El castigo de ser Messi
No es Dios pero a Messi, en 2014, un jugador rival le hizo una reverencia antes de comenzar un partido de fútbol. Entonces tampoco era Jesús, no lucía una barba roja y apenas podía con su fobia por las cámaras, pero ya tenía al mundo bajo la suela de su pie izquierdo, era el mejor con varios balones de oro, estaba rompiendo un récord tras otro y se había embolsado tantos millones que son difíciles de imaginar en un espacio físico. Hoy sabemos que todo eso no alcanza.