Abril 29, 2024 [G]:

Madre e hija


Jueves 15 de Febrero de 2024, 9:00am






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Más allá del dolor que provoca en la familia, amigos y conocidos el asesinato de María Lindaura y Miranda Lucía aún no me recupero del desasosiego que ha generado el tratamiento informativo de este hecho, sobre todo en los medios audiovisuales incluyendo a las redes sociales. Lo paradójico y contradictorio, por cierto, es que esta columna la escribe alguien que lleva más de treinta años en televisión como reportero y presentador de noticias (lo que jamás me gustó y, a día de hoy, detesto hondamente).

 Resulta, mire usted, que la sociedad del espectáculo tan bien descrita por el filósofo Guy Debord en su libro homónimo publicado en 1967, ha acabado definiendo las pautas propias de la administración y producción de información para satisfacer las necesidades primarias de una vida cotidiana enajenada por la sociedad de consumo que hace del vacío de contenido una máxima incuestionable. Eso es, precisamente, lo que me mata, lo cosmético en detrimento de lo ético, la celeridad de la inmediatez en desmedro de la prudencia, el rigor y la empatía, y la monetización de los likes y las visualizaciones sobre cualquier criterio periodístico. El vacío como concepto total.

  En el caso del asesinato de María Lindaura y Miranda Lucía se han vulnerado todos los paradigmas periodísticos; sólo faltaba una cámara en la autopsia legal y, de paso, una ouija para establecer contacto directo con las difuntas. Por supuesto, en cada nota se añadieron elementos melodramáticos accesorios (prescindibles), desde una banda sonora acorde con los acontecimientos descritos por sí mismos por las imágenes y los comentarios, no siempre acertados, de los expertos, los analistas y los tertulianos que colapsan las pantallas con absoluta impunidad. Todo es válido con tal de sumar réditos en las redes sociales, impactar en audiencias vulnerables al relato de Gran Hermano, obsecuentes con el poder, poco reflexivas y, por lo tanto, acríticas.

  Lo preocupante, creo, es que el reduccionismo cultural, la simplificación del lenguaje en emoticonos, la pérdida progresiva del hábito de la lectura como proceso de formación intelectual y la involución del homo sapiens en homo videns, describen la deriva de una sociedad errática sin referentes periodísticos salvo el informativista simpático y la presentadora guapa limitados a la dictadura editorial del telepromter o el sonopromter, depende de la tecnología de cada medio.

  Sí, lo reconozco, estoy tirando piedras contra mi propio tejado, pero es lo que hay o lo que los propietarios de los medios de comunicación quieren respondiendo, según su argumento, a las tendencias (trending) actuales. Contra eso nada se puede hacer, salvo refugiarse en la nostalgia de aquello que fuimos y jamás volveremos a ser.

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