Septiembre 11, 2025 -HC-

No basta bailar para salvaguardar el legado de Jach'a Flores


Jueves 11 de Septiembre de 2025, 7:45am






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El Día Nacional de la Morenada fue instituido mediante la Ley 512, promulgada en 2014, gracias a una iniciativa impulsada una década antes por los presidentes de las siete instituciones de la morenada de Oruro, a la que se plegaron autoridades de la Alcaldía y la Prefectura de entonces. La fecha elegida, el 7 de septiembre, no es casual: conmemora la unidad de estas siete instituciones del Carnaval orureño. Esta normativa nos demuestra que cuando hay unidad, es posible crear algo que con el tiempo trasciende fronteras. Si bien esta celebración nació en Oruro, hoy se extiende a otros departamentos como La Paz y Potosí, donde también se realizan manifestaciones culturales en honor a esta danza.

La morenada es parte esencial de la identidad boliviana reconocida como patrimonio intangible que se transmite de generación en generación. Es una expresión cultural que es objeto de apropiaciones indebidas por parte de países vecinos, pese a que existe consenso académico y evidencia histórica que demuestran que su origen es boliviano. La morenada se baila en diferentes regiones del país, cada una con características propias en los pasos, los trajes e incluso en la música. Por ejemplo, en Oruro, los morenos sostienen la matraca cerca de la cintura, mientras que en La Paz se la lleva a la altura de la cabeza. Nuestro folklore es identidad, es patrimonio vivo y diversidad.

A pesar de estas diferencias regionales, hay algo que une a los morenos de Oruro, La Paz, Potosí e incluso Santa Cruz: las melodías nacidas de la inspiración del Jach’a Flores, quien —según se cuenta— componía inspirado por el viento de los Andes y el trinar de las aves. Sus composiciones como “Mantilla de vicuña”, “Chiquita orureñita”, “El hombre solitario” o “La mentirosita” se bailan en distintos continentes del mundo. Fue por esta razón que, en consenso y bajo un convenio interinstitucional en 2004, los siete presidentes antes mencionados —liderados por Óscar Martínez (entonces presidente de la Morenada Central Oruro "Fundada por la Comunidad")—, propusieron declarar el 7 de septiembre como el Día Nacional de la Morenada, en homenaje al más grande compositor boliviano de este género: el orureño José Flores Orozco, el “Jach’a Flores”.

Diez años después, esta propuesta se convirtió en una ley que promueve, difunde y fortalece a la morenada como parte fundamental de la identidad boliviana. Cada año, con gran entusiasmo, sus siete instituciones en Oruro dan inicio a la celebración con actos protocolares y ofrendas a la Pachamama, a los pies de la estatua del Jach’a Flores en la tierra del Pagador, realizando al día siguiente un recorrido simbólico de danza junto a sus bandas. En otras ciudades como La Paz y Potosí también se organizan actividades conmemorativas en las que resuenan las creaciones de José Flores Orozco. Sin duda, se trata de un fin de semana en el que Bolivia danza para mostrar al mundo que la morenada es boliviana, mensaje que es ahora el eje central de la celebración.

Por supuesto, la danza es importante: es un pilar para recordar al “Alma del Carnaval”, quien dejó al país un legado musical invaluable. Sin embargo, bailar no basta si no hay memoria viva, si no hay contenido ni transmisión de ideas.

Aquí surge la pregunta: ¿No era posible rendir un homenaje más justo a don José Flores Orozco, quien lleva, incluso tras su fallecimiento, nuestra cultura a escenarios internacionales? ¿No merecía ser reconocido como Personaje del Bicentenario por parte del Ministerio de Culturas, Descolonización y Despatriarcalización?

El Jach’a Flores no fue solo un compositor excepcional ni únicamente el “Alma del Carnaval”. Durante las décadas de 1980 y 1990, participó activamente, junto a líderes kataristas como Genaro Flores Santos, en la promoción de la Universidad Técnica del Kollasuyo, pensada como un espacio de conocimiento desde la cosmovisión aymara. Fue parte de un movimiento cultural y político que luchó por recuperar la identidad indígena frente a la discriminación estructural de la época. Además, ejerció como docente universitario, investigador y dirigente social, consolidando su perfil como un verdadero revolucionario cultural.

Entonces, ¿cómo es posible que su legado quede reducido a una celebración anual sin actividades permanentes que destaquen su aporte a la cultura nacional? El Ministerio de Culturas tenía en sus manos la posibilidad de impulsar la investigación, la memoria y la producción intelectual en torno a su obra. Es que José Flores Orozco compuso incluso canciones con mensajes culturales y políticos que en alguna oportunidad llegaron a autoridades que traicionaron al movimiento katarista. Por otro lado, ¿quién no recuerda cuando se satanizó a la hoja de coca a nivel mundial y el Jach’a Flores, como respuesta y basado en la reafirmación cultural de este alimento milenario, compuso, cantó y bailó “¡Coca no es cocaína, coca es la hoja sagrada!” Hoy, muchas nuevas generaciones desconocen estos hechos. Por eso, no basta con reconocerlo superficialmente como gran compositor solo bailando, es urgente comprender la profundidad de su pensamiento, su vocación de servicio y su lucha por la identidad cultural boliviana.

En ese sentido, sería valioso que las autoridades nacionales reflexionen antes de que algún día se diga que el Jach’a Flores era de Chile o Perú, ya que también en esos países han empezado a celebrar el día  de la morenada en la misma fecha. Por ello, se debería impulsar que el 7 de septiembre también incluya la creación del Premio Nacional “Jach’a Flores” a la investigación en folklore boliviano, con el objetivo de promocionar y difundir la danza de la morenada desde la documentación histórica, la investigación académica, archivo fotográfico y audiovisual, fomentando la economía cultural y fortaleciendo la producción artística que respalde la bolivianidad de esta danza.

Existe una morenada muy emotiva escrita por el maestro Yuri Ortuño que dice: “Ahora te llorarán los que tanto has querido…”. José Flores Orozco fue una persona profundamente querida, especialmente en la institución donde no solamente danzaba, en la que fue actor fundamental en la recuperación de la identidad, y la reafirmación cultural. Pero hoy, incluso en esa centenaria institución, parece haberse olvidado que para mantener su espíritu no basta con cantar sus composiciones de memoria. Se necesita gestión cultural que mantenga vivo y en alto su legado.

En resumen, la ley que declara el Día Nacional de la Morenada no solo protege y difunde la danza, también rinde homenaje a la memoria de un hombre que fue referente esencial de la cultura popular boliviana. El Jach’a Flores, nos dejó un ejemplo de construcción desde la identidad y la dignidad. Su legado fortalece nuestro patrimonio cultural intangible. Su revolución nunca fue desde el poder, sino desde el arte, la cultura y la convicción. Ahí radica su herencia.

Resaltar que no todo es malo en esta crítica constructiva, el único aporte académico de valor que habla del Jach’a Flores en el Bicentenario de Bolivia es una iniciativa privada del investigador Diego Echevers Torres, materializada en el libro “Morenada para la Eternidad”, recientemente presentada, en la cual podemos encontrar un capítulo que nos presenta una recopilación fotográfica inédita del Jach’a en varias facetas de su vida, resaltando e identificando su aporte cultural a la danza de la morenada y su consagración como revolucionario cultural, mediante su participación directa en la reafirmación cultural institucional que emerge en la década de los 90.

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