Era convencimiento entre analistas y politólogos que si segunda vuelta tenía que haber en las elecciones nacionales, esta enfrentaría a Samuel Doria Medina contra Tuto Quiroga. Sin embargo, el soslayado –Rodrigo Paz– terminó siendo el ganador. Y cuando un tercero se impone conviene reflexionar a costa de quién lo hizo.
En un ambiente de fin de un ciclo político, con la inherente polarización que ello implica, se esperaba de quien las encuestas presentaban como favorito un discurso y una campaña acorde con ese estado de ánimo político, Doria Medina, asumiera ese dato. Sin embargo, Samuel no escatimó recursos para mostrarse como la prolongación del ciclo que debía finiquitar. Por ejemplo, ¿creyó que le podría granjear apoyo político el exhibir que era el vicepresidente de la Internacional Socialista? ¿Pensó seriamente que publicitar el apoyo de Sergio Almaraz–notable figura en el primer periodo de gobierno del MAS– a su persona le iba a redituar éxito electoral?
No se puede descartar que personajes influyentes en su entorno íntimo tengan alguna responsabilidad en esos traspiés. Muchos ya pusieron en relieve su debilidad hacia estos actores que, además, jugarían sus cartas en diferentes mesas de juego: el marido como asesor en una, la esposa como candidata en otra, por ejemplo. Diferentes mesas, es cierto, pero unidas por una misma lógica e ideología política. Y es este componente conceptual lo que quizás conviene profundizar.
El MAS fue el ensayo más catastrófico en resolver problemas sociales y nacionales. Reprodujo sobre el indio un discurso culturalista creado en la academia occidental y financiado por los organismos internacionales de cooperación. Como discurso, encandiló a los criollos, pero les resbaló a las bases indígenas. De estos, afectó solo a los que como futuras elites se formaban en centros universitarios o frecuentaban los entornos de las elites criollas, inutilizándolos lamentablemente. En la práctica, ninguna de las reformas estatales imbuidas en esa concepción tuvo éxito. Es pues patético que Doria Medina creyese que exteriorizando su adhesión a la plurinacionalidad iba a obtener el apoyo popular e indígena.
Los pueblos indígenas han madurado diferente a las especulaciones de los académicos criollos y se encamina por senderos extraños a las ONGs. Varios representantes de estos grupos se esforzaron por vincularse a los diferentes frentes, entre ellos los de Doria Medina, encontrando extrañeza hacia sus propuestas y, finalmente, dejamiento y exclusión.
Este último factor es el que explica el triunfo de Rodrigo Paz: Se debe en gran medida al factor Edmon Lara, pero también al de activistas aymaras y quechuas, como Edgar Morales. Este último es, quizás, el verdadero artífice del entronque de Rodrigo Paz en El Alto y provincias del altiplano. Esta nueva dirigencia popular es reacia al tratamiento colonial imperante en los otros partidos, en donde son tratados como objetos a negociar y manipular. Esta nueva dirigencia no es de” buscapegas”, quieren ser actores en el diseño y dirección de una nueva Nación y de un nuevo Estado.
De esa manera, la segunda vuelta en estas elecciones representa un salto cualitativo en la política boliviana. Rodrigo Paz tiene la oportunidad en las manos. Tuto Quiroga tiene también la ocasión en las puertas. No olvidemos que este último personaje habló en su campaña que la titularización de tierras seria en adelante individual, despertando el reclamo airado de los criollos que todavía tienen una romántica visión del indígena comunitario. En Occidente del país el indígena ya es propietario de sus tierras, que se le otorgó de manera indivisa por la Reforma Agraria del MNR. El curso de los acontecimientos y la manera como los comunarios administran esa conquista, muestra a las claras que es necesario una nueva innovación en cuanto al uso y propiedad de las tierras en que viven y trabajan.
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