Abril 20, 2024 [G]:

La reciprocidad y la codicia


Lunes 30 de Enero de 2023, 12:00pm






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La chola Caga Trapo y su hermano Tetera eran dos personajes que transitaban por las calles de la zona norte en los años posteriores a la Guerra del Chaco (1932-1935). Ella se había ganado ese sobrenombre porque usaba ropa lujosa, sombreros Borsalino, adornada siempre con topos, pendientes y anillos de oro en sus dos manos. Arrastraba sus finas polleras barriendo las calles por lo pequeña que se había vuelto, acompañado de su hermano. El tiempo que no perdona a nadie, le fue reduciendo de tamaño; los seres humanos no somos sanforizados y nos encogemos por la reducción del líquido sinovial que une las articulaciones. La Caga Trapo nunca se casó porque debía cuidar a su hermano que tenía problemas cognitivos y desconfiaba de sus galanes que se le acercaban atraídos por su riqueza. No era avara, era codiciosa, juntaba dinero y quería más para enjoyarse y comprarse ropa. Era una comerciante exitosa.

Esta historia me contaba mi abuela Olga, mientras molía la jallpahuayc'a para aderezar el picante surtido que devorábamos antes de visitar la feria de Alasita. Esta visita tenía un propósito: Íbamos a devolver al Iqiku los billetitos illas porque el abuelo decía que tenía suficiente para vivir y le sobraba trabajo, que el resto era codicia y el Iqiku te quita lo que pediste si acumulas sin medida.

La ambición, carente de integridad y de respeto, se convierte en codicia, en apetito insaciable que implica la sobrevaloración de uno mismo y en un deseo egoísta de poseer y consumir. Para la religión católica es un pecado capital por el exceso incontrolable de poseer; así la Biblia advierte: “No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen y donde ladrones minan y hurtan…No podéis servir a Dios y a las riquezas (Mateo 6:19,24b).

No es extraño entonces que los primeros que esgrimen la Biblia como escudo, están ocultando su codicia para justificar su voracidad a la hora de encaramarse al poder; lo vivimos de cerca durante el gobierno de facto que resultó ser un asalto a las arcas estatales y legitimado por sacerdotes con sobrepeso.

Estos excesos son impulsados por el sentido fundamental de privación, una necesidad de algo que está ausente o no disponible para nosotros y el deseo ferviente de obtenerlos estimula el afán de romper las normas éticas.

Parte medular de las disputas entre los grupos de partido de gobierno, es precisamente la codicia por el poder, encaramados sin compromiso ideológico, privilegian sus intereses personales y debilitan la gestión del presidente al que dicen apoyar.

En la víspera del 24 de enero, muchas personas que visitan la representación del Iqiku en el campo ferial, le hacen llover billetitos illas e intercambian o regalan sus illas e ispallas de casas, semilla de papa, etc. Es la reciprocidad, no la acumulación.

La Alasita y el Iqiku son el preludio al Anata que coincide con el Carnaval originado durante la colonia, es el tiempo de jugar, del goce del cuerpo y el amor, cuando el sol convierte las flores en frutos, producto del esfuerzo humano para alimentar y compartir en el aptaphi, como acto de confraternidad y disfrute de los dones de la Pachamama y el esfuerzo humano.

La Caga Trapo, según el relato de mi abuela, tenía escogidos a un yatiri que ch’allaba y un cura que bendecía sus billetitos de Alasita. Ese dinero simbólico se multiplicaba y cada año repetía el rito. A diferencia de los políticos y burócratas corruptos, esta mítica señora trabajaba duro. Primero murió su hermano Tetera y ella quedó sumida en la pena y también falleció. No tenía hijos ni herederos y, cuando fueron las autoridades a su casa, encontraron habitaciones atiborradas de billetitos de Alasita, de ropa lujosa y una caja fuerte donde estaban sus joyas que desapareció entre jueces y policías codiciosos. Del dinero de circulación legal no quedaba casi nada. La gente del barrio decía que era la warmi iqiku.

El año 2017, esta fiesta ritual fue declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad, pero no es parte del currículo educativo, seguramente porque los niños serán adoctrinados en la reciprocidad y a los grupos oligárquicos no les conviene por razones doctrinales codiciosas.

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