La madrugada de este martes, Bolivia amaneció con un golpe de esos que marcan época. Felipe Cáceres García, el eterno Zar antidrogas del gobierno de Evo Morales, fue sorprendido por una patrulla de la FELCN en una fábrica de cristalización de cocaína, instalada nada menos que en sus propios predios en Puerto Villarroel. El hombre que durante 13 años y tres meses encarnó el discurso oficial de la «lucha contra el narcotráfico con soberanía» se ha convertido en el rostro más irónico de aquello que combatía en los papeles, pero que, en los hechos, terminó devorándolo.
El hecho es inédito. Jamás en la historia del Movimiento al Socialismo —MAS—, uno de sus «hermanos» más antiguos, más cercanos a Evo Morales y con mayor permanencia en el poder, había caído de esta manera: sorprendido, en flagrancia, en lo que parecía ser su propio feudo productivo. La noticia no solo golpea a un partido, sino a toda una narrativa: la del «modelo boliviano» que pretendía erigirse como ejemplo alternativo de lucha contra el narcotráfico en el mundo.
Cáceres no está solo
Pero este hecho no llega solo. Apenas el lunes, Elba Terán, hermana de la histórica dirigente cocalera Margarita Terán, fue detenida con 10 kilos de cocaína. El episodio sacudió al MAS al punto que el senador Leonardo Loza, con apresurada frivolidad, intentó lavarse las manos declarando que Elba «ya no pertenece» a las Seis Federaciones del Trópico. Sin embargo, la memoria digital es implacable: una fotografía de agosto de 2025 lo desmiente. Allí, en la testera de un congreso del MAS, aparecen Evo Morales, Loza y la misma Elba Terán. La cercanía quedó registrada y la grosera contradicción, expuesta.
Hoy, el masismo enfrenta una verdad insoportable: los rostros que durante años sostuvieron su poder con demagogia y falsedades están siendo alcanzados por las mismas redes que siempre negaron. Cáceres, símbolo de la institucionalidad antidrogas del MAS; Elba Terán, con nexos evidentes en la estructura política y sindical del Trópico; y Evo Morales, cada vez más cercado por fotografías, evidencias, amistades y lealtades que se tornan en sombras.
Más allá del escándalo social, lo que este hecho revela es algo más profundo: la incapacidad de un Estado boliviano para enfrentarse a su propia doble moral. Por un lado, condenamos el narcotráfico como mal absoluto; por el otro, convivimos con él, callamos ante los ajustes de cuentas, permitimos que sea usado como trampolín político, lo toleramos en silencio o permitimos que candidatos bocazas no asuman una posición clara y contundente contra el narcotráfico y sus cabecillas. Ahí quizás está la respuesta del por qué Las Seis Federaciones y el evismo están apresurados en mutar con quien les sea complaciente o por eso el afán de incrustarse a toda costa en el gobierno que venga, como un «gallo de Troya».
Quién vigila al vigilante
Existe una filosofía antigua que advierte sobre el peligro de otorgar poder absoluto a quienes deben vigilar el poder. «¿Quién vigila a los vigilantes?», preguntaba Juvenal hace dos milenios. La respuesta, en el caso de Felipe Cáceres, es aterradoramente clara: nadie. Durante 13 años, el hombre encargado de perseguir el narcotráfico operó con una libertad que, ahora lo sabemos, utilizó para construir su propio imperio en las sombras.
Las estadísticas de su gestión cobran ahora una dimensión siniestra: entre 2010 y 2018, la FELCN bajo su supervisión aprehendió a 34.890 personas, pero los jueces —esos designados por el propio masismo— liberaron al 80%. Hoy, el Juez de Instrucción Penal Nº 1 de Villa Tunari, Gualberto Quispe Alba, dictó 30 días de detención preventiva para Elba Terán, aun cuando —según el reporte policial— fue descubierta en flagrancia con los 10 kilos de droga. Cabe señalar que la sanción por el delito de narcotráfico oscila entre 10 a 25 años de cárcel. Es oportuno recordar que su hermana, Margarita Terán, exdirigente del círculo cercano de Morales, en 2020 fue sentenciada a 15 años de cárcel al habérsele encontrado 147 kilos de cocaína en su patio.
¿Incompetencia del sistema judicial o estrategia calculada? ¿Cuántos de esos casos fueron genuinos y cuántos simples cortinas de humo para justificar un presupuesto millonario y mantener las apariencias?
El escenario está completo. La narrativa del masismo, construida con discursos de soberanía y dignidad, bajo el slogan de que son «la reserva moral de la humanidad» se desmorona ante los hechos.
Y la historia, como vemos, no perdona, ya comenzó a escribir su veredicto. Y esto recién comienza.



