Unas de las recomendaciones precisas del informe del Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI) presentado el 23 de julio de 2021 y que mereció amplia cobertura, promesas de su cumplimiento, discursos victimizadores, rostros compungidos fue: “Que los líderes políticos y sociales se abstengan de utilizar la problemática del racismo para generar discursos de odio, estigmatización o violencia”.
No eran consejos religiosos, recetas de cocina o de autosuperación personal. Era un mandato político que este grupo le dejó al Estado y sus instituciones, que estaban en la obligación de encarar políticas públicas.
Hasta ahí llegó e informe. Se presentó, se difundió y se archivó sin que se tomaran nota o medidas adecuadas para ponerle freno a dos tremendos problemas sociales o taras que tienen los bolivianos: la discriminación y el odio racial, que ante su expansión y profundización se impulsó y aprobó a Ley 045 Contra toda forma de Discriminación y Racismo, que fue resistida por las organizaciones de prensa, comités cívicos, plataformas de derechos humanos y otros. Pero fue un paso y un alerta para encarar entre todos y todas una lucha honesta, íntegra y con resultados contra la discriminación y el odio racial.
Pero la Ley tuvo sus efectos contrarios en varios campos. Hoy quizás es la ley que se la utiliza para todo y para acusar a todos de que han sido discriminados; pero también para despertar los demonios de la colonia.
“Que no despierten la ira del inca”, alertó el vicepresidente David Choquehuanca, defendiendo el proceso de cambio y su gobierno. Quería incendiar de odio a las bases campesinas, indígenas para seguir en el poder.
Las acusaciones son de ida y vuelta y no han reparado en nada, como la advertencia de la ministra Marianela Prada que pedía perdón “como cruceña”, porque había quienes “todavía estaban sembrando odio, racismo”.
Ni se diga de Evo Morales que en sus dos facetas: de Presidente y ex Presidente, supo manejar muy bien este discurso de la discriminación y el racismo, además de la victimización para alcanzar el poder y pretender perpetuarse, por “mi condición de indígena no me quieran que sea candidato otra vez”, repetía desde su cuartel de Chapare.
Precisamente en tiempos electorales estas dos taras sociales históricas renacen y son usadas como armas políticas, que son poderosas, que si bien no matan, no asesinan; pero sí generan compasión, amor, piedad y apoyo para quien o quienes arengan que son la voz del pueblo, que son los llamados a ser sus representantes, porque miles de años fueron discriminados por los racistas, los divisionistas, los oligarcas, los de la derecha.
Esos discursos que nos polarizan, nos enfrentan, nos dividen y nos enferman están sonando bien fuerte en las redes sociales, en los mitines políticos y en los medios de prensa de parte del candidato policía, que ha asumido que es llamado a recibir el voto de las mayorías, de los marginados, de los arrojados del mundo, porque han sido discriminados años y siglos. El odio racial a flor de piel, que hace reflotar los niveles de victimización del bloque nacional popular, que tuvo en el MAS un instrumento para su empoderamiento.
Son bastantes punteros algunos políticos para despertar pasiones y odios entre sus seguidores, que han vuelto a sembrar la violencia racial entre cambas vs collas, pobres vs ricos, indígenas vs k'ara, campesinos vs productores, buenos vs malos, que incluso están cometiendo delitos en sus discursos, los mismos que están contra lo que mandan la Constitución Política del Estado, Ley 045 y los tratados internacionales de derechos humanos, como del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, que en su Art. 20, señala: “Toda apología del odio nacional, racial o religioso que constituya incitación a la discriminación, la hostilidad, o la violencia estará prohibida por ley”.
Ergo, lo que está haciendo determinado candidato es apología a la violencia, al odio racial, pero ni la Fiscalía ni el TSE son capaces de parar esta orgía de acusaciones sin sustentos y que solo nos corrompen el alma.
“El racismo indio no es odio al blanco, no es odio al color del cuero, al color del mestizo. No. El racismo indio es odio a la opresión. Es el amor a la libertad; a su libertad”, reflexiona Fausto Reinaga en El pensamiento amautico. Importante para que no sigan usando a la gente contra la gente en sus campañas sucias.
Qué difícil es que las autoridades y mucho más ahora determinados candidatos no entiendan que lo mínimo que tenemos que hacer tener la capacidad para convivir en este país múltiple y diverso, reflejado en “verdaderas densidades temporales”, decía René Zabaleta y agrega “mezcladas no obstante entre sí del modo más variado sino también con el particularismo de cada región, porque aquí cada valle es una patria, en un compuesto en el que cada pueblo viste, canta, come y produce de un modo particular y habla todas las lenguas y acentos diferentes sin que unos ni otros puedan llamarse por un instante la lengua universal de todos”. (Las masas en noviembre).
El camino está ahí. Ya lo señaló el grupo GIEI: “Que los líderes políticos y sociales se abstengan de utilizar la problemática del racismo para generar discursos de odio, estigmatización o violencia”.
Los demonios de la discriminación el odio racial andan suelto, es hora de ponerlo entre rejas para siempre o bozal a quienes están arengando estas taras para conseguir más votos.
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