Diciembre 22, 2025 -HC-

Nobel de la Paz y la contribución de la mujer


Lunes 22 de Diciembre de 2025, 7:15am






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A modo de contextualización, cabe señalar que el Premio Nobel de la Paz se ha otorgado en 106 ocasiones entre 1901 y 2025. Sin embargo, solo 19 mujeres han sido reconocidas con este galardón. Esta cifra no es menor ni anecdótica: evidencia una histórica sub representación femenina en uno de los premios más prestigiosos del mundo y plantea interrogantes sobre la forma en que se ha invisibilizado la contribución de las mujeres en la construcción de la paz.

Sin duda, cada una de estas mujeres merece espacios de análisis más detallados y profundos que permitan visibilizar, en toda su dimensión, las contribuciones que han realizado a lo largo de sus vidas en favor de una paz sólida y duradera. No obstante, la intención de esta columna no es desarrollar dichas biografías, sino abrir una reflexión más amplia sobre el vínculo entre paz, educación y el aporte específico de la mujer.

En primer lugar, resulta necesario reflexionar sobre la paz como una meta que solo puede alcanzarse mediante la unidad global y la justicia. Hay que entender que la paz no es únicamente la ausencia de guerra; implica una profunda transformación de la sociedad, basada en el reconocimiento de la unidad de toda la humanidad. Esta transformación, sin duda, llegará de la mano de un proceso formativo y educativo que nos permita reconocernos como parte de una sola familia humana y que fomente la capacidad de resolver los conflictos desde una mirada de compasión, armonía y justicia.

En relación con el rol de la mujer, Abdu’l-Bahá, pensador iraní, señalaba que el mundo en el pasado ha sido dominado por la fuerza, y que el hombre ha dominado a la mujer en razón de sus cualidades más enérgicas y agresivas, tanto de cuerpo como de mente. Sin embargo, advertía que la balanza comienza a cambiar: la fuerza pierde su peso y la viveza mental, la intuición y las cualidades espirituales de amor y servicio —en las que la mujer es fuerte— comienzan a predominar. De ahí que la nueva era sea aquella en la que los elementos masculinos y femeninos de la civilización logren un equilibrio más adecuado.

De hecho, a medida que las mujeres educadas se han incorporado a los asuntos sociales, hemos podido observar cómo su mirada singular contribuye desde un plano distinto —ni mejor ni peor, sino distinto— al de los hombres. De allí la importancia de promover, de manera consciente, una educación igualitaria para niños y niñas, ya que las capacidades de ambos, en complementariedad, pueden ofrecer un abanico más amplio de soluciones a los múltiples desafíos globales que enfrentamos hoy.

La educación para la paz que se requiere debe formar a cada persona —hombre y mujer— como ciudadanos que se distingan por un alto estándar ético, comprometidos con la justicia, la responsabilidad y el bien común.

Lo cierto es que la baja presencia femenina entre los galardonados con el Premio Nobel de la Paz no responde a una falta de capacidad, sino a una falencia histórica que ha excluido a las mujeres de los ámbitos sociales, religiosos, políticos y científicos. Pese a estas barreras, la misma historia ha sido testigo de mujeres que, con fuerza, coraje, valentía, convicción y altos estándares éticos, han demostrado —contra viento y marea— que el curso de la historia puede dar giros significativos.

Algunas de ellas han enfrentado poderes extremos, poniendo en riesgo su propia vida. Narges Mohammadi, activista por los derechos humanos en Irán, ha entrado y salido de prisión en numerosas ocasiones —la más reciente en días pasados— debido a su incansable labor, que desafía al régimen de la República Islámica.

Malala Yousafzai, activista pakistaní por la educación de las niñas, se convirtió en 2014 en la persona más joven en recibir el Premio Nobel de la Paz. Sobrevivió a un atentado talibán en 2012 y, desde entonces, su testimonio se ha transformado en un símbolo global de resistencia y esperanza.

Shirin Ebadi fue la primera mujer iraní y musulmana en recibir el Premio Nobel de la Paz. Abogada y activista por los derechos humanos en su país, sufrió persecución y encarcelamiento.

María Corina Machado, Premio Nobel de la Paz 2025. Según el Comité Noruego del Nobel, el reconocimiento se le otorgó “por su incansable labor en la promoción de los derechos democráticos del pueblo venezolano y por su lucha por lograr una transición justa y pacífica de la dictadura a la democracia”.

Su trayectoria ha sido testimonio de una fuerza y convicción inquebrantables, demostrando que incluso en contextos profundamente hostiles lo que parece imposible puede volverse posible. Recuerdo con claridad aquella frase que Hugo Chávez (2012), intentando humillarla y minimizarla desde una lógica de poder machista, afirmó: “Águila no caza moscas”. Sin advertir que aquella “mosca” no lo era: se trataba —y se trata— de una figura clave en la lucha por la libertad de su pueblo y de una mujer cuya contribución a la paz fue reconocida con el más alto galardón internacional.

Cierro, diciendo que la paz no se construye únicamente en mesas de negociación ni se sostiene solo con acuerdos políticos. Se forja, sobre todo, en la educación, en la ética y en la valentía de quienes se atreven a desafiar la injusticia aun cuando el costo personal es alto.

Reconocer la contribución de las mujeres en este camino no es un acto simbólico, sino una condición indispensable para comprender la paz en toda su profundidad. Mientras la humanidad no integre plenamente las miradas, capacidades y valores que hombres y mujeres aportan de manera complementaria, la paz seguirá siendo una aspiración incompleta más que una realidad duradera.

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