Dos síntomas se ponen al rojo vivo cuando Santa Cruz es sacudida por asesinatos con alevosía y premeditación, como dicen los criminólogos. No son hechos aislados ni fortuitos. Son programados con tiempo y ejecutados a sangre fría por usar un título de la novela de Truman Capote: “A sangre fria”, un clásico universal, en el que una familia entera es asesinada en su propio domicilio. Y un periodista va más allá de los hechos: descubriendo toda una maraña de enredos judiciales, corrupciones, protección, juegos de poder.
Esos síntomas son claras señales que hay dos estructuras del Estado que están mal o que están funcionando a medias: La primera se refiere a que las autoridades e instituciones que tienen roles constitucionales de dar protección, seguridad, paz y certezas a la ciudadanía: Ministerio de Gobierno, Fiscalía, Tribunales de Justicia, Comando Policial, gobernación y municipios, a quienes las leyes les dan atribuciones y competencias específicas están fallando, y lo único que tienen que hacer es cumplir el mandato de las leyes en función de los derechos humanos. No hacerlo es de negligentes e incapaces.
La ola de violencia criminal que azota a Santa Cruz desnuda la crisis de todo este conjunto de instituciones y autoridades del Estado, agregando a ello la impunidad abierta con que gozan los que cometen delitos: los peces gordos del narcotráfico, los sicarios, los corruptos, los autores intelectuales detrás de cada ajuste de cuentas o asesinatos de sujetos.
Ojo que no estamos pidiendo que los policías cuiden nuestras espaldas o que haya un policía en cada barrio del país; ni tampoco que nos llenemos de fiscales y jueces con sus sueldazos, si no que sencillamente ser conscientes que deben ser parte de las soluciones y de las percepciones de la gente, la misma que cuando ve a un policía siente temor y terror, y cuando escucha la palabra justicia se espanta y tiembla, percepciones que deben cambiar pero en función del rol claro, honesto y eficaz que deben desempeñar estas instancias públicas.
La otra señal es que la sociedad cruceña está en crisis en todos los niveles, que detrás de su máscara se ocultan sombras tenebrosas que van minando a las familias, a la juventud, conduciéndolas a sumergirse en lo ilícito: el narcotráfico y sus tentáculos; las estafas que tienen varias facetas; el ganar dinero con facilidad; los tumbes y tantas otras formas de convertirse en delincuentes; pero que tienen un enorme riesgo arriesgando sus vidas y de sus familiares. Crisis en las familias que a veces los padres no saben qué hacen o en qué están metidos sus amados hijos, quienes luego del delito, son inocentes para el papá y la mamá que no puede creer lo que le sucedió a su progenitor.
El último hecho sangriento que dio como resultado de dos hombres asesinados con cien balazos en sus cuerpos nos desnuda como sociedad y Estado y nos alerta que estamos en crisis profunda. Probablemente, las investigaciones poco avancen y lleguen a la verdad de los hechos, así como dicen los abogados. Es toda una maraña de situaciones que se han entremezclado en este doble asesinato, que tendrá un sello característico: la impunidad. Así como hasta la fecha rodea al asesinato del capitán de policía, José Carlos Aldunate, el 19 de febrero de 2025, sin que se haya esclarecido el mismo y queda en el aire la gran pregunta que ni la prensa pudo averiguar: ¿Por qué mataron al policía y quiénes estaban detrás del hecho?
Preguntas que podríamos repetir en este doble asesinato en la zona norte en Santa Cruz del 22 de agosto de 2025.
Claro que no podemos compararnos con México, Colombia y otros países altamente violentos, en los cuales casi todos los días se dan esta clase de práctica delincuencial; pero debe generar un gran movimiento en las autoridades e instituciones del Estado y en toda la sociedad, porque esta espiral de violencia puede ir creciendo, si tomamos en cuenta dos factores importantes: la expansión de las redes del narcotráfico y sus operadores, que impulsan a llenarse de $us y generar adicciones en consumidores y sin duda, la falta de valentía del sistema judicial y de la policía que deja en la impunidad a los sicarios y a sus autores intelectuales.
El nuevo gobierno deberá ponerle mucha atención para encarar acciones claras, contundentes e integrales en la lucha contra la delincuencia, contra el narcotráfico, contra la corrupción, contra el contrabando que se constituyen en factores que nos están minando y destruyendo, pero para ello requerirá de valentía y de personal capacitado de alto nivel, además de estar revestido con escudos anticorrupción y anticobardías.
No es un asunto de menor importancia lo que cada cierto tiempo la prensa despliega grandes titulares: Asesinan a dos personas en plena vía; Doble asesinato en la zona norte; Autoridades detienen a sospechosos, y los fiscales y policías hacen sus operativos consabidos, como queriéndonos mostrar que están luchando contra el crimen. Luego la cobertura noticiosa disminuye y las autoridades competentes van archivando los casos sonados, como el del capitán Aldunate, del cual ya nadie habla ni la prensa pregunta.
Es un asunto central y altamente peligroso para quienes queremos seguridad y no estar pendientes si alguna bala perdida o direccionada te llega para destrozarte la cabeza o partirte el corazón.
Pues bien, les pasamos la preocupación a los candidatos presidenciales para incluirlas en sus agendas de prioridades y que con sus asesores elaboren algún plan integral para enfrentar a todos los tentáculos del crimen organizado, la delincuencia, el narcotráfico.
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