuestro potencial en energías, pisos ecológicos, sitios turísticos, riqueza del subsuelo y sobre todo, talento humano.

Finalmente, el tercer objetivo fundamental debe ser la justicia, un bien público, un derecho esencial y un deber primario del Estado sobre el que se asientan las libertades y garantías constitucionales. La debacle del sistema judicial es tan profunda que si no la revertimos no tendremos futuro como sociedad.  Necesitamos reconstruirlo desde sus cimientos, es decir desde la formación de los abogados, la selección de administradores meritorios, la modificación de las leyes y la reconstrucción de sus instituciones. 

Fundamentalmente, debemos empoderar a la ciudadanía, implementando el sistema de jurados probos, educando en la cultura del arbitraje y la solución concertada de controversias e instaurando la fiscalización y revisión independiente de sentencias.  La justicia debe llegar a todos; no puede ser más un arma de persecución, extorsión y chantaje ni una entelequia privativa de grupos privilegiados.

Cualquier proyecto nacional que prescinda de estos tres ámbitos está destinado al fracaso, pero sobre todo ahondará las diferencias y los enconos entre bolivianos, llevándonos irremediablemente a la crisis y enfrentamiento generalizado. El agravamiento de las rivalidades, el incremento de los conflictos y la creciente anomia estatal nos dicen que el tiempo se agota y la paciencia también.

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