En los últimos veinte años se ha menospreciado la formación académica universitaria en Bolivia. En el ámbito público, los cargos ejecutivos, gerenciales y de responsabilidad funcionaria fueron delegados a improvisados allegados del partido en función de gobierno. Los gobernantes del MAS, en su ignorancia y soberbia, fueron los referentes para avalar y justificar, la designación de sus adeptos en la función pública, que se reflejó en acomodar como sea a sus áulicos, que poco o nada sabían del manejo del Estado en posiciones de decisión. Los malos resultados se hicieron palpables y dolorosamente evidentes en la actualidad.
Basta recordar a Álvaro García Linera, Vicepresidente del Estado, que se hacía llamar “licenciado en matemáticas” sin haber terminado sus estudios, con bochornosos y garrafales errores en público, en la resolución de simples operaciones aritméticas elementales; o a Nemesia Achacollo, la principal responsable del millonario desfalco al Fondo Indígena o el extinto torturador de canes Eugenio Rojas. Luis Arce Catacora se mandó también su parte con ministros como el de Obras Públicas, Edgar Montaño, que es todo un zafio o el actual ministro de Minería, Alejandro Santos Laura, que es una vergüenza. Ni qué decir de los senadores y diputados que pasaron por la Asamblea Legislativa o para peor en la representación diplomática del país, es para meter la cabeza al suelo como avestruz por el bochorno. Estos son algunos ejemplos, tendría que hacerse un libro para exhibir todos los casos de improvisación de gente sin formación académica, que hizo de las suyas bajo el marbete de la inclusión en el “proceso de cambio”.
Pero, no sólo fue en el sector público, lamentablemente, algunos medios e instituciones dan cobertura a personas empíricas, sin profesión, sin títulos académicos en provisión nacional debidamente convalidados en Bolivia. Estos fungen como “opinólogos profesionales” e incluso “catedráticos”, surgiendo de esta forma una caterva de “cronistas”, “analistas” y “comentaristas”, que sin tener ningún respaldo académico que los avale, aparecieron de la noche a la mañana como “expertos”, manifestando poseer una “licenciatura en ciencias ocultas”, o haciéndose pasar por “juristas por correspondencia” o “politólogos de café” con “maestría en dolor”, hablando ufanamente de todo lo posible e imaginable.
Desmoraliza haber estudiado e invertido tiempo y dinero en conocimiento, puesto que el esfuerzo académico no da réditos, las oportunidades de trabajo son escasas y nos vemos obligados a aceptar puestos de trabajo con magros salarios, al estar muchas veces sobre calificados, primando la necesidad de generar urgentemente recursos en tiempos de crisis económica. Uno se pregunta: ¿Para qué invertir en estudios? ¿Para qué estudiar una maestría o un doctorado? Si otros en su ignorancia, sin título alguno, arriban a posiciones laborales o públicas, y, sin mayor esfuerzo ganan salarios inflados. Triste pero cierto.
Estas reflexiones, se ven ahora aún más reforzadas, por las declaraciones de un ex policía destituido por deserción, Edman Lara, actual candidato a la vicepresidencia por el PDC, quien reafirmando su evidente ignorancia y bravuconería, generalizando irresponsablemente a todos los profesionales, señaló lo siguiente: “los que han estudiado maestrías o han estudiado afuera, utilizan su inteligencia para robar o para aprovecharse de la gente, eso no puede ser, prefiero a una persona honesta aunque no tenga profesión, prefiero a una autoridad honesta que a una persona inteligente que sólo utiliza su inteligencia para aprovecharse del más humilde, eso no puede ser”
Aparte del escarnio y desprecio hacia las personas que tenemos una profesión, afirma irresponsablemente que todos los que poseen estudios de post grado son “ladrones” y directamente declara que prefiere la ignorancia a la capacidad académica e intelectual, un concepto autocomplaciente y ultrajante, que trata de justificar su discurso demagógico, para ganar como sea los votos de grandes segmentos de la población, con una afirmación calumniosa donde su objetivo torcido es la lealtad canina al caudillo sin ninguna crítica.
Edman Lara, en su visión atrabiliaria y distorsionada, pretende justificar su propio fracaso personal atacando a los profesionales, arguyendo que estos actúan innatamente de mala fe, sosteniendo que el manejo del Estado debe estar a cargo de cualquiera y que, aunque estos no cuenten con las credenciales académicas necesarias, su “honradez” es suficiente, porque son consecuentes con él.
Sus propias palabras lo ponen en un paralelismo inocultable con el que parece ser su mentor o referencia, Evo Morales, quien con el mismo discurso justificó su llegada a la silla presidencial, con el único mérito de haber “escuchado a los movimientos sociales”. Lara está en la misma sintonía, siendo una versión aún más peligrosa y perniciosa, puesto que, impulsado por su resentimiento personal y odio visceral hacia las instituciones, arremete contra todos, desde profesionales hasta medios de comunicación.
No necesitamos recurrir a ejemplos foráneos para ilustrar este punto. Nuestra Historia nos enseña el camino, si sabemos leerla e interpretarla bien. La meritocracia es un anhelo que siempre se buscó en nuestra torturada patria, es decir, que los mejores puedan desempeñar los cargos de alta responsabilidad, causando el reproche de quienes con criterio sectario pretendían privilegiar a sus partidarios.
Alfonso Crespo Rodas, en la biografía del Presidente Dr. Hernando Siles Reyes, hace referencia a un episodio ocurrido entre el General José Ballivián y Segurola, Vencedor de Ingavi, cuando tuvo una discusión con el Dr. Casimiro Olañeta y Güemes, padre y fundador de Bolivia, todo porque el mandatario quiso llevar a la magistratura superior a cierto adherente suyo, y el viejo abogado de Charcas se opuso tenazmente. Transcribimos los términos de esa conversación:
- Pero es mi amigo, expresó Ballivián.
- Pero es inepto, contestó Olañeta.
- Ha estado conmigo en la batalla de Ingavi, insistió el primero.
- También estuvo más cerca de vuestra excelencia su caballo blanco y, si aceptamos el antecedente, debe ese valiente animal un sillón en la Corte Suprema de Justicia, retrucó Olañeta. Ballivián no insistió.
La educación es una de las bases y finalidades fundamentales para el desarrollo armónico de una sociedad, por ello una de las mayores aspiraciones de todas las personas que forman una comunidad civilizada, es lograr para ellos mismos y su progenie, que obtengan una profesión u oficio que pueda sostener una vida honrada.
Se debe revalorizar la formación académica, impulsando a los más jóvenes a la excelencia, sin distinciones de origen, credo, condición social o filiación política. La superación personal debe ser una finalidad que se incentive con alicientes de servicio y vocación reconocidas por el Estado.
En cuanto a los empíricos, estos no son aptos para manejar los asuntos estatales, y, peor para fungir públicamente como “opinadores”, por lo que primero, antes de hablar deben exhibir su título académico en provisión nacional, homologado por las Universidades Bolivianas, mientras tanto, su opinión es irrelevante, y salvo prueba en contrario, no se creerá en títulos imaginarios o inexistentes en Bolivia.
Finalmente, la satrapía y osadía ignorante están siempre juntas y necesitan un freno. Edman Lara no llega ni de chiste a ser el caballo de Ballivián, pero quizás requiere como toda acémila desbocada, se le pueda ajustar las riendas, para que no se desbarranque y con el todo el país, sin embargo, dudo que Rodrigo Paz Pereira tenga la fuerza, el peso o el valor de Casimiro Olañeta para hacerlo.
BIBLIOGRAFIA
Crespo Rodas, Alfonso. HERNANDO SILES EL PODER Y SU ANGUSTIA. Impresiones Master. 2008. Pag. 96- 97.
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