1 de octubre (El País).- El mayor brote de viruela del mono que ha vivido nunca el mundo, con más de 68.000 casos en 105 países y 23 muertes, entra en su quinto mes de desarrollo entre la esperanza y la inquietud de la mayoría de expertos, gobiernos y organizaciones sanitarias.
El descenso de nuevos diagnósticos registrado en las últimas semanas, desde 1.000 diarios en agosto a cerca de 500 actuales, ha tranquilizado a quienes observaban con desconcierto la propagación de la enfermedad desde el mes de mayo. Pero el virus sigue circulando y el número de vacunas disponibles está muy por debajo de las necesidades, lo que alimenta el temor de un rebote que convierta esta enfermedad en endémica en buena parte del globo.
“La tendencia es alentadora. Pero no es momento para que ningún país o grupo de población dé por seguro que la situación seguirá mejorando. Hay que continuar haciendo lo que se ha demostrado que funciona”. Con estas palabras resumió la semana pasada Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), la situación actual del brote. El organismo declaró el pasado 23 de julio la viruela del mono como una emergencia de salud pública internacional, una consideración que hasta entonces solo tenían la polio y el coronavirus.
La viruela del mono es una enfermedad infecciosa causada por un virus cuyo reservorio son pequeños mamíferos de África central y occidental, desde los que salta de forma esporádica a especies de mayor tamaño y al ser humano. La enfermedad causa fiebre, dolores y una característica erupción cutánea que el organismo supera en la mayoría de los casos en dos o tres semanas. Pero casi la mitad de los afectados requieren asistencia médica para mitigar los fuertes dolores que provoca y, en algunos casos, la infección deriva en complicaciones como la encefalitis que llegan a ser mortales incluso en personas previamente sanas.
Hasta el pasado mes de mayo, el virus no había demostrado una gran habilidad para contagiarse entre personas. Provocaba brotes de forma intermitente en las zonas endémicas, pero las cadenas de transmisión no eran muy largas y tendían a autolimitarse. En los últimos meses, sin embargo, el patógeno ha demostrado transmitirse de forma eficiente entre hombres que mantienen relaciones con otros hombres en ambientes donde es frecuente tener múltiples parejas sexuales. La viruela del mono no se considera una enfermedad de transmisión sexual —aunque varias investigaciones en marcha podrían cambiar esta posición—, pero se considera que el contacto estrecho propio de las relaciones sexuales facilita el contagio.
Según los expertos, la disminución de casos registrada en las últimas semanas no se debe tanto a las vacunas —la disponibilidad es todavía muy escasa— como a las medidas de autoprotección adoptadas por las personas más expuestas al virus. “Quienes mantenían prácticas de riesgo han entendido la importancia de cuidarse. Al principio se tardó un poco, pero es que no había precedentes de una transmisión tan elevada de este virus. Hemos visto como nuestros pacientes evitan algunos comportamientos, cumplen los aislamientos y acuden al médico a la mínima sospecha de tener síntomas”, explica Santiago Moreno, jefe de servicio de enfermedades infecciosas del Hospital Ramón y Cajal (Madrid).



