El derrumbe de los bonos argentinos refleja con crudeza que ni las fórmulas liberales, ni las medidas de “sinceramiento” de mercado, ni los shocks de ajuste profundo han logrado generar un cambio económico sostenible, porque el país sigue atado a una dependencia estructural de los mercados financieros externos y a las imposiciones del FMI.
La reciente escalada del riesgo país expone un dilema central: la falta de confianza en la capacidad de la Argentina para estabilizar su economía y cumplir con sus compromisos. Ni el ajuste fiscal ni la retórica del gobierno alcanzan para disipar la incertidumbre de los inversores, que observan una economía atrapada entre la recesión, la inflación y la inestabilidad política. El contraste con Ecuador resulta ilustrativo: aun con medidas duras impulsadas por el FMI que han encarecido el crédito, golpeado a las clases medias y bajas y debilitado a los pequeños y medianos emprendedores, ese país mantiene un riesgo país relativamente contenido gracias a un mínimo de consistencia política e institucional.
En cambio, la Argentina enfrenta una combinación letal de tensiones cambiarias, aislamiento financiero y un Ejecutivo que no consigue construir consensos internos, profundizando la percepción de fragilidad. Por eso, la verdadera incógnita ya no pasa por determinar cuándo el país podrá volver a los mercados internacionales, sino por medir hasta qué punto se seguirá profundizando la caída antes de que se reconstruya un piso de confianza.
La renta fija argentina volvió a protagonizar una jornada de derrumbe, con los bonos soberanos en dólares acumulando nuevas pérdidas y empujando al riesgo país a niveles alarmantes, cerrando en 1.456 puntos básicos. La magnitud de este salto, de más de 200 puntos en apenas un día, refleja no solo la volatilidad estructural de la economía argentina, sino también el deterioro de las expectativas en torno a la política económica del gobierno de Javier Milei, que enfrenta crecientes dificultades para sostener el equilibrio macroeconómico y la confianza inversora.
Un retroceso respecto al inicio de año
El contraste con los primeros meses de 2025 es elocuente. En enero, el riesgo país había llegado a perforar los 561 puntos, lo que había generado expectativas de un posible retorno de la Argentina a los mercados internacionales de crédito. El propio Milei había declarado que en torno a los 550 puntos se podía evaluar seriamente una emisión de deuda en el exterior. Sin embargo, lo que parecía un horizonte de relativa normalización financiera se transformó en una pendiente descendente.
Hoy, esa posibilidad no solo luce lejana, sino que la dinámica de los mercados sugiere un retroceso de confianza aún más pronunciado. Mientras tanto, bonos bajo ley de Nueva York y títulos bajo legislación argentina operan en precios deprimidos, en algunos casos por debajo de los US$ 46, como ocurre con el AL30D, uno de los más líquidos de la plaza local.
El espejo regional: Ecuador como contraste
La comparación con Ecuador resulta particularmente reveladora. El riesgo país ecuatoriano, que en los últimos 12 meses se había movido en línea con el argentino, hoy se encuentra en 711 puntos, prácticamente la mitad del nivel que castiga a la Argentina. La divergencia no solo refleja las diferencias en el manejo fiscal y la relación con los acreedores, sino también el impacto de la inestabilidad política argentina, donde la confrontación entre el Ejecutivo y el Congreso ha trabado reformas estructurales clave.
Factores detrás del desplome
La caída de los bonos y el salto del riesgo país responden a una combinación de factores:
Debilidad macroeconómica persistente: a pesar del ajuste fiscal y la reducción del déficit primario, la economía argentina sigue mostrando una contracción en el consumo y la inversión, lo que genera dudas sobre la sostenibilidad social del programa.
Falta de señales claras de crecimiento: la apuesta a la “motosierra fiscal” no vino acompañada de un plan robusto de reactivación productiva, lo que alimenta la percepción de que la consolidación fiscal no será suficiente para estabilizar las finanzas.
Tensiones cambiarias: con el dólar financiero superando los $1.500, la presión sobre las reservas del Banco Central se intensifica. A pesar de las intervenciones de la autoridad monetaria, la brecha cambiaria sigue ampliándose y erosiona la confianza.
Incertidumbre política: los reveses legislativos de Milei han debilitado la narrativa de reformas profundas. Los inversores observan con preocupación la falta de consensos y el riesgo de que la administración no logre sostener su programa de gobierno en el mediano plazo.
Entre la desconfianza y las oportunidades especulativas
Paradójicamente, mientras los bonos caen a valores mínimos, algunos operadores internacionales —como los de Goldman Sachs— empiezan a ver oportunidades de compra. Desde esta perspectiva, la brutal caída de precios podría abrir espacio para estrategias especulativas de “carry trade” o apuestas de recuperación en el largo plazo. Sin embargo, estos movimientos se apoyan más en la lógica del “alto riesgo, alta recompensa” que en un convencimiento de que Argentina esté realmente encaminada hacia la estabilidad.
El costo de financiamiento y el aislamiento internacional
El riesgo país en 1.456 puntos implica que la Argentina debería pagar tasas prohibitivas para emitir nueva deuda, lo que refuerza su aislamiento de los mercados voluntarios de crédito. Esto obliga al Gobierno a depender de financiamiento interno, emisión monetaria encubierta o a renegociaciones con organismos multilaterales. Cada una de estas opciones, sin embargo, presenta sus propios desafíos: desde la presión inflacionaria hasta la condicionalidad política del FMI.
Perspectivas a corto y mediano plazo
La dinámica actual sugiere que, salvo un cambio de rumbo en la política económica o un golpe de confianza —por ejemplo, a través de un acuerdo político amplio o un programa robusto con organismos internacionales—, el deterioro podría continuar. El escenario más probable es que los bonos sigan cotizando con fuertes descuentos y que el riesgo país se mantenga en niveles que bloquean el acceso a los mercados.
Para Milei, el desafío no solo es económico, sino también político: sin capacidad de articular consensos internos, la confianza externa difícilmente se recupere. Los inversores buscan previsibilidad y señales de gobernabilidad, dos elementos que hoy parecen ausentes en la coyuntura argentina.
Un dilema de confianza
El derrumbe de los bonos argentinos y la escalada del riesgo país son síntomas de un dilema central: la falta de confianza. Ni el ajuste fiscal ni la retórica liberal alcanzan para convencer a los mercados de que la Argentina está en condiciones de honrar sus compromisos y retomar el sendero de crecimiento.
La comparación con Ecuador muestra que, incluso en contextos de fragilidad, es posible mantener niveles de riesgo relativamente controlados si se logra un mínimo de estabilidad política y de consistencia económica. En cambio, Argentina enfrenta una combinación letal: recesión, tensiones cambiarias, aislamiento financiero y un gobierno que aún no logra construir puentes hacia la gobernabilidad.
La pregunta ya no es cuándo volverá la Argentina a los mercados internacionales, sino qué tan profunda puede ser la caída antes de que se reconstruya un piso de confianza.
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