Son las 10 de la mañana aproximadamente y entre actividades cotidianas, trato de conectarme a la radio, con mi atención dividida entre el trabajo y la voz de María Galindo. Tengo una sensación de justicia que momentáneamente me transporta a creer que de alguna forma estamos tratando de cambiar paradigmas y realidades totalmente naturalizadas por una sociedad que acepta, sin ninguna clase de indignación, toda la violencia a la que están sometidas las niñas y las mujeres.
Me refiero a la radio documental dirigida y desarrollada en radio Deseo y que tiene cada vez más seguidoras y seguidores. Seguro muchas personas ya están descalificando este artículo pues cuestionan los métodos de María para visibilizar la violencia, pero no voy a escribir ni referirme a eso; quiero destacar el trabajo solidario y el grado de compromiso que se refleja en cada uno de los mismos. La interpelación a las autoridades por su labor carente de eficacia, por la poca sensibilización con las víctimas y la burocratización de todos los procesos de violencia, al parecer ignoran la Ley 348.
Como país manejamos datos alarmantes sobre la violencia contra la mujer. Se me ponen los pelos de punta cuando leo que 8 de cada 10 mujeres sufren violencia física, de las cuales muchos casos terminan en feminicidio. Muchas veces escribí que el feminicidio es el último eslabón de la cadena de violencia, pero dejamos que aquello suceda. En las instituciones está más preocupados porque la víctima de violencia presente una simple fotocopia de carnet para aceptar la denuncia, que hacer valer la ley. El Estado tiene la obligación de prevenir sucesos catastróficos y luego dar castigos ejemplares a los violentos.
Me duele el alma al escuchar el caso de una mujer, no diré el nombre, pero seguro lo encuentran con facilidad en las noticias, que denunció a la FELCC que la estaban acosando, amenazando, pero las autoridades no hicieron nada, ahora está desaparecida, solo Dios sabe cuál es su paradero. O los casos de las niñas, adolescentes que ya no están seguras en su supuesto entorno de confianza.
Escucho con mucha despreocupación a colegas y amigos decir que “esta señora exacerba conductas histéricas, que por lo menos en entornos conocidos no existen tales problemas”. Ahí surge una cuestión, no es necesario tener hijas mujeres, familiares mujeres (que siempre hay), no es necesario ni siquiera conocer casos cercanos de violencia para asumir este problema hasta ahora no afrontado. Los números hablan solos y sí, es un problema que aqueja a la mitad de la población, hay que tomarlo en serio, no para conseguir votos, sino para resolver el flagelo.
Retomando a la activista feminista María Galindo, se puede concluir que ella representa, asume y llena ese vacío de que ha dejado el Estado en manos de los criminales, ella visibiliza la carencia de celeridad y de acción oportuna en casos que tan solo haciendo bien su trabajo podían haber sido prevenidos o resueltos de manera positiva.
Ya no queremos seguir siendo números y salir a las calles inseguras. Andamos con el Jesús en la boca por nuestras hijas, es hora que el Estado, la sociedad en su totalidad y los hombres y mujeres se unan a esta cruzada para detener la violencia contra la mujer.
A manera de puntualización:
1.- La violencia contra las mujeres existe y no es un cuento, según la Coordinadora de la Mujer 8 de cada 10 mujeres en Bolivia denuncian violencia física.
2.- Se cuestiona los métodos de María Galindo, sin embargo, hasta el momento no ha demostrado que son efectivos.
3.- La lucha contra la violencia hacia las mujeres es tarea de todos, no es solo de las mujeres, que actualmente representamos el 50% de la población en Bolivia.
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