Recientemente, el Banco Mundial ha publicado su informe “Perspectivas económicas mundiales”, en cuyo capítulo referido a Latinoamérica señala que en 2024 la región crecerá en 1.6% (la cifra más baja en comparación con todas las demás zonas del mundo), y considera que el subcontinente experimenta una significativa desaceleración económica que se produce en un contexto de elevada inflación, condiciones monetarias restrictivas, debilidad del comercio mundial y fenómenos meteorológicos adversos.
El organismo multilateral considera que el crecimiento en la región “sigue obstaculizado por los bajos niveles de acumulación de capital y de crecimiento de la productividad a largo plazo”, y alerta sobre problemas comunes a los países como la elevación del gasto público y las altas tasas de interés, la deuda externa, los persistentes déficits fiscales, el aumento del costo de la energía y la desaceleración de la productividad total.
La CEPAL comparte esta visión pesimista y, en su último informe de septiembre de 2023, señala que “la región se encuentra en una senda de desaceleración que en parte es reflejo del bajo dinamismo del crecimiento económico y comercio global”. La Comisión estima un incremento del PIB de Latinoamérica del 1,5% para 2024, alertando sobre problemas como la deuda externa, el aumento de las tasas de interés y una caída de los ingresos tributarios. Su análisis hace especial énfasis en un menor dinamismo en la creación de empleo, crecientes demandas sociales y una agudización de la crisis climática.
Por su parte, el Fondo Monetario Internacional, en una publicación reciente, estima el crecimiento de Latinoamérica en 2% para este año, y ha señalado una serie de causas como las tensiones geopolíticas, inflación persistente, entorno macroeconómico global, menor demanda de recursos exportables y el impacto de las altas tasas de interés. También advierte sobre una eventual volatilidad en los mercados de las materias primas por la disminución de la demanda y la abundancia de suministros.
Pese a que los tres organismos especializados coinciden en resaltar los resultados de la mayoría de los países en el control de la inflación, la estabilidad y el mantenimiento de niveles aceptables de desempleo, parecen concluir que existen debilidades intrínsecas como la ausencia de un modelo económico propio, la alta dependencia del comportamiento económico de la China, Estados Unidos y la Unión Europea, la disparidad entre los países de la propia región y la vulnerabilidad extrema frente a los problemas generados por el cambio climático.
Pero si la economía no augura tiempos de bonanza, la política tampoco se muestra estable. El reciente informe del Centro de Estudios Internacionales denominado “Riesgo Político en América Latina 2024”, alerta sobre el crecimiento del crimen organizado y el narcotráfico como un problema crítico en toda la región, sumado a otros no menores como la corrupción y la impunidad, el deterioro democrático, el incremento de la migración, el aumento de las protestas sociales, el debilitamiento de la gobernabilidad, la inestabilidad internacional, la precarización del clima de negocios, la manipulación de la opinión pública y la vulnerabilidad ante el cambio climático. El estudio alerta sobre la incapacidad creciente de los Estados para enfrentar estos riesgos y la indefensión de las poblaciones frente a su crecimiento.
La combinación de los factores económicos y políticos, desafortunadamente también están generando una profundización de los problemas sociales, especialmente de aquellos que tienen que ver con los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Un informe de la CEPAL, en 2023, admitía que, pese a los esfuerzos de las Naciones Unidas y las promesas de los Estados, “se estima que tan solo el 22% de las metas ya están cumplidas o en trayectoria de cumplirse, poco más de tres cuartas partes de las metas se encuentran fuera de la trayectoria de cumplimiento”. Temas relevantes como la erradicación de la pobreza y del hambre, acción por el clima, paz, justicia, instituciones sólidas e igualdad, entre otras, no están avanzando como se esperaba luego de 10 años del acuerdo suscrito por 193 países del mundo, donde se incluyen todos los países de la región.
Latinoamérica, como el resto del mundo, se enfrenta a un tiempo de grandes desafíos que a su vez generan grandes oportunidades, pero para aprovecharlas necesita encarar sus problemas de manera consensuada y articulada, libre de los enfrentamientos ideológicos y de las visiones segmentadas de los gobiernos. Si estas barreras no son eliminadas, seguiremos siendo los proveedores de materias primas, los Estados inestables y las sociedades atrasadas que fuimos hasta ahora.
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