La Paz, 27 de mayo (Grecia Torrez, Urgente.bo).- Son las dos de la madrugada. El frío hace de las suyas en La Paz y El Alto. Mientras paceños y alteños duermen, doña Maruja Mamani Pinto ya está lista para iniciar su jornada laboral. Y antes de poner la olla con agua al fuego, antes de medir las porciones de cereales o preparar las hierbas para los mates, ella se toma un momento para rezar y pedir a Dios para que la venta prospere en el día y aprovecha para orar por Bolivia, por los enfermos y por sus caseros.
Su contacto cotidiano con Dios es natural y es la energía que le permite a doña Maruja trabajar con mucho entusiasmo y alegría. “Primero me levanto de la cama, oro para vender, por Bolivia, por todos los hospitales y recién empezamos a preparar los desayunos para que sea más bendecido”, cuenta la casera mientras sirve rápidamente un jugo de quinua a uno de sus asiduos clientes.
Desde hace 28 años, doña Maruja recibe a sus clientes en la calle Cochabamba, entre la calle Murillo y la avenida Mariscal Santa Cruz. Ella se instala en las paredes del Organismo Operativo de Tránsito. Hasta allí cada mañana laboral sus apresurados clientes van por un desayuno que calienta el cuerpo y combate los resfríos. La señora siempre los recibe con actitud positiva.
Desde avena con leche, quinua con manzana, quinua con leche, willkaparu, chocolate, café, hasta linaza tostada, mate de jamaica, manzanilla, jengibre, izaño y khanapacu para el resfrío… El menú de doña Maruja es amplio y atiende la diversidad del gusto de los paceños, pese a que los precios incrementaron desde octubre de 2024.
Cada vaso que sirve viene acompañado de una sonrisa, una palabra amable o un consejo. No cobra de más. Si alguien no tiene para pagar, igual se lleva su mate. “La palabra del Señor dice: si das a alguien que no tiene, me estás dando a mí. No puedo negar al que viene. Recibo calladita lo que me puedan dar, la vida es difícil actualmente”, expresa.
Asimismo, la casera resalta la importancia de consumir mates naturales, sobre todo en estos tiempos en que la situación económica del país elevó los precios de los medicamentos e, incluso, algunos de estos ya no llegan a los hospitales.
“Yo aprendí a hacer estos mates gracias a mis tatarabuelos, en el campo. Ellos tomaban para curarse porque no había farmacias ni medicamentos y ahora esta es una buena opción, además a precio económico para todo tipo de bolsillo, mis caseros ya saben”, sostiene la vendedora.
La subida de precios también la ha alcanzado: el quintal de quinua cuesta ahora Bs 1.500, y una bolsa de avena de 10 kilos está en Bs 170. Aun así, mantiene precios accesibles: jugos a Bs 2,50, mates y linaza a Bs 2.
“La venta es normal, gracias a Dios. Los caseros saben lo que traigo, es natural, hago con las recetas de antes”, explica mientras ofrece un vaso de chía con limón y miel a uno de los compradores.
Uno de los caseros que pidió una avena con leche “en vaso de vidrio para no contaminar”, contó que la parada de los desayunos de doña Maruja es infaltable cada mañana, más aún cuando la jornada laboral de los paceños inicia cuando el sol aún no llega al centro paceño. “Yo cada que vengo por acá tomo mi desayuno en este puesto, necesito recargar energías porque estoy viniendo del hospital, no da tiempo de desayunar y es la comida más importante del día”, comentó.
Otros caseritos, por ejemplos los choferes del servicio público, hacen paradas fugaces en plena calle para pedir un desayuno para llevar y continuar con su trabajo. La atención se da en menos de un minuto.
Otros llegan apurados para comprar un mate y mezclar el líquido con algún medicamento que les permita aliviar los síntomas del resfriado.
Además, su puesto no solo ofrece bebidas: también tiene pan de laja a Bs 0,50, sándwiches a Bs 4, y panes a Bs 0,50, además de empanadas a Bs 1. Todo preparado en familia, con la ayuda de su esposo e hijos. “Nosotros también tomamos los mates, para estar sanos y atender bien. Si estamos enfermos, nadie va a venir”.
Doña Maruja es más que una vendedora. Es heredera de una tradición que mezcla sabiduría ancestral con cariño cotidiano en el amanecer. En tiempos donde los remedios parecen inalcanzables, sus mates son una muestra de que el cuidado también puede ser delicioso.
“Aquí estoy cada mañana, desde las 6:00 hasta las 10:30. No tengo otro trabajo, pero tengo salud, tengo fe, y tengo a mis caseros”.
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