Junio 20, 2025 -HC-

La luz que se apaga: dependencia, subsidios y tarifazos


Viernes 20 de Junio de 2025, 10:00am






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En los últimos 15 años, el consumo de energía eléctrica en Bolivia se duplicó: pasó de 5.664 gigavatios-hora (GWh) en 2010 a 10.450 GWh en 2024. Durante la bonanza económica, ese crecimiento no fue un problema. Teníamos suficientes recursos para ampliar la oferta energética, construyendo nuevas termoeléctricas a gas, ampliando las hidroeléctricas, incluso instalando parques eólicos y plantas solares. Parecía el inicio de una de diversificación y transición energética prometedora.

Sin embargo, pese a esos avances, hoy dependemos del gas natural que se agota para el suministro de energía eléctrica. Las termoeléctricas cubren el 70% de la demanda nacional, mientras que las plantas hidroeléctricas aportan el 20%, y las fuentes renovables o alternativas apenas llegan al 10% del total. En dos décadas, hemos pasado de una matriz energética basada en recursos hídricos, a una dependencia crítica del gas natural.

El agotamiento del gas es preocupante, pero no es el único problema a encarar para alejar las amenazas de cortes o apagones. El gas natural que alimenta las termoeléctricas tiene un precio artificialmente bajo. Según la Agencia Nacional de Hidrocarburos (ANH), el millón de BTU se vende a un precio regulado de 1,3 dólares a las plantas de electricidad, mientras que en el mercado internacional oscila entre 8 a 12 dólares. La diferencia está subvencionada por el Estado y esta es una de las explicaciones del porqué de las utilidades extraordinarias que reporta la Empresa Nacional de Electricidad (ENDE) y que el gobierno suele exhibir como prueba incuestionable para negar el fracaso de las empresas estatales.

Para ilustrar este estado de situación, es útil tener en mente que las termoeléctricas consumen alrededor de 1.500 millones de metros cúbicos de gas al año. Si tuviéramos que importar al precio internacional, el costo adicional sería de unos 400 millones de dólares anuales. Las ganancias que reportó ENDE en los últimos años (en promedio, 160 millones de dólares anuales), simplemente serían insuficientes para absorber el impacto financiero. Por lo tanto, su sostenibilidad económica estaría en entredicho, se vería obligado a operar a pérdida o recibir fondos extraordinarios del tesoro general.

El escenario de que Bolivia tenga que importar gas en unos dos a cinco años es altamente probable. El país ya tiene la mirada puesta en Argentina que tiene grandes reservas y exporta desde los campos gasíferos de Vaca Muerta a Brasil, alquilando los gaseoductos nacionales ahora subutilizados. El precio de ese gas que transita por el territorio boliviano ronda entre 7 a10 dólares por millón de BTU. Ese gas estaría disponible para nuestras termoeléctricas, siempre que estemos en posibilidades de pagar ese precio.  

Pero ya no estamos en tiempos de bonanza. El Estado tiene grandes dificultades para conseguir dólares y así seguir abasteciendo de combustibles importados y subvencionados. Sobre lo mojado, llueve. Además, las posibilidades de transferir la carga financiera al consumidor son bajas, no solo por la pérdida del poder adquisitivo de la moneda nacional, sino que los bolivianos ya pagamos tarifas por la energía eléctrica que están por encima del promedio de los países de la región. En la práctica, el gas subvencionado no aliviana tanto el bolsillo de las familias, sino que sostiene los elevados costos operativos de las plantas generadoras y empresas distribuidoras. No hay mucho margen para futuros tarifazos. Si no se hace algo desde ahora para que las cuentas cierren, el riesgo de cortes, racionamientos, o apagones aumenta cada día que dejamos pasar.

Entonces, sí. El fantasma de los apagones está a la vuelta de la esquina. Si el desabastecimiento de gasolina y diésel es un verdadero dolor de cabeza en este momento, imaginemos qué consecuencias tendría cualquier tipo de interrupción en el suministro de gas a las plantas termoeléctricas. El colapso del sistema eléctrico sería el pan de cada día. Para quienes creen que algunas regiones como La Paz están a salvo por tener hidroeléctricas, hay una mala noticia: el 90% de la electricidad que llega a nuestros hogares, sin importar donde estemos, proviene del sistema eléctrico interconectado a nivel nacional. 

No sabemos con certeza cuándo sucederá, pero las señales de alerta anuncian que será pronto. La producción del gas sigue cayendo en picada, y el consumo interno acaba de superar a las exportaciones.

La pregunta no es si llegará la crisis energética a nuestros hogares, sino cuándo comenzará y qué debemos hacer para enfrentar.  

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