La Paz, (06 de agosto, Kelly Cruz Quispe).- Bolivia es un país de múltiples rostros, donde cada departamento expresa su identidad marcada por la historia, la geografía, la cultura y la tradición. Desde la calidez hospitalaria de los cruceños hasta la sobriedad altiplánica de los paceños, pasando por la fortaleza chapaca y la alegría carnavalera orureña, la idiosincrasia de los bolivianos es tan rica como su diversidad natural.
El país no es una sola voz, ni una sola piel y mucho menos una sola costumbre. Es un país de múltiples acentos, paisajes y formas de entender la vida. Las historias de Mery Vaca y Pedro Mondaca, dos bolivianos con trayectorias distintas que lograron percibir muestran lo que significa ser boliviano en nuestra patria.
Mery vivió en cuatro departamentos: Tarija, Sucre, Santa Cruz y La Paz y revela no solo las diferencias que definen a cada región, sino también ese hilo invisible que une a los bolivianos, el trabajo, la calidez y el sentido de identidad.
“Yo diría que soy una ciudadana boliviana, más que tarijeña o paceña”, afirma Mery. Su vida fue una travesía por cuatro departamentos del país y desde esa vivencia destaca tanto la riqueza de la diversidad como los puntos de encuentro entre quienes habitan este territorio.
En Tarija, la gente es tranquila, alegre y solidaria. “Los tarijeños son buena gente, siempre están predispuestos a ayudar”, comenta. El ritmo de vida es pausado, en contraste con la acelerada La Paz, donde la velocidad, el tráfico y el estrés son parte del día a día. “Vivir en la sede de gobierno te condiciona a ese tipo de vida”, señala.
Santa Cruz, en cambio, destaca por su energía y su espíritu emprendedor. “Son personas extrovertidas, les gusta divertirse, pero también son muy trabajadoras”, cuenta Mery, recordando cómo sus compañeros de trabajo la pasaban a buscar para ir a karaoke apenas llegada la noche del viernes.
Y Sucre, a sus ojos, es “la ciudad más bonita de Bolivia”. Blanca, cuidada, con una arquitectura colonial que respira historia. Su ciudadanía, afirma, vive con orgullo el pasado, lo que permite construir un presente más consciente. “El sucrense no se puede desprender de su pasado histórico y eso está bien”, dijo.
Para ella, la diversidad regional no es una barrera, sino una fuente de aprendizaje y conexión. Lo mismo cree Pedro Moncada, paceño radicado en Santa Cruz desde hace años y vicepresidente de la Asociación de Residentes Paceños en esa ciudad. “Cuando un paceño viene acá, llega con identidad y todo”, dice con orgullo.
Para Moncada, la identidad paceña no se pierde al llegar a tierras cruceñas. Esa identidad se traduce en costumbres, cultura, música y comida. Los diferencias hacen que se constituya una simbiosis cultural.
“Ya no es extraño ver acá en Santa Cruz, por ejemplo, chuño. Es más, hay gente cruceña que exige chuño, porque un fricasé no se puede comer sin chuño”, explica.
Incluso platos como el ají de gallina ya se preparan con chuño en lugar de yuca, lo que evidencia un cruce cultural cada vez más visible.
UNA MEZCLA DE RITMOS
La música también refleja esta confluencia cultural. Mientras en La Paz predominan las morenadas, caporales y tinkus, en Santa Cruz se escucha taquirari, chovenas y carnavales. Sin embargo, los ritmos del altiplano encontraron un nuevo hogar en el oriente.
“Cada fin de semana en Santa Cruz hay un evento con morenadas, caporales o salay. Lo lindo es que ya hay cruceños que bailan salay, una danza cochabambina”, señala.
Moncada recuerda que décadas atrás no se permitía que danzas como el caporal participaran del carnaval cruceño. Hoy, en cambio, existen fraternidades conformadas solo por cruceños que las bailan con orgullo.
ALGUNOS CONTRASTES
Las fiestas también reflejan las particularidades regionales desde los horarios de las celebraciones hasta las estructuras sociales que las organizan. En La Paz las fiestas terminan temprano, 01:00; en Santa Cruz apenas comienzan a las 22:00, marcadas por el calor y la fraternidad. En Tarija, la fiesta gira en torno al calendario agrícola y religioso. En Sucre, las celebraciones tienen una impronta más tradicional y popular.
“En La Paz, a las 18:00 o 19:00 ya todos están en su casa. En cambio, acá, la vida social empieza a las 21:00 o 22:00”, añade Mondaca.
En lo cultural también hay contrastes: “El carnaval cruceño es imitación, el de La Paz tiene historia, personajes como el pepino, la chola, los ch’utas”, señala Chávez desde su perspectiva.
“La sociedad cruceña se ha blanqueado más. Hay japoneses, alemanes, croatas. Han traído capital, han modernizado”, dice Chávez.
LOS MODISMOS
“Mis hijos nacieron acá, cuando van a La Paz les dicen ‘cambitas’ porque son más sueltos al hablar”, indica Mondaca.
El lenguaje también refleja la diversidad. “En La Paz se dice ‘vos has dicho’, acá se dice ‘usted dijo’. Mi hijita entra en conflicto porque en casa habla como paceña, pero en el colegio habla como cambita”, añade.
Mondaca señala que al momento de tener comunicación con la población de una región los modismos o acentos se te quedan y empiezas a adoptarlos en el vocabulario diario personal. “Hay modismos que uno adopta con el tiempo. Todo depende del entorno. Si te vas a vivir a San José de Chiquitos, inevitablemente se te pega el acento”.
ALIMENTACIÓN
En cuanto a la identidad alimentaria, también hay distinciones: En La Paz aman la marraqueta crocante y fresca. En Santa Cruz, prefieren el cuñapé, la yuca, el pan con queso. En Cochabamba, el pique macho, el chicharon y el silpancho. En Sucre los platos se destacan por sus ajís.
Somos trabajadores y de buen humor
A pesar de los contrastes entre departamentos, lenguas y costumbres, hay un hilo profundo que entrelaza a los bolivianos. Para Mery Vaca, eso es el trabajo. “Si preguntas afuera cómo son los bolivianos, y te dicen: trabajadores. Lo reflejamos en el exterior, pero también aquí”, manifestó.
“No somos diversos solo por región, sino por la manera de pensar y ver el mundo”, afirma.
Esa diversidad, lejos de dividir, puede ser la mayor riqueza del país. Porque al margen de los contrastes entre departamentos, lenguas y costumbres, hay un hilo profundo que entrelaza a los bolivianos.
“La resiliencia es clave del boliviano. Hemos soportado golpes de Estado, hambrunas, crisis. Pero seguimos trabajando, seguimos riendo”, explica Chávez.
Y añade que el boliviano tiene un buen humor. “Tenemos humor. Nos burlamos de nuestras frustraciones. Nos reímos hasta cuando hacemos fila por aceite”.
El boliviano también destaca por su solidaridad y sentido de comunidad. “Cuando alguien sufre un accidente, ayudamos. Eso es algo muy nuestro”, añade Chávez.
Con la religión, mundos diferentes se encuentran
Una de las líneas que atraviesan Bolivia de norte a sur es el sincretismo religioso: una mezcla de cristianismo y cosmovisión andina. En Santa Cruz, por ejemplo, se vive con intensidad la religiosidad católica, señala Mery y pone de ejemplo el logo del periódico cruceño. “El periódico El Deber tiene una catedral en su logo. Eso ya te dice todo”, dijo.
En La Paz, en cambio, la espiritualidad se expresa también en la conexión entre los símbolos de la Iglesia Católica con los rituales por la Pachamama. En agosto por ejemplo se realiza la mesa a la Pachamama, madre tierra.
“No es extraño ver acá en Santa Cruz mesas con dulces y fetos de llama en negocios o casas. Son rituales heredados, no sólo de paceños, también de orureños y cochabambinos”, indica Mondaca.
Pero en todos los casos, la fe se mezcla con lo festivo: en Sucre se celebra a la Virgen de Guadalupe; en Santa Cruz, a la de Cotoca; y en La Paz, el Gran Poder marca el calendario como una de las fiestas más significativas en fe.
Por su parte, el historiador Randy Chávez, indica que la parte del altiplano aún se conserva la religiosidad indígena como la Alasita, las mesas rituales, la challa, las ñatita y otras.
“Las ñatitas, las mesitas rituales, el challar, son prácticas vivas en el altiplano. Santa Cruz, Beni y Pando, en cambio, fueron más catolizados. Perdieron esa conexión mística más rápido”.