Las campañas electorales ya no se libran solo en las calles, plazas o debates televisivos. Hoy se diseñan —y muchas veces se ganan— en redes sociales y plataformas digitales. Los candidatos han dejado de centrarse en persuadir con ideas para enfocarse en activar emociones, segmentar audiencias, manipular percepciones y dominar algoritmos.
En este nuevo ecosistema digital, los datos personales se han convertido en materia prima para estrategias sofisticadas. El big data, los bots y las inteligencias artificiales reemplazan al discurso político tradicional. La batalla por el poder se juega en tiempo real, con mensajes hiperpersonalizados, campañas microdirigidas y narrativas diseñadas más para viralizarse que para informar.
Estamos frente a la política digital que no solo busca votos, sino atención, polarización y control de la opinión pública. La batalla electoral trasciende los discursos y debates para trasladarse a un terreno menos visible y mucho más peligroso: el “lado B” de las campañas. Un espacio oscuro donde se fabrican realidades ficticias con el único fin de manipular emociones y asegurarse el voto a cualquier costo.
Recientemente, Bolivia Verifica —medio dedicado a combatir la desinformación— reveló un caso emblemático en la campaña presidencial boliviana. Entre mayo y julio de 2025, se invirtieron aproximadamente 200 mil bolivianos para desacreditar a los candidatos Jorge “Tuto” Quiroga y Samuel Doria Medina, en una operación coordinada desde dos portales radicados en Bolivia y México. En varios casos, el material promovido favorecía explícitamente a Manfred Reyes Villa.
Este caso ejemplifica un fenómeno global, la utilización masiva de las redes sociales y medios digitales para desprestigiar adversarios, propagar desinformación y manipular percepciones, prácticas que socavan los cimientos de la democracia.
El problema no reside solo en la inversión económica o en el uso de plataformas digitales, sino en la erosión ética y moral que implica construir narrativas falsas para influir en la voluntad popular. Cuando se fabrican realidades, el debate público se degrada, el diálogo se fragmenta y la confianza ciudadana en las instituciones se desploma.
Las sofisticadas herramientas de análisis de datos permiten a los equipos de campaña controlar qué ve la población según sus miedos o frustraciones, no según su realidad. Así, el votante deja de ser sujeto crítico para convertirse en blanco emocional segmentado, sin darse cuenta de cómo se diseña su percepción digital.
Por ello, es fundamental que la sociedad civil, los medios de comunicación, la Asamblea Legislativa renovada y las autoridades electorales refuercen la vigilancia, la transparencia y la regulación en el ámbito digital durante los procesos electorales, siempre respetando la libertad de expresión. Solo así se podrá garantizar información veraz y fomentar un entorno electoral sano, donde las ideas, propuestas y valores prevalezcan por encima de las artimañas y la manipulación.
El objetivo es claro, promover una alfabetización digital urgente para la población, regular la publicidad política en las plataformas, supervisar tecnológicamente el financiamiento electoral y, sobre todo, fomentar una ciudadanía crítica que cuestione antes de compartir y verifique antes de creer.
El “lado B” no es un simple truco electoral, es una estrategia estructurada para influir y ganar campañas mediante datos falsos, algoritmos manipuladores y financiamiento opaco. En este contexto, la democracia se erosiona desde su base, la ciudadanía deja de decidir con razón y comienza a reaccionar con miedo o indignación, guiada por narrativas prefabricadas.
La política digital debe ser una herramienta para ampliar la participación y enriquecer el debate democrático, no un campo minado de engaños y conflictos fabricados. En este momento crucial, el desafío del ciberciudadano es recuperar la verdad como base del poder popular y garantizar que el voto sea una expresión libre y consciente, lejos de los espejismos creados en las sombras.
Por eso, más que nunca, necesitamos que la política vuelva a ser un espacio de ideas, no de manipulaciones.
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