Marzo 28, 2024 [G]:

Santa Cruz y los desafíos de Bolivia


Miércoles 1 de Marzo de 2023, 9:45am






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En los últimos 60 años, Santa Cruz vivió una era de modernidad, caracterizada por un crecimiento sin frenos ni precedentes, que convirtieron al departamento y a su capital, en las más importantes en desarrollo económico y social del país.

Durante los más de 130 años previos, Santa Cruz fue un departamento aislado y postergado casi a nivel de subsistencia y sin mayor incidencia sobre el resto del país. Creció solo, con sus propias dinámicas: libre, hospitalario, autosuficiente y sin las divisiones de casta, origen o condición, que caracterizaron al capitalismo tardío en la región.

Durante ese aislamiento, forjó una identidad propia y singular y, a diferencia de muchas culturas, no necesitó de un enemigo para reconocerse como distinto, porque su crecimiento se dio desde la simbiosis demográfica y la ausencia de las contradicciones artificiales que sembraron la división en otras regiones del país.

El mundo político tradicional, con sus ideologías importadas, debates bizantinos y eternas luchas de poder, apenas incidió en la sociedad cruceña, más proclive a un modelo de gobernanza con representación local, gestionado por instituciones sociales cercanas a la gente y vinculadas con causas ciudadanas, culturales, cooperativas y cívicas, que contrastaban con las organizaciones partidarias, gremiales y sindicales que imperaban en otras regiones.

La forma particular de entenderse como una sociedad inclusiva, pacífica y sin polaridades, y la vigencia de una gobernabilidad política orientada hacia el desarrollo económico y el bienestar común, antes que la lucha por el poder, permitieron a Santa Cruz generar las condiciones para construir un aparato productivo e industrial más eficiente y expansivo, impulsado por la iniciativa y el esfuerzo privado, liberado del control político y sustentado en un mayor dinamismo del mercado interno.

Santa Cruz fue la primera región que asumió el desafío de dirigir sus inversiones hacia la agroindustria, la exportación, la producción industrial masiva, la pecuaria y la industria maderera, que después se expandirían hacia las finanzas, el turismo, los servicios de calidad, la educación de excelencia y la economía naranja.

Más allá de las cifras harto conocidas que muestran el claro liderazgo en indicadores económicos y financieros, pero sobre todo en desarrollo humano, la región se ha convertido en una fuerza centrípeta que atrae emprendimientos e inversiones, profesionales calificados e innovación tecnológica, pero sobre todo familias de todos los rincones del país, que, junto con su voluntad de trabajo, llegan con sueños, esperanzas, ambiciones y recursos.

La Santa Cruz de 1561 e incluso la de 1960 es muy diferente a la actual, pero sus raíces culturales son profundas y siguen intactas porque se han construido en centurias de libertad, trabajo, generosidad y rebeldía, y no cambiarán ni se consumirán por efectos de los cambios ni las tormentas, las contradicciones internas o las furias externas.

Hoy Santa Cruz se enfrenta a la realidad natural de su propia trascendencia y expansión más allá de su territorio y su población.  Ya no es posible ni viable mantener dos modelos de desarrollo y libertad en un mismo país y, con los grandes cambios en el mundo y la visión transformadora de las nuevas generaciones, el péndulo de la prosperidad sustentable, el liderazgo ciudadano y la revitalización de la democracia está virando inexorablemente del occidente al oriente.

El paradigma cruceño, hace años que trascendió al departamento y ya forma parte de la nueva visión que se están construyendo en cada región y que terminará imponiéndose con la fuerza de la racionalidad y el implacable avance de la historia.  Por eso mismo, las tareas pendientes del desarrollo cruceño siguen siendo internas y tienen que ver con transformación educativa, inclusión tecnológica, adaptación al cambio climático, redefinición del modelo de desarrollo urbano, vinculación caminera y reconstrucción de su institucionalidad.

El verdadero desafío lo tiene el resto del país, que debe decidir cuanto tiempo más sostendrá un modelo inviable, centralista y anacrónico, cuya permanencia solo acentúa su propia crisis y ralentiza el progreso. Santa Cruz creó su destino y marcó el camino que va a continuar sin dudas ni retrocesos, y más temprano que tarde, los departamentos hermanos acompañarán esa senda tan compleja como provocadora.

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