29 de febrero (Infobae)- En un giro revelador sobre las dinámicas de poder en el escenario internacional, ejercicios militares rusos filtrados han expuesto las profundas suspicacias de Moscú hacia Beijing, sugiriendo una percepción de China como amenaza potencial. Estos juegos de guerra, desarrollados por oficiales rusos entre 2008 y 2014, fueron diseñados ante la hipotética invasión china del extremo oriente ruso e incluyeron detalles intrincados sobre tácticas de guerra y estrategias de defensa, incluyendo la posibilidad de despliegue de armas nucleares.
La información, originalmente filtrada al Financial Times, ilumina sobre la desconfianza persistente de Rusia hacia China, una nación con la que ha buscado estrechar lazos bajo la administración de Vladimir Putin y Xi Jinping, fraguando una relación descrita como “sin límites”. “Muchos sistemas de armas nuevos se desplegaron primero en el Extremo Oriente, aunque Rusia siempre dijo que la OTAN era la principal amenaza y China un socio”, afirmó al medio británico Alexander Gabuev, director del Carnegie Russia Eurasia Center de Berlín, destacando la envergadura de la preparación rusa frente a una potencial ofensiva china.
Estos ejercicios delinearon escenarios donde actores patrocinados por el régimen de China simulan protestas y ataques a infraestructuras críticas de Rusia, escalando hacia acusaciones de “genocidio” y un incremento en la producción de defensa por parte de Beijing. Aunque estas narrativas puedan sonar más a estrategias de ciencia ficción militares que a planes de contingencia realistas, reflejan la seriedad con la que Moscú ha considerado la posibilidad de un conflicto.
La respuesta oficial del Kremlin a la filtración ha sido de escepticismo, dudando de la autenticidad de los documentos. En contraste, el Ministerio de Asuntos Exteriores chino ha reiterado la fortaleza de la amistad entre ambos países, mencionando que la “teoría de la amenaza” no tiene mercado en China y Rusia” y contradice la narrativa de intereses y estrategias desplegadas en los citados ejercicios.
En la década de 1960 y 1970 se vivieron momentos de tensión especialmente pronunciados entre las dos naciones, incluyendo un conflicto militar no declarado en 1969, tensiones que resurgieron en los ‘90 con una China en ascenso y una Rusia en declive. Sin embargo, con la llegada de Putin al poder, ambos países buscaron mitigar estas fricciones, firmando tratados para evitar agresiones mutuas y renunciando a reclamaciones territoriales.
El teatro de operaciones militares no se ha quedado en el papel, manifestando una cooperación armamentística entre Rusia y China con la venta de sistemas de defensa antiaéreos S-400 a Beijing y ejercicios militares conjuntos. Aunque, tal cooperación ha sido calificada más como “oportunidades fotográficas y desfiles” que asociaciones estratégicas de fondo, según William Alberque, director del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos, en declaraciones al Financial Times.