Septiembre 30, 2025 -HC-

La democracia fuera de equilibrio


Martes 30 de Septiembre de 2025, 6:15am






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Para un electorado polarizado (no solo políticamente sino también bajo el modelo de negocio de las big-tech), manipulado sofisticadamente, desinformado, y con sobredosis de fanatismo, es imposible distinguir entre propuestas de buen gobierno que equilibre la oferta electoral de los candidatos con la demanda del electorado, los buenos programas para un gobierno responsable que regule la capacidad de gasto público y, con políticos en competencia para ganar votos con propensión a disfrazarse como buenos y honestos cuando en realidad son malos y corruptos; lo que se produce es una zona gris donde el electorado tiene limitaciones para elegir bien y no puede saber a qué bando pertenecen unos y otros. En estas circunstancias, nos encontramos frente a una democracia fuera de equilibrio, fuera de control entre demagogia y tecnocratismo, entre piratería política y guerra sucia que reducen las posibilidades del electorado de elegir un buen gobierno, un gobierno responsable, con rendición de cuentas al pueblo soberano; este desequilibrio democrático y falta de separación de lo bueno y lo malo es evidente entre los que ingresaron a la segunda vuelta: el PDC y Libre han demostrado hasta ahora que oscilan entre la kakistocracia (los peores) y la ekistocracia (los más despreciables).

¿Cómo separamos el buen gobierno del mal gobierno? ¿Cuáles son las pistas de los votantes para escoger buenos políticos? ¿Qué garantiza que el principal, en este caso el votante y su agente, el político, entren en equilibrio para asegurar un buen gobierno y el bienestar del principal?.

Cualquier orden político (ayer, hoy y mañana) son imperfectos, la humanidad no conoce aún un gobierno perfecto, un buen gobierno, un gobierno desinteresado que gobierne por el bien común. El ideal del buen gobierno en perspectiva histórica ha estado en desequilibrio con los malos gobiernos realmente existentes y, la tarea inacabada es separar lo bueno de los malos gobiernos; el buen gobierno, los equilibrios inestables y el arte de la separación fueron líneas maestras en el pensamiento político de Aristóteles, Antonio Gramsci y Michael Walzer.

El profesor José Fernández Santillán (2019) nos recuerda que Aristóteles distinguía las formas buenas de gobierno de las malas según dos criterios: 1) si actuaban de acuerdo con la ley (eunomía) o si procedían en contra de la ley (disnomía); 2) si procedía de conformidad con el interés colectivo o si se comportaban tan sólo de acuerdo con el interés de una de las partes. Y Aristóteles deja claramente establecido que las leyes que están concordes con los regímenes rectos son justas, y las concordes con las desviaciones no son justas.

La política concebida como un proceso intrínsecamente dinámico y desequilibrado, inestable desde las prácticas económicas e ingobernable desde las prácticas gubernativas ya fue planteada por Antonio Gramsci quien definió la política como “equilibrios inestables”. Christine Buci-Glucksmann (1978), sostiene que Antonio Gramsci emplea de manera idéntica los términos “equilibrio inestable” o “equilibrio catastrófico” para referirse a la correlación de fuerzas opuestas entre clases sociales, en un movimiento dialectico históricamente determinado “El equilibrio en sentido gramsciano define siempre una relación de fuerzas contradictorias, que pone en juego aquello que Gramsci llama “la base histórica del Estado”….Bastante antes que los Quaderni, ya desde 1920, Gramsci analiza la relación de fuerzas como equilibrio inestable”.

En su contrario, la búsqueda de equilibrios estables mediante el arte de la separación de los poderes (por ejemplo la separación entre Estado e iglesia, la separación entre Estado y sociedad civil, la separación entre vida pública y vida privada y la separación de los poderes del Estado en los ya conocidos legislativo, ejecutivo y judicial e incluso electoral), el profesor Fernández Santillán nos remite a Michael Walzer y su definición del liberalismo político como arte de la separación “En ese contexto, Bobbio hace alusión a Michael Walzer, uno de los más destacados filósofos de la política de Estados Unidos,  quien publicó en la Biblioteca della libertá un ensayo titulado “El liberalismo como arte de la separación”. Allí Walzer señala que la diferencia entre el mundo antiguo y el mundo moderno radica en que en el primero el mundo se concebía como un universo orgánico; allí las varias esferas en que se formaban los centros de poder se confundían; en el segundo, en cambio, las esferas de poder se separan” (2019, P. 224). En consecuencia, un buen liberalismo propugna y practica el arte de la separación de los poderes del Estado y, su concentración en uno o pocos es el mal gobierno llamado (dirá Norberto Bobbio) por Montesquieu despotismo.

Lo que me parece importante de introducir en el debate del futuro gobierno boliviano es forjar el difícil equilibrio entre la legitimidad del populismo (pues son legítimas las demandas insatisfechas de los de abajo) y, la necesidad del tecnocratismo de un Estado austero que, combinados con sabiduría, darían lugar a un Estado responsable; lo contrario provocaría en sus extremos (populismo y tecnocratismo) efectos nocivos como la demagogia en el primer caso y el fascismo en el segundo, de ahí la importancia de separar  lo bueno de lo malo y lo legítimo de lo ilegítimo en el populismo y en el tecnocratismo.

Un Estado responsable de largo plazo es urgente de construirlo a partir de nuevas capacidades estatales. Equilibrio y separación son de difícil realización, pero no imposibles de lograr, puesto que urge poner freno a lo que el jurista italiano Luigi Ferrajoli denomino poderes salvajes (2011), poderes arbitrarios de los gobernantes que han dejado en quiebra el Estado Plurinacional, que por encima de la soberanía popular una cleptocracia ha terminado haciendo lo que ha querido sin controles ni transparencia.

El logro de equilibrios entre modelos de política fundamentados en el conflicto y el consenso y la separación real de los poderes del Estado Plurinacional abren la posibilidad de lo que Jürgen Habermas llamo “una revolución recuperadora”, de una recuperación de la democracia, del gobierno de la ley y de la erradicación de la política fandom. El desafío de canalizar equilibradamente demandas insatisfechas de todos en un Estado en la ruina y la decisión de separar a los malos gobernantes y la cleptocracia del actual gobierno depende de las tensiones y de la convergencia del sujeto popular y ciudadano con los consensos y acuerdos de las fuerzas parlamentarias para enfrentar la policrisis, combatir la impunidad gubernamental, mejorar la capacidad de gobernar e innovar la gobernanza integral.

El desafío esta planteado, consiste en lograr equilibrios entre los modelos económicos, ideológicos y culturales de las fuerzas de derecha e izquierda en competencia, es decir, el equilibrio entre la crisis económica y la crisis de un principio de identidad colectiva que unifique a los bolivianos, separando los maximalismos para lograr puntos de encuentro y evitar enfrentamientos innecesarios que ponen en riesgo la democracia intercultural fuera de equilibrio.

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Politólogo y abogado, Docente UMSA.

 

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