Julio 16, 2025 -HC-

La Paz, el crisol del arte boliviano


Miércoles 16 de Julio de 2025, 12:00pm






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La Paz, 16 de julio (Grecia Torrez, Urgente.bo).- Conmemorar un nuevo aniversario de la revolución de La Paz es también celebrar su alma artística, esa que late con intensidad entre plazas, museos, centros culturales, salones y calles donde la danza, la música y la plástica se manifiestan en todo su esplendor.

Desde un periodo anterior a la República y mucho más desde el siglo XX, La Paz ha sido testigo y protagonista de las grandes transformaciones culturales del país. Ha acogido a artistas que llegaron desde otros departamentos buscando inspiración o libertad, y ha dado al mundo creadores que transformaron su entorno en un legado.

Pintores como Arturo Borda, escultoras como Marina Núñez del Prado, muralistas, coreógrafos, poetas y músicos, todos han encontrado en esta ciudad un escenario ideal para crear, resistir y proponer, porque si algo caracteriza al arte paceño es su capacidad de dialogar con el presente sin renunciar a su historia, “sus raíces”.

“La Paz es un epicentro artístico-cultural sin discusión”, afirma el crítico e investigador de arte, Harold Suárez Llápiz, al reflexionar sobre el papel fundamental que ha tenido la sede de Gobierno en la configuración de la historia del arte en Bolivia. Desde inicios del siglo XX, esta ciudad ha sido el punto de confluencia para artistas de distintas regiones, albergando talentos que, al instalarse en este suelo, nutrieron su vida cultural y sentaron las bases de un legado visual, profundo

Suárez resalta a figuras como Arturo Borda, cuyo estilo romántico y sobrio contrasta con el indigenismo de Cecilio Guzmán de Rojas, potosino de origen y paceño por adopción, que supo fusionar influencias europeas como la pintura flamenca con la estética andina. Ambos representan polos estéticos que convivieron en un mismo momento histórico, impulsando movimientos y sensibilidades que perduran hasta hoy.

La Paz no solo vio nacer a sus artistas, sino que también cobijó a creadores llegados de otros rincones del país. Así ocurrió con Miguel Alandia Pantoja, cuya obra estuvo invisibilizada durante décadas tras su exilio forzado por la dictadura. Hoy, su colección adquirida por la Fundación Cultural del Banco Central de Bolivia (BCB) se expone de forma permanente en el Museo Nacional de Arte. Aportes similares llegaron con la generosa donación de Gil Imaná e Inés Córdova, quienes legaron su colección de 7.000 piezas y su casa en Sopocachi para convertirla en un museo vivo.

“Es muy importante la influencia que tienen todos estos grupos de artistas a nivel nacional. La Paz fue un epicentro cultural boliviano y a través de su influencia ha creado obras para el imaginario colectivo permanente, tanto en la escultura, en la pintura, en el dibujo y en la muralística boliviana”, dice el crítico.

Por su parte, Ángela Lucuy Sanz, rectora del Instituto de Formación Artística Folklórica Musical “Mauro Núñez”, menciona que en La Paz el arte se vive y se reinventa. Desde su experiencia como música y formadora, destaca cómo en la última década los artistas paceños, y aquellos que llegan desde otras regiones han perdido el miedo a mostrarse, a crear y a explorar nuevas formas de expresión.

“Hay una energía muy particular en La Paz, una necesidad constante de crear, de mostrar lo que se hace. Es impresionante ver cómo los músicos no solo interpretan, sino que están componiendo su propia música, mezclando géneros, proponiendo espectáculos donde se funden danza, poesía, teatro y música. Eso no era común antes”, afirma Lucuy.

Para ella, La Paz es una ciudad cultural por excelencia. No solo es un punto de encuentro de artistas bolivianos, sino también un espacio donde convergen propuestas extranjeras, en el que es posible encontrar cada noche un concierto, una performance o una expresión artística en una esquina distinta. “Hay música para todos los gustos. Puedes salir de un café donde suena jazz francés y cruzarte con un preste folclórico lleno de cuecas. Es una ciudad cosmopolita, donde todo convive”.

La formación en danzas también forma parte del desarrollo artístico en La Paz. Actualmente, la ciudad maravilla cuenta con instituciones como la Escuela Plurinacional de Danza, la Escuela de Ballet Oficial y la Escuela Boliviana Intercultural de Danza (EBID), que aunque aún no son referentes consolidados, representan opciones formativas. Javier Escobar, director del Elenco Nacional del Folklore de Bolivia, cree que si hubiese una verdadera voluntad política de impulsar la danza a nivel nacional, estas escuelas deberían tener presencia en otros departamentos.

Una de las particularidades de la danza en La Paz, sostiene el experto, es la multiplicación de ballets e instituciones dancísticas. “Tenemos más de 150 instituciones registradas y muchas más que no lo están. Pero no es necesariamente un indicador de calidad, sino de la falta de regulación y de la búsqueda constante de oportunidades por parte de bailarines que, al madurar, fundan sus propios espacios”.

Lo que sí diferencia a La Paz, agrega, es el nivel de producción artística. A diferencia de otros departamentos donde la inversión en luces, escenografía o vestuario es limitada, en La Paz y también en Santa Cruz se apuesta por una puesta en escena más cuidada. “Se nota el esfuerzo por elevar la calidad técnica y visual de las presentaciones. Eso marca una diferencia”, afirma.

Otro rasgo distintivo de la danza en La Paz es su carácter innovador y transgresor. Escobar destaca que la ciudad ha sido pionera en la fusión entre la danza folklórica y contemporánea. “Aquí no ha habido miedo a experimentar, a romper moldes, a proponer cosas ‘locas’ y nuevas. Mientras en otros departamentos se tiene aún mucho prejuicio sobre lo que se puede o no se puede tocar del folklore, en La Paz ha primado el atrevimiento”.

Hay que entender que el arte late y muta, que La Paz, con todas sus contradicciones, con toda su altitud, sigue siendo, como ayer, hoy y siempre, el crisol donde Bolivia se piensa, se siente y se sueña a través del arte.

Arte desde las raíces

Según Lucuy, en La Paz “hay un sentimiento más de revalorización, de encontrar esas raíces”. También lo señaló Suárez cuando habló de Cecilio Guzmán de Rojas y su interés por su arte con aire indigenista y que, actualmente, se pueden ver en obras de artistas contemporáneos que vuelven a sus orígenes para dejar ver la realidad paceña y boliviana.

“Hay muchas áreas en las que un músico puede verse reflejado, pero sin lugar a dudas creo que la música boliviana va a ser siempre una bandera para los músicos paceños. El folklore boliviano, desde cualquier ángulo, va a ser para ellos algo que va a marcar una diferencia antes y después para un músico, sea para llevarlo afuera, para llevar a nivel internacional, como también para mostrarlo aquí en Bolivia”, agrega Lucuy.

Ella también resalta un rasgo distintivo de los artistas paceños: el deseo de trascender. Cree que este impulso por dejar huella está llevando a que muchos jóvenes músicos no solo interpretan, sino que también escriban, sistematizan y documenten su trabajo. “A diferencia de hace un siglo, donde las melodías se transmitían sólo oralmente, ahora hay una necesidad de que queden registradas, que puedan ser compartidas, enseñadas y preservadas. Ese deseo de trascendencia es muy fuerte”.

Así, para Lucuy, La Paz no solo es una ciudad que ofrece oportunidades. Es un lugar que transforma: “al que llega, lo convierte en artista”.

Aunque hay un sinfín de nombres por destacar, los tres expertos consultados resaltan el trabajo de algunos que han marcado su carrera, formación e historia, no solo como personas individuales, sino del legado artístico de La Paz y Bolivia entera.

Marina Núñez del Prado

Nació en La Paz en 190, la escultora reconocida a nivel nacional e internacional centró su labor en los derechos de los pueblos indígenas y el indigenismo, sus trabajos lograron inmortalizar el movimiento y el espíritu andino en fascinantes obras.

Del Prado esculpió en maderas nativas de Bolivia, así como en granito negro, alabastro, basalto y ónix blanco. Quizás una de sus obras más famosas sea "Venus Blanca" (1960) y "Madre e Hijo", esculpidas en ónix blanco.

Suárez destaca la presencia femenina en la historia plástica paceña, desde Marina Núñez del Prado, hasta María Luisa Pacheco, pionera del arte abstracto, y María Esther Ballivián. “Son artistas visionarias que abrieron caminos en tiempos donde la mujer no tenía el protagonismo artístico que tiene hoy”, expresa.

También destaca la labor del maestro potosino Ricardo Pérez Alcalá, desde El Alto, quien formó a artistas mujeres emergentes como Mónica Rina, Rosemary Mamani y Ada Donato, impulsando una nueva generación comprometida con la identidad, la técnica y las raíces.

Gil Imaná Garrón

Nació en Sucre en 1933, fue pintor, dibujante, grabador, escultor y muralista, Gil Imaná es uno de los destacados protagonistas del arte boliviano de la segunda mitad del siglo XX. Estudió arte desde temprana edad en el Ateneo de Bellas Artes de su ciudad natal y trasladó su residencia a La Paz.

Su trabajo se caracteriza por una notable riqueza técnica, discursiva y conceptual, sus obras ofrecen múltiples niveles de interpretación, lo que ha llevado a que muchas de sus piezas sean objeto de análisis detallados en busca de sus diversos significados, tanto literales como simbólicos.

Gil Imaná donó a La Paz un patrimonio de al menos siete mil piezas artísticas pertenecientes a su persona y a su esposa, Inés Córdova, entre cerámica, escultura y pintura.  La donación, que incluye un inmueble, se encuentra en el barrio de Sopocachi en la ciudad paceña.

“Dos artistas, uno sucrense, la otra de origen potosino, pero con gran aporte a la cultura paceña a través de su arte, de su producción creativa”, agregó Suárez.

Manuel Acosta Bustillos

Fue una de las figuras más influyentes en la historia de la danza folklórica en Bolivia. Durante más de 30 años dirigió el Ballet Folklórico Nacional, representando al país en cientos de escenarios internacionales. Tras su renuncia al cargo, el maestro fundó el Ballet Folklórico de Bolivia (Bafobol), institución que ahora es dirigida por su hijo Leonardo Acosta.

Como maestro, formador y coreógrafo, dejó una huella profunda en generaciones de bailarines. Su trabajo fue clave para consolidar el folklore como arte escénico, y su legado continúa vivo en los cuerpos, escuelas y escenarios de todo el país.

Se presentó en distintos sitios, ganó varias medallas de oro, obtuvo premios en Coreografía. Además, recibió varios reconocimientos y sus cercanos lo recuerdan como un legendario exponente de la danza boliviana.

Acosta falleció el 19 de diciembre del 2024 y recibió un digno homenaje en el legendario Teatro Municipal Alberto Saavedra Pérez.

Graciela “Chela” Urquidi

Nacida en Potosí, el 26 de septiembre de 1920, Graciela Urquidi creó en 1943 el Ballet y la Academia de Danzas que lleva su nombre con sede en la ciudad de La Paz del cual fue directora hasta el 2004. La institución fue referente de la danza folklórica en su tiempo.

Su talento fue educado cuando su familia dejó su natal Potosí para instalarse en La Paz, donde la precoz niña recibió clases particulares de un profesor chileno. Más tarde, con 22 años y ya casada, perfeccionó su talento estudiando, primero, y enseñando, después, en Buenos Aires.

Durante años fue profesora de ballet clásico, danza moderna y folklore en Buenos Aires. A fines de los 60 dirigió el Ballet Oficial y el Ballet Folklórico de Bolivia. El elenco de Chelita Urquidi se presentó en diferentes escenarios y llegó también a escenarios de Latinoamérica, Europa y Asia.

Escobar resalta el nombre de Urquidi como una de las maestras que marcó, no solo su historia, sino la de muchos otros estudiantes que hoy por hoy llevan adelante la enseñanza disciplinada y correcta del baile folklórico boliviano.

Ernesto Cavour

Ernesto Enrique Cavour Aramayo nació el 9 de abril de 1940 en La Paz, Fue cantautor, músico, artista polivalente, investigador, escritor, bailarín e inventor de instrumentos musicales, autor de métodos de aprendizaje para tocar instrumentos andinos y ritmos del folklore boliviano.

Como artista autodidacta, Cavour concreta los primeros métodos de aprendizaje de instrumentos musicales, siendo el ABC del charango, fundamental en el ámbito latinoamericano novel.

En 1962, creó el Primer Museo del Charango, que en 1984 amplió la variedad de instrumentos y fue refundado como Museo de Instrumentos Musicales de Bolivia.

Recibió muchas distinciones y condecoraciones entre ellas el Cóndor  de los Andes, como músico da una serie de conciertos y grabó más de 37 discos en distintos países, tiene más de 100 composiciones para charango, Desde 1964 realiza conciertos en todo el mundo, siendo el músico boliviano que más aportó al estudio del charango.

Dante Uzquiano

Dante Federico Uzquiano Peñarrieta, nació en La Paz en 1948, es músico, vocalista, compositor, fundador y director de la Agrupación Boliviana Wara, la banda de Folk Rock más icónica de Bolivia, con 18 discos publicados hasta el momento.

A los 8 años incursionó en la música por influencia de su padre, posteriormente estudió antropología y arqueología en el Museo Arqueológico de Tiahuanaco, haciendo de toda esta experiencia de investigación la fuente base para las composiciones musicales de su grupo.

Sus composiciones fueron inspiradas en su vida de investigación en el altiplano boliviano y su relacionamiento con la música autóctona de estas comunidades. En 1972, Uzquiano fundó la Agrupación Boliviana Wara, catalogada a inicios de los años setenta como una banda de rock progresivo y teniendo como integrantes iniciales al propio Uzquiano, Omar León, Jorge Cronembold y Carlos Daza.

La música de Wara llegó a más de veinte países en Europa, Asia, Norteamérica, Centro y Sudamérica.

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