Septiembre 14, 2025 -HC-

El gol en contra que nos metimos solos


Domingo 14 de Septiembre de 2025, 9:15am






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Bolivia volvió a quedarse mirando desde la ventana cómo la fiesta sucede en la casa del vecino. Y esta vez no hablamos de política, ni de diplomacia, sino de fútbol y turismo: ese idioma universal que podía habernos puesto en los ojos del mundo, aunque sea por noventa minutos.

La final de la Copa Sudamericana en Santa Cruz no era solo un partido de fútbol. Era una oportunidad de oro, la posibilidad de que hoteles, restaurantes, transportistas, guías turísticos, artesanos y hasta el vendedor de llaveritos en la plaza central se beneficiaran de una lluvia de visitantes y de dólares frescos. Pero, como casi siempre en nuestro país, la incapacidad de unos cuantos burócratas terminó apagando la ilusión de miles. No se trata solo de fútbol, porque el fútbol, ese deporte que mueve pasiones y une a los pueblos, iba a ser el catalizador de un desarrollo económico y cultural sin precedentes.

La Cainco calcula una pérdida de 45 millones de dólares. Cuarenta y cinco millones que no son cifras frías: son sueldos que no llegarán a familias, son proyectos que se quedarán a medias, son mesas que no se llenarán de clientes. Y todo porque no pudimos –o no quisimos– terminar las obras de un estadio a tiempo. ¿De verdad se necesitaba más aviso para cumplir? ¿O simplemente nunca hubo la intención real de velar por los intereses de la gente?

Turismo y progreso

El turismo deportivo es, en el mundo, una de las llaves maestras para abrir desarrollo. Países vecinos lo entendieron hace rato: basta con mirar cómo Paraguay nos arrebata la sede sin pestañear. Allá se organizan, trabajan, invierten y capitalizan. Aquí seguimos discutiendo si el cemento alcanza o si la pintura llega o si es suficiente la cantidad de firmas.

Esos 45 millones son 4 mil empleos que ya se proyectaban esa semana, son familias que no tendrán ese ingreso extra, pequeños emprendedores que no venderán sus productos, taxistas que no harán esos viajes, restaurantes que no servirán esas mesas llenas de visitantes extranjeros fascinados por nuestros sabores, hoteles que tendrán sus habitaciones vacías después de que ya tenían el 100% de reservas. Cuarenta y cinco millones que no activarán nuestra economía.

Bolivia perdió más que un partido: perdió la oportunidad de mostrarse en 191, de decir presente con orgullo, de abrir las puertas al turismo y a la inversión. Lo que pudo ser vitrina internacional se convirtió en vergüenza doméstica.Y no nos engañemos: si algo demuestra este episodio, es que nuestros políticos jamás han tenido como prioridad al ciudadano ni al desarrollo colectivo del país.

Con las manos vacías

Una cadena entera de proveedores y trabajadores queda hoy con las manos vacías. Todo por culpa de una gestión que prefiere el cálculo político mezquino a la visión de futuro. Así, mientras los demás juegan finales, nosotros seguimos conformándonos con mirar desde la grada, mascullando bronca y resignación.

Quizá, lo que deba cambiar pronto no sea solo el gobierno. Quizá la verdadera final que tenemos que disputar los bolivianos sea contra la mentalidad mediocre que nos condena a perder oportunidades históricas. Si no entendemos eso, seguiremos siendo el chiste fácil en boca de nuestros vecinos, que se ríen y, de paso, nos insultan, como aquella diputada chilena.

La pelota ya no rodará en Santa Cruz. Pero tal vez todavía tengamos la chance de que ruede en nuestra conciencia. Si no aprendemos a tiempo, la próxima vez no perderemos una final: perderemos el futuro entero. Ocurre que, en Bolivia, nuestro peor enemigo no está afuera. Está en el espejo.

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