13 de abril (Urgente.bo).- Desiré es una madre venezolana que al igual que muchas decidió migrar de su país para brindar mejores condiciones de vida a su familia ella no ve a Bolivia como un país de paso, como muchos de sus compatriotas, al contrario, pese a la xenofobia del que fue víctima en reiteradas ocasiones, desea quedarse en el país y buscar un futuro para sus hijos, posteriormente volver a Venezuela, aunque no está segura de cuándo llegará ese momento.
“Aquí yo les quiero dar un buen futuro a mis hijos”, dijo Desiré, y recordó que su hijo mayor sueña con ser un futbolista reconocido, un deseo que se vio truncado por la situación en Venezuela, donde según ella, la gente se muere de hambre.
La familia se vio obligada a salir de Venezuela ante la crisis económica y cada día, su lucha para buscar dinero y alimentar a la familia empieza a tempranas horas. No toda la gente reacciona igual. La ganancia que perciben está compuesta desde monedas de 20 centavos hasta Bs 1. Todo depende de la voluntad de la gente.
Pese a la situación, Desiré no pierde las esperanzas de ofrecer un mejor futuro a sus hijos y buscar una estabilidad económica en Bolivia, pero sobre todo comida. Como madre desea verlos estudiar, superarse y “volver a su Venezuela”.
Sin embargo, desconocen hasta cuándo se quedarán en Bolivia y temen encontrar sin vida a las personas que dejaron allá. “Porque si no, se mueren del hambre, se mueren de la enfermedad (COVID-19) o los mata el gobierno”.
Xenofobia
Desiré relató que la vida en otro país no es sencilla porque pese a trabajar para otros, la gente no desea ayudar. “Hubo muchas personas que nos han humillado a pesar de que estamos barriéndoles y estamos trabajando para ellos, ningún trabajo deshonra”.
“Hay gente que no nos colabora, que nos dice que no, que nos vayamos a nuestro país, nos tratan mal a pesar del trabajo que estamos haciendo, pero hay otros que sí nos agradecen y retribuyen lo que hacemos”, contó.
“Ladrones, drogadictos”, son los nombres despectivos con los que son tratados, “me ha tocado llorar, porque pidiendo en la calle cuando llegué a mí me dijeron que me vaya a mi país”, dijo Desiré con los ojos humedecidos.
Su trabajo
Inicialmente, Desiré y su familia se dedicaba a vender caramelos, pero ante la poca venta, copiaron la iniciativa de otros de sus compatriotas. A Desiré se la encuentra agarrando una escoba, una pala para recoger la basura y una canasta para depositar los desechos, su hijo mayor carga una mochila para desinfección, y caminan por la calle con la ilusión de obtener dinero. “Colabórenos, por favor”, dicen en su paso por los puestos de venta.
Todos los implementos que usan, fueron comprados con esfuerzo, el cepillo y la pala, como ellos lo llaman fueron los instrumentos que pudieron encontrar a menor precio y poco a poco.
El dinero que reúnen trabajando todos los días es distribuido para pagar el alquiler donde viven, para comer e incluso depositar un poco a sus familiares que se quedaron en Venezuela.
“Nosotros le enviamos, por ejemplo 120 bolivianos que es lo que uno hace, a veces hasta 200 para que le pueda llegar 15 dólares que es nada, viene siendo como cuatro sueldos mensuales, ellos dependen de nosotros, del trabajo que hacemos aquí”, aseveró.
En su paso por las ferias, Desiré relata que si de 20 personas, los colaboran 3 o 4, significa mucho porque no se dedican a robar, sino a trabajar.
“Lo estamos haciendo de corazón, no estamos robando, no estamos ofendiendo a nadie, si nos colaboran igualito es una bendición para que a ellos les vaya bien porque salimos con Dios primeramente a trabajar el día a día, confiamos en un Dios vivo”, mencionó.