Luego de obtener varias victorias electorales con más del 50% de los votos, el MAS logró este 2025 salvar la personería apenas con un magro y poco digno 3%. De tener los dos tercios a casi ningún legislador. El resultado parece obvio tras tres años de masacre interna, pero es necesario recapitular algunos elementos que propiciaron su caída.
Intentaré no caer en lugares comunes, como apuntar a la corrupción, la persecución o el reeleccionismo, que son, lamentablemente, constantes en la historia del país.
1. La relación partido-movimiento. Nunca se logró superar el conflicto entre el partido y el movimiento. Si bien no hay partidos como tal en Bolivia, se tuvo 20 años para romper este límite y crear una estructura que pueda representar los Intereses de las clases populares más allá de las elecciones y la toma del poder estatal.
2.- No pudo pasar el límite de la agenda de octubre. Las grandes movilizaciones de inicios del 2000 que marcaron la agenda de transformación nacional y acabaron con la democracia pactada de los 90, fueron hábilmente encaminados por el MAS por la vía electoral. Pero el nuevo bloque nunca se planteó superar este horizonte. La Asamblea Constituyente y la nacionalización fueron su máxima realización, pero también su límite. Para el 2010 la agenda se acabó y el MAS no logró construir otra.
3.- La cuestión de la gobernanza. Por las características del MAS y su nacimiento, junto con la habilidad de su líder para gestionar las demandas vía cooptación o derrota, el modelo de gobernanza (citando a Jáuregui y García Yapur) llegó a un límite en el que no bastaba contentar a sectores poderosos, como los mineros de oro o los agroindustriales, que empezaron a buscar ya no ser sujetos hegemonizados, sino hegemonizantes.
4.- La nueva clase media. Se impulsó una nueva clase media, pero nunca se la entendió. Ya lo dijeron varios, como García Linera, Hugo Moldiz, que las nuevas clases medias populares tienen otros intereses, no solo identitarios y de inclusión, sino ya de acumulación y superación de clase. Se avanzó en la inclusión estatal de grandes capas campesinas y originarias y se creó una clase media ancha por la vía del consumo (Jáuregui) sin tener claridad de qué hacer con ella.
5.- El nuevo “sujeto”. Otro elemento es que el MAS estimuló dentro suyo a un sujeto que no supo controlar y que terminó destruyéndolo, a decir, el “emprendedor”, el “ciudadano”, el “Qamiri”. No es que sea malo emprender, para nada. Lo que digo es que el MAS no se apropió nunca de la idea de un “capitalismo popular” o alguna cosa que luego pueda ofrecer a su futura base social. La falta de horizonte es un gran límite en general para la izquierda. Pero el MAS ni siquiera se planteó el problema.
Tampoco se apropió de las nuevas agendas feministas, ambientalistas y de identidad sexual, que, más al contrario, fueron hábilmente adaptadas desde la derecha.
6.- Otro factor fue la cuestión del liderazgo. No como objeto del poder (en el ámbito de la cuestión del poder como medio y como fin) y la representación del partido o el movimiento, sino como el sujeto de poder (cómo y quién ejerce el poder y a través de qué discursos) como catalizador de los Intereses hegemónicos, parafraseando a Foucault. Tal vez así Morales habría quedado como un líder histórico y se habrían generado varios posibles relevos acorde a la nueva realidad.
7.- La cuestión decisional. El sistema interno del MAS se organizó bajo una mezcla de lo orgánico-sindical, el liderazgo de Evo Morales (el estilo de gobierno) y normas partidarias ambiguas, pero efectivas, que se funcionaron entre el mandato (imperativo y representativo) y la contingencia (el acontecimiento), citando a Mayorga (2019). El sistema funcionó relativamente bien hasta el 2020. Ya la crisis del 21F mostró una ruptura entre lo orgánico, el liderazgo y las normas, que se profundizó en 2019, cuando el modelo decisional se quebró.
8.- Nunca llegó la reforma moral, ética e intelectual. La coherencia entre el discurso y la práctica y se rompió luego de 2010, con el Tipnis y el gasolinazo. La reserva moral se quebró con el fondo indígena y murió con el caso Zapata. La reforma intelectual se perdió entre la biblioteca de Linera y las arrugas de Choquehuanca, es decir, entre las tendencias “jacobinas” y “pachamamistas” del proceso de cambio. Este fue talvez el escenario más rezagado por el masismo, cuando debía ser el más importante.
9.- Táctica y estrategia. El MAS perdió la iniciativa política luego de 2010. Ya ni imaginó mundos posibles, ya no creó nuevos imaginarios y dejó lo político (en el sentido de Mouffe, como lo antagónico) y se concentró en la política (idem, en el sentido de lo institucional). No alcanzaba con la reproducción del poder por la vía electoral, había que disputar cada escenario posible al adversario-enemigo. Todos los significantes (democracia, ciudadanía, pueblo, medio ambiente, incluso lo indígena) fueron tomados uno a uno por la derecha en una contra articulación conservadora que se vislumbró en 2019 y se concretó en 2025.
10.- Ruptura de los símbolos y rituales políticos. El proceso de cambio se inició como una revolución sobre todo cultural y simbólica, más que económica. No me refiero al uso de la whipala o las k’oas, sino a la ritualidad, simbología, los mitos profundos, los dramas y espectáculos de lo nacional popular. Robando descaradamente palabras de Lacan, serían el “acting in y el acting out” del proceso de cambio. La simbología indígena se folklorizó pasando de ser muestra de poder a ser un adorno del Estado (Macusaya). El Estado Plurinacional se propuso superar las identidades, símbolos y ritos de la Revolución Nacional de 1952, a decir, lo mestizo, castellano y el Estado nación homogéneo, pero no pudo ni supo prevalecer sobre el conservadurismo.
Claro que, tan amplias y profundas tareas eran extremadamente difíciles de cumplir, ya sea por factores externos, como el contexto internacional, siempre definitorio, o por contingencias internas, como la suicida idea del liderazgo eterno de Evo Morales.
Además, se suele pasar por alto los enormes avances del Estado plurinacional, tanto en temas de inclusión, como en economía y lo social, que seguramente podremos recordar mejor dentro de unos años, cuando la lejanía del tiempo nos permita releer este periodo con más equilibrio.
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