La creación de ‘comisiones de la verdad’ es otra de las señales de que hay un cambio de ciclo político al estilo boliviano. A cada nuevo ciclo le corresponde otra “verdad” que echa por tierra la anterior, como si se tratara de un nuevo comienzo, como si nada de lo anterior mereciera la pena mantener o siquiera recordar.
La figura de las comisiones de la verdad ha funcionado en países de todo el mundo, pero ha sido en Latinoamérica y África donde más se ha difundido su uso, seguramente por las características políticas y sociales de nuestros países, acostumbrados a dramáticos “giros” políticos y vendettas que se arrastran por generaciones.
Han existido auténticas “comisiones de la verdad” que han servido para cerrar heridas históricas, en conflictos sangrientos y duraderos, como el Acuerdo de paz entre el gobierno de Sierra Leona y el Frente Revolucionario Unido (1999- 2002), la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (Conadep), presidida por el escritor Ernesto Sábato en Argentina (1984) o la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR) del Perú (2004), que resaltan como ejemplos de un trabajo serio y sostenido, con resultados que han dejado huella y han servido como sólido cimiento para etapas de transición y también como material histórico para futuras generaciones.
Pero hay Comisiones de la Verdad y comisiones de la verdad y en Bolivia proliferan las segundas. Durante las últimas dos décadas en el país se han registrado al menos cinco comisiones de este tipo y solo una de ellas ha logrado un resultado más o menos consensuado y con alto respaldo: el que revisó las vulneraciones de DDHH en la época de dictaduras (1964-1982) y que trabajó entre 2016 y 2021.
En 2013 se creó una Comisión de la Verdad de las Privatizaciones y Capitalización, que concluyó en 2019 con una docena personas apuntadas como causantes de millonario daño económico y robo al estado (¿les suena?) que quebraron la economía del país.
El 5 de diciembre de 2019 el Gobierno interino de Jeanine Áñez creo su propia comisión de la verdad para investigar las vulneraciones de los 15 años de Gobierno del MAS, que concluyó con docenas de personas acusadas por delitos de terrorismo, violación de derechos humanos y corrupción.
Hoy, el nuevo Gobierno anuncia la creación no de una, sino de 10 comisiones de la verdad para indagar “el robo y el engaño de los 20 años” del MAS.
¿Cuál es la verdad que buscan estas comisiones? Los antecedentes nos indican que solo buscan la verdad conveniente y calculada. Las comisiones comienzan su trabajo sabiendo ‘cuál’ es la verdad y la investigación solo sirve para justificar técnica, política y discursivamente las consecuencias de ‘esa’ verdad. Si la verdad está diseñada de antemano, si los culpables, los hechos, las pruebas y las sanciones ya están prediseñadas, entonces las comisiones son una farsa.
Hay muchos factores que condicionan el desarrollo de una comisión de la verdad, desde financieras hasta técnicas, sin contar que el contexto político, social, económico y cultural son determinantes en el proceso y el resultado.
Para empezar, la conformación de una comisión de la verdad debería estar alejada del Gobierno de turno. Si los ministros encabezan la comisión, entonces no buscan ninguna verdad.
Hay siete conceptos que generalmente acompañan a una comisión de la verdad: reconciliación, justicia, reparación, centrarse en las víctimas, participación, neutralidad y no repetición. Son siete principios inalcanzables, pero dan un claro norte al trabajo de sus miembros. En Bolivia nos hemos concentrado solo en la parte judicial y hemos excluido los otros principios, lo que ha degenerado las comisiones y las ha convertido en aparatos de vendetta y persecución.
Es urgente cambiar este péndulo, caso contrario, y como van las cosas, en los próximos años veremos otras comisiones de la verdad investigando el “latrocinio y la corrupción” de las actuales autoridades y el círculo de la venganza se repetirá.
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