22 de marzo (El País).- En la guerra de Vladímir Putin contra Ucrania, los ataques contra la ciudadanía son cada vez más mortíferos y contundentes. Dos bombardeos en Kiev y los disparos de soldados rusos para dispersar una manifestación en la ocupada Jersón evidencian la crudeza de la batalla en medio del estancamiento de las negociaciones.
Odesa, en el sur, una ciudad largamente ansiada por Putin y el nacionalismo ruso, ha sufrido su primer ataque, también contra una zona residencial. En Mariupol, la localidad que se ha convertido en símbolo de la destrucción y el ensañamiento con los civiles en esta guerra que cumple ya 26 días, las tropas ucranias han rechazado rendirse ante el ultimátum que les lanzó Moscú el domingo.
En Járkov, la segunda ciudad del país, ferozmente bombardeada por las tropas de Putin y casi cercada, el Gobierno ucranio acusó a Moscú de secuestrar un convoy humanitario. Las autoridades de Kiev, además, acusan al Kremlin de poner en marcha una estrategia de deportaciones a Rusia de cientos de ciudadanos, incluidos niños. Pese a las evidencias, Moscú asegura que no ataca zonas civiles.
A medida que el avance en la ofensiva rusa se ha estancado en varios frentes, el Kremlin endurece su estrategia de asedio y bombardeos contra la población civil en una guerra que también es de desgaste. Un ataque a última hora del domingo, con una explosión que se oyó a varios kilómetros a la redonda, mató a ocho personas en el norte de Kiev.
El amanecer, con el fin del toque de queda, trajo de nuevo la imagen de la devastación. Esta vez el blanco de los ataques fue el centro comercial Retroville, de reciente construcción.
La galería se levanta en uno de los ensanches en el norte de la capital de Ucrania, no lejos de la zona en la que desde hace días el Ejército ucranio y el ruso se disputan el terreno de acceso a la capital. En la tarde de este lunes, desde la zona atacada todavía se escuchaban en la distancia los combates.
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