A pocas horas del silencio electoral fuimos testigos del último deslucido debate presidencial, que se suma a una extensa estadística de alrededor de una decena de debates presidenciales para estas elecciones (divididos principalmente entre medios de comunicación hegemónicos y corporaciones empresariales), de los cuales solo uno reunió a los ocho candidatos que continúan en carrera. Además, también se tuvo un debate de candidatos a vicepresidentes y algunos de candidatos a asambleístas, donde en ninguno de los casos se logró reunir a todas las fuerzas políticas.
Durante los últimos 20 años se exigió que los candidatos debatan y de no tener debates, pasamos a tener una cantidad inédita en desmedro de la calidad, que lamentablemente dejó más memes que propuestas; siendo más valiosas las entrevistas directas.
El otro problema que atravesaron todos los debates fue el formato y la transmisión como tal. No hubo ningún debate que sea emitido simultáneamente por todos los medios de comunicación, no se generó una obligatoriedad como tal desde el Tribunal Supremo Electoral (TSE) y se optó solamente por algunos canales de televisión privados, lo cual desembocó en un último debate solo con tres candidatos, tristemente improvisado y que no aportó prácticamente en nada a los votantes.
De los intereses que rondan alrededor de los debates prefiero no escribir, pero resulta evidente que los partidos políticos, los candidatos, la Confederación de Empresarios Privados de Bolivia (CEPB), la Asociación Nacional de la Prensa (ANP) y algunos medios de comunicación juegan sus propias cartas.
Otro detalle no menor es saber cuántas personas atendieron/siguieron/vieron cada uno de los debates o al menos uno. En Bolivia no existe una medición de rating, así que no podemos saber cuántos televisores sintonizaron los debates por señal abierta o por cable. Pero sí podemos tomar en cuenta los datos de los canales que produjeron y transmitieron el primer debate del TSE, que lograron 867.000 reproducciones entre Facebook y YouTube; mientras que el canal que transmitió el segundo debate del TSE logró 32.000 reproducciones. Evidentemente estos números pueden crecer con las transmisiones en otras páginas y en TikTok, pero también es preciso mencionar que estos números tampoco garantizan que esa cantidad de usuarios hayan visto los debates completos.
Para estas elecciones, están habilitados 7.937.138 bolivianos para votar, es decir que, de acuerdo a las estadísticas públicas, alrededor el 10% de los votantes siguieron los debates presidenciales y siendo optimistas ese porcentaje podría crecer al 20% o 30%.
Entonces, la realización o no de debates es un falso debate porque en los formatos que se hicieron en Bolivia para estas elecciones no captaron la atención ni de un tercio de los votantes, se hicieron a partir de esfuerzos/intereses sectoriales y los únicos dos organizados por el TSE fueron también sobrellevados por la improvisación, más allá de las buenas intenciones.
¿La solución es que no existan debates? No. Pero comunicacionalmente, si no se hacen bien, no sirven de nada. Y no necesitamos inventar nada, basta con mirar a nuestro vecino argentino, donde solo el ente electoral organiza los debates, se coordina con todos los medios de comunicación, se invita a presentadores/moderadores en el marco del equilibrio periodístico, se obliga a la transmisión en todos los medios y se logra una audiencia altísima.
Hasta que no nos acerquemos a eso, mi voto (y con seguridad el de muchos bolivianos) no será influenciado por un debate. Y ojalá no pase lo mismo en la segunda vuelta (si es que hay).
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