Abril 29, 2024 [G]:

La magnitud del putiferio


Viernes 19 de Enero de 2024, 10:15am






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La sensación generalizada de expectativas de cambio que son muy bajas, la irreversible precariedad de la actividad política, de que la política no arregla las cosas, de que los políticos son todos unos malandrines, del agotamiento del modelo económico y la psicodeflación que provoca (paráfrasis de Bifo Berardi), el desastre ecológico, el costo hundido en el que se ha convertido el Órgano Judicial y el TCP y, el devenir de una clase política despreciable, caracterizan nuestro tiempo ¿Cómo encontrar una palabra capaz de sintetizar tanta negatividad?.

Hay palabras feas que no nos gusta escuchar, hay palabras horribles que aparecen y se convierten en herramientas para explicar el inexplicable oficio del político y la lógica de funcionamiento del Estado, reducidos a una banda de ladrones compuesta por vividores inmorales, codiciosos y sin escrúpulos. No se puede evitar la vergüenza de nombrar esa palabra: putiferio.

La columna publicada en El País de España por Pedro Álvarez de Miranda (04 oct. 2021), catedrático de lengua española de la Universidad Autónoma de Madrid, afirma que la palabra putiferio viene del italiano y significa “litigio, disputa, scenata violenta e rumorosa”, “confusione, disordine, baraonda”; el diccionario del español actual (2014) le da a la palabra putiferio tres acepciones: ‘prostitución’, ‘conjunto de personas que ejercen la prostitución’ y ‘situación de desmadre’. De allí derivamos que la magnitud del putiferio boliviano, es al mismo tiempo alienante y espectáculo, en el que la mayoría de las personas (como diría Guy Debord y su crítico Anselm Jappe) han sido condenadas a contemplar pasivamente a una corruptocracia que vive y decide por ellas.

Aunque putiferio es una palabra malsonante, expresa a cabalidad la magnitud de la decadencia de la política boliviana acostumbrada a transar impunidad a sus fechorías en arcanos conciliábulos y, describe a sus practicantes, los animales políticos, muy inclinados a manipular las emociones ciudadanas para conservar su estructura de privilegios y a los cuales resulta cada vez más difícil creerles. Putiferio es la palabra adecuada para describir una magnitud, un anti-valor y una praxis de políticos muy despreciables que están en contra del bien común (no hare referencia a los teóricos de la elección pública que consideran que todos sirven a sus propios intereses, desvirtuando la idea romántica de que los gobiernos están guiados por el interés público) y también en contra de la democracia como el mejor lugar para cultivar la amistad.

Veamos la magnitud del putiferio en escenas o, el desmadre en el que ha sido convertida la política boliviana. En el terreno semántico la acepción ‘prostitución’ nos ayuda a entender la política como una invitación a la prostitución, o lo que es lo mismo, los conciliábulos, los pactos secretos, los negocios oscuros, el toma y daca y la compra venta de cargos como saber especifico de la clase política. Seguidamente la acepción ‘conjunto de personas que ejercen la prostitución’ describe la renuncia a los principios de las elites de derechas y de las contraelites de izquierdas, el cínico realismo del transfugio, el exceso de clientelas y parentelas en el Estado, la instrumentalización de la justicia a cargo de lacayos insignificantes que urden la reproducción del poder de unos pocos por medios autoritarios y la hacen técnica de poder para gobernar en favor de intereses personales y grupusculares. En cuanto a la ‘situación de desmadre’ esta despreciable clase política ha llevado la economía, la ecología, la justicia y los valores democráticos a un estado de caos y de polarización tal que la emocionalidad ciudadana solo puede ver el mundo de vida en blanco o negro; el desmadre comunicacional no solamente radica en decidir a quien le creemos y a quien no; el desmadre es de magnitud psíquica y política, se hace fuerte con el triunfalismo de una red oscura de operadores políticos que viabilizan pactos oscuros, complicidades de gobierno y una manera burda de comprar votos en la oposición y lealtades en las altas esferas de los Órganos Judicial y Electoral supuestamente “independientes”; sólo en medio del desmadre, del odio fanático y del caos organizado pueden vivir bien los privilegiados a costa de los subprivilegiados.

La política boliviana y su complejo de instituciones que incluyen a la policía, las fuerzas armadas, la universidad pública, los sindicatos, las organizaciones sociales, los alcaldes, gobernadores y la prensa aliada con los poderosos (a la que hay que acercarse con detector de mentiras) es un pacto de corruptos, una red de poderes convertida en un auténtico putiferio; probablemente esta es una palabra inadecuada para el decoro y la “dignidad” de la clase política, pero es una herramienta que sirve bien para dar con sus vicios, sus conciliábulos, su hipocresía y sus privilegios injustificados.

El ejercicio de la prostitución política es un oficio antiguo, politológicamente se le ha denominado transformismo o, formación de mayorías de gobierno mediante la corrupción sistémica y los pactos secretos a espaldas de la gente de la calle. Como dice el columnista de El País Juan Luis Cebrián (8 ene. 2024) las casas de tolerancia han llegado a ser más respetables que algunos conciliábulos políticos.

El realismo político nos ha enseñado que una ciudadanía bien educada, informada y participativa no garantiza frenos al oligarquismo de camarillas ni es un dique de contención al autoritarismo competitivo. Sin embargo, y pese a que el buen gobernante es un animal salvaje que los bolivianos nunca hemos visto, es un imperativo inmunizarnos del escandaloso putiferio, superando la actual sumisión a esa clase política tan despreciable conformada por los peores elementos de nuestra sociedad (abusivos, racistas, corruptos, manipuladores, prevaricadores, delincuentes, vividores, violadores, oportunistas, amigotes, feminicidas, loteadores, etc.). Esto es posible desde la sociedad civil (y quien sabe ex post factum desde el gobierno) con el diseño e implementación de políticas públicas que le brinden información veraz y conocimiento relevante a los electores para que puedan elegir a sus mejores representantes (aunque representar empobrece la vida misma), a sus mejores hombres y mujeres. La política es un arduo limar de duras maderas, comencemos el año 2025 por decirle si a la aristocracia (los mejores) y decirle no a la kakistocracia (los peores) y un doble no a la ekistocracia (los más despreciables).

 

 

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Politólogo y abogado, Docente UMSA.

 

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