Diciembre 09, 2024 -H-

La Norita


Jueves 30 de Marzo de 2023, 10:30am






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Hace una semana postergamos un viaje porque nuestra entrañable amiga, Nora Claros Rada, iba a ser festejada por sus noventa años y era imposible que faltemos, lo otro podía esperar. Así, munido de unos sencillos presentes nos fuimos a una magnífica residencia donde se celebraba el acontecimiento y desde donde se aprecia las multiformes montañas parecidas a iguanas devónicas que circundan nuestra alucinante ciudad.

Para muchos artistas plásticos (que feíta designación), ella fue como una amorosa madre y para otros, una madrastra que ordenaba el trabajo y las vidas de los pintores caóticos.  Ocupó el cargo de Oficial Mayor de Culturas, cuando otro personaje de la Cultura, el Sr. Bedoya, más conocido como Kojac por su semejanza con el actor Telly Savalas, protagonista de una exitosa serie policial, también fungía como autoridad. Ambos hicieron labores encomiables por la cultura local. Fue un momento importante de la corriente neoliberal, había entusiasmo y esperanza para intentar también reordenar el país, azotado por las dictaduras militares.

Nora Claros fue una imparable galerista que impulsó el arte boliviano con múltiples muestras y publicaciones desde la Galería EMUSA, espacio promovido por el empresario Mario Mercado y la galería Nota que, junto la Galería Municipal Cecilio Guzmán, conformaron las cocinas del arte boliviano de finales del siglo XX y principios del siglo XXI.

También por esa etapa de la carnavalesca historia boliviana, ejercía como cronista social Ficho, celebrado y temido por si alguna dama asistía a estos eventos con un vestido Pret a Porter o dicho en paceño: -¡Es de la 16!  No precisamente de la calle 16 de Calacoto, sino de la Feria 16 de julio de El Alto, adonde arriban trajes de marca europea de segunda mano a precios rebajados o de alguien que ya no lo usará porque está en el otro mundo. Ficho era implacable, tenía buen gusto, era cultivado en las artes y era un coleccionista reputado; pertenecía a ese clan importante que da el aire para que las artes no agonicen. Comprar un artículo suntuario que te da alegría íntima de poseer algo que te emociona y te hace sentir vivo, es algo que muchos psicólogos y biólogos no logran ponerse de acuerdo. Para Marx el arte es: “La máxima alegría de los seres humanos” para un ensayista mexicano que no recuerdo su nombre la pintura es: “El arte de hacer aparecer lo invisible”, en fin. Norita, como le decíamos cuando íbamos a recibir nuestro peculio, era la encargada de generar el festejo por la venta de una obra y devorar la vida luego al lado de la galería y estar otra vez en la vía, pero alegres de saber que hiciste feliz a alguien que aprecia tu esfuerzo por llenar de belleza y emoción el mundo a veces tan prosaico y gris. Nora era la encargada de convencer que comprar una obra no es gasto, sino inversión porque el arte no se devalúa, como un coche o un vestido de diseño exclusivo o un bien electrónico que lo volverás a encontrar reciclado en la 16.

Allí, en el agasajo, estaban varios coleccionistas, desde Carlos Mesa, líder de Comunidad Ciudadana (CC), conocida en los corrillos políticos como el Club de Cuates, también, sentado en afanosa conversación, el filósofo de la nostalgia aristocrática H.C.F Mansilla, conocido en los corrillos académicos como el Y.P.F.B Mansilla, escoltado por una epistemóloga que tomaba nota mentalmente cuando el filósofo esbozaba su socarrona sonrisa de gato budista. Muchos artistas no lo celebran porque los pulverizó con su acertada digresión sobre el arte contemporáneo. También vinos al Sr. Crespo ex embajador, ligado al mundo de la cultura, y a muchas damas que aprecian y valoran el arte boliviano. El maestro del cine Antonio Eguino, charlaba embelesado con una diva digna de una película glamorosa, también nuestro inefable amigo, gestor y productor artístico Gastón Ugalde, conocido en los corrillos artísticos como el Th’ampulli, ahora en modo Ch’iji pichica, en amena charla con el chef Bonifaz, en su tenida de apóstol, que nos obsequió con un carrusel de canapés exquisitos sin perder su prestancia de San Bartolomé.

Fue una noche memorable y al retirarnos la dueña de mi corazón me declaró: ¡La Norita lucía espléndida!

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