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El charanguista Donato Espinoza cuenta sobre su faceta musical y limitaciones que tuvo que atravesar para convertirse en un referente cultural. El gran intérprete del charango recibió su primer instrumento de su obsequio.
Martes 7 de Agosto de 2018, 8:45pm
Donato Espinoza, considerado uno de los mejores charanguitas del país, oriundo de la ciudad de Potosí, señaló que muy niño llegó a la urbe paceña junto a su madre, quien trajo de su tierra natal un charango muy rústico de quirquincho, con cuerdas de metal para que fuera parte de la decoración de su sala y se lo obsequió al artista que hoy es un ícono musical, interpretando este instrumento.
Recuerda que cuando estaba en el colegio comenzó a tocar el charango, de manera autodidacta con el método “ABC del charango” del maestro Ernesto Cavour, y posteriormente se formó por cuatro años en la “Escuela Nacional de Folklore Mauro Núñez”, y casi al mismo tiempo estudió piano clásico en el Conservatorio Nacional de Música.
“En colegio tocaba en las horas cívicas y formaba grupos como todo movimiento estudiantil, ahí tuve la suerte de dedicarme de pleno al charango y participé en el primer festival de charango de Aiquile, donde más bien ganamos el primer premio”, detalló Espinoza.
Este galardón impulsó a Espinoza a llevar adelante su carrera como solista y comenzó a viajar, esta vez como concertista, por diferentes países de América, Europa y Asia donde mostró el timbre y los matices muy peculiares de este instrumento típico de Bolivia.
El instrumentista rememoró que de pequeño escuchaba a Cavour, Eddy Navía, William Centellas, pero quien le influyó fue el charanguista argentino Jaime Torres, “apareció en mi casa un disco de vinilo de Torres y Ariel Ramírez, charango y piano, escuché el disco y sonaba magistral, tenía tanto gusto más que técnica”, recuerda.
En los viajes que hizo a países europeos y asiáticos escuchó diferentes expresiones musicales y fue ahí cuando se preguntó por qué no se podía hacer algo similar con la música boliviana y fue el momento en el que decidió incursionar en otros géneros musicales como el jazz y fusionarlo con lo nacional.
Incansable en su búsqueda del conocimiento se fue a Argentina para estudiar música, en una primera instancia en Salta y luego a la Escuela de Música Popular de Avellaneda (EMPA) en la capital. “Ingresé a clases de piano y ahí encontraba un montón de escalas y al llegar a mi casa, allá en Buenos Aires, las aplicaba en el charango y de esa manera comencé a asentar más la idea de dedicarme al instrumento para hacer otro tipo de música”.
Afirmó que tocar en el charango acordes distintos a los mayores, menores y séptimas dominantes, que son los que frecuentemente se aplican en el folclore, no eran muy aceptados, y fue todo un proceso para que el público llegue a asimilarlo.
“Lo encuentro a Takamasa Segi, vientista japonés, empezamos a hacer música juntos y el conocía mucho de jazz también y conocía mucho de música fusión y empezamos a fusionar la armonía mucho más compleja para el charango”, sostuvo.
Espinoza indicó que los conciertos más importantes que tuvo fue en Japón donde tocó con músicos de primer nivel del ambiente jazzísticos de ese país como Kazumi Watanabe. Ello además lo llevó a alcanzar un nivel más alto de interpretación, a tener mayor precisión en la lectura de partituras y cifrados.
Paisajes inspiran su composición
El músico detalló que compone inspirado en los paisajes y mencionó que al ir “en camión” de La Paz a Aiquile (Cochabamba), pudo crear un tema con el cual ganó el Charango de Oro, en la primera versión del Festival Internacional de Charango de esa región, puesto que fue algo inédito que presentó y eso sumó en la calificación del jurado.
“Yo soy muy paisajista en mis composiciones, muy poco le compongo al amor, pero sí a paisajes que me han movido mucho. Y compuse una canción, una melodía para el festival de Aiquile y ganamos porque era una música inédita”, acotó
Relató que ello también le llevó a crear un nuevo lenguaje dentro de la música boliviana, en cuanto a la aplicación de armonías y melodías distintas a las que en ese entonces se escuchaban.
Un accidente afecta su mano derecha
El concertista relató que de muy pequeño sufrió un accidente que le afectó la mano derecha y perdió dos dedos, producto de la explosión de un artefacto cuando tenía cuatro años y vivía en el Barrio de Mineros en Potosí. Pero eso no fue un problema para interpretar su instrumento.
“Para mí no ha significado jamás un impedimento, más aun fue un reto y con algunos aditamentos: uñetas, uñas postizas y todo eso, salvamos todos los problemas y teníamos la posibilidad de sonar como cualquier otro charanguista”, puntualizó.
En este sentido, aseveró que fue la música y el charango, con sus sonidos agudos y la particularidad que tiene, una mezcla de lo urbano y rural, que lo llamó para que muestre su arte, con sus diferentes expresiones.
“La música folclórica se ha estancado”
Espinoza manifestó que la música folclórica actual se estancó, debido que los interpretes sólo se dedican a componer ritmos como morenadas y salay, que son "géneros" modas para la gente joven que le gusta bailar.
En tal sentido enfatizó que antes los folcloristas tenían mayor creatividad y no simplemente se concentraban en componer en uno o dos ritmos de la música nacional, sino que explotaban la diversidad del folclore.
“Nos estamos olvidando de los géneros tan lindos que tenemos, que lamentablemente se están perdiendo. Hay músicas y melodías muy lindas como el kallawaya, mojeños, tonada chapaca y los khantus, que antes tenía tanta fuerza, me acuerdo en mi época que llegaban gente de Curva de Niño Corín y retumbaba la música”, añadió.
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