No me cabe ninguna duda de que más de un profesional del área de las comunicaciones ha aspirado a ser un periodista con el talante de Amalia Pando. Entre ellos, quien escribe estas líneas. Su capacidad, claridad, valentía, elocuencia y lucidez la han convertido en un referente del periodismo en nuestro país en los últimos años.
Por eso, el haberle otorgado el Premio Nacional de Periodismo 2025 es una magnífica noticia, porque representa un merecido reconocimiento a una larga e imponente trayectoria que nunca ha dejado indiferente a nadie. Unos aman su estilo inconfundible; otros la han considerado un peligro y han intentado acallar su voz en distintas épocas de su ejercicio profesional, como ella misma lo recordó al momento de recibir el premio.
A partir de este reconocimiento, me pareció oportuno reflexionar sobre la ética y el ejercicio del periodismo en un momento en el que la profesión está experimentando un cambio acelerado y vertiginoso, tanto en la forma como en el fondo, producto de la aparición de plataformas digitales y la irrupción de la IA, que han marcado un antes y un después.
La realidad es que hoy, de la mano del mundo digital, todos comunican. Crean contenido y lo difunden a sus propias audiencias. Algunos dirán: “¡Viva la libertad plena y la democratización de la palabra!”, mientras que otros pedirán recordar la conocida frase: No es necesario decir todo lo que se piensa; lo que sí es necesario es pensar todo lo que se dice.
Un buen periodista, por lo tanto, debe contar con ciertas características que distingan su acción. Lo que todo ciudadano debe aspirar es tener un periodismo no solo de calidad, sino también un periodismo ético y con principios sólidos. La filosofa española, Adela Cortina, en una de sus ponencias, definió a los buenos periodistas como aquellos que tienen como meta ofrecer a la ciudadanía el bien preciado que representa la verdad.
Pese a los riesgos de las nuevas dinámicas digitales, urge cuidar y consumir buen periodismo. Buscar un periodismo que informe con la verdad; un periodismo sin militancia política, comprometido con el bien común. Un periodismo que contraste la información, la verifique y la contextualice. Un periodismo que aspire a educar y no a limitarse a una entretención vacía.
Finalizo felicitando a Amalia por este premio y aprovecho de darle las gracias por demostrar que sí es posible hacer un periodismo de calidad, de la mano de la ética y con la profunda convicción de que, desde nuestra profesión, algo podemos — y debemos — aportar para diseñar una mejor sociedad.
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