Sabemos que los políticos sueñan con llegar a la Presidencia, muestra de ello, la elevada cantidad de candidatos; mientras el ciudadano sueña con vivir en paz y tranquilidad, probablemente, sin que existan políticos.
Pero al no poder evadir la realidad, revisemos brevemente algunos temas con los que nos hacen soñar para evaluar si es pertinente o no, unirnos a alguno de esos anhelos expresados públicamente.
Deseamos soñar con una profundización del Modelo Económico Social Comunitario Productivo (MESCP) (pero que funcione en la realidad), readecuado por un líder insurgente o persistido por el candidato, actual presidente.
Anhelamos volver al modelo de la Corporación Boliviana de Fomento creada en 1942, en el marco del pensamiento nacionalista revolucionario.
Pretendemos soñar con el gobierno neoliberal que se inició en 1985.
Hay alguna otra alternativa.
La triste realidad es que seguimos como parte del siglo XX; soñamos con el pasado y lo utilizamos para crear nuevos sueños en un mundo en el que los problemas giran alrededor de una economía globalizada y una integración de las economías del mundo; un repunte de los avances tecnológicos y la eliminación de barreras comerciales y la interdependencia entre la producción, el comercio, las finanzas y el mercado.
Una economía que prioriza el bien común, la protección del planeta, etc.; no la economía comunitaria de la pobreza, o la “productiva” a partir de los asaltos a las tierras fértiles y a las reservas fiscales por parte de supuestos sin tierra y sin moral; o del contrabando que ha generado bandas delincuenciales perfectamente organizadas que ni el ejército puede controlar, etc.
Y es que en el ámbito de la estabilidad macroeconómica orientada a crear condiciones favorables a la inversión y el ahorro; políticas de apertura al exterior que fomenten la eficiencia a través de la expansión del comercio y la inversión; reformas estructurales que estimulen la competencia dentro de cada país; instituciones sólidas y una administración eficaz que propenda al buen gobierno; educación, capacitación e investigación y desarrollo para estimular la productividad; solamente se debate sobre cómo gestionar la deuda externa para generar disponibilidad de recursos suficientes para encarar el desarrollo sostenible.
Lo evidente, los sueños que nos venden los políticos, no tienen claridad sobre ello, son sólo débiles o desesperados chapuceos sobre el particular, o ¿es que se tiene medio de hacer soñar a los votantes con algo que implique sacrificio, inexistencia de prebendas y otras facilidades, porque corren el riesgo de perder votos?
Corresponde también preguntarnos: ¿estamos a la altura de políticos y votantes de otros países en que se les planteó, como lo hizo Winston Churchill ante la Cámara de los Comunes —luego de la caída del Gobierno de Neville Chamberlain (mayo de 1940) y tras ser nombrado primer ministro de Gran Bretaña—, que lo que ofrecía era “sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor”.
O como planteó John F. Kennedy a los norteamericanos en su discurso de investidura, el 20 de enero de 1961: “No pienses qué puede hacer tu país por ti. Piensa qué puedes hacer tú por tu país”, que se entendió, ya que la suma de sus individuos, permite que el Estado —como conjunto de su población—, en el que unos sostienen a otros, tejiéndose una red que, cuanto más sólida, más segura, más cómoda y más perdurable, crea la fuerza y la unión.
Queda para la reflexión, si queremos creer en el sueño de un político, el mismo tendrá que plantearnos los sacrificios que hará y los que nos corresponderá, para así poder soñar juntos.
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