Noviembre 02, 2025 -HC-

Salvietti y Todos Santos: un reencuentro con la memoria, el sabor y la tradición boliviana


Sábado 1 de Noviembre de 2025, 4:00pm




En noviembre, cuando las familias bolivianas preparan la mesa para recibir a sus seres queridos, también reaparece un sabor que nos une y reconforta. La Papaya Salvietti, con más de un siglo de historia, se convierte cada año en parte del ritual familiar de Todos Santos, recordándonos que hay sabores que, como los afectos, no se olvidan.

En cada hogar boliviano, la llegada de Todos Santos es mucho más que una fecha: es un reencuentro. Las familias preparan con devoción la mesa, ese altar donde los vivos y los muertos se encuentran a través de los aromas, los rezos y las memorias. Panes en forma de niños, bizcochuelos, escaleras, frutas frescas y bebidas tradicionales se disponen con esmero para recibir a los ajayus, las almas que regresan por un día desde el más allá.

En medio de ese paisaje de afectos, siempre hay un elemento que acompaña discretamente, pero con fuerza: una botella de Papaya Salvietti. Su color ámbar, su aroma dulce y su sabor inconfundible forman parte del imaginario de generaciones de bolivianos. Desde hace más de cien años, esta bebida, creada por Dante Salvietti en los Yungas paceños, ha estado presente en nuestras celebraciones, en los almuerzos familiares, en las meriendas de infancia, y también en las mesas donde honramos a quienes amamos.

Porque Salvietti no solo refresca, también acompaña. Está en las fiestas, en los velorios, en los Todos Santos; es la bebida que los abuelos recuerdan, los padres comparten y los hijos redescubren. Es ese sabor que, como las tradiciones, viaja en el tiempo y mantiene unidas a las familias bolivianas más allá de las generaciones.

En la mesa de Todos Santos, cada elemento tiene un significado: el pan para alimentar el alma, las flores para guiar el camino, las velas para iluminar el retorno, el agua para calmar la sed del espíritu. Y entre ellas, una Salvietti simboliza algo esencial: la continuidad de la vida, la dulzura del reencuentro y el sabor del recuerdo.

Así, mientras las velas arden y las oraciones se elevan, el sonido familiar de una botella que se destapa trae consigo un gesto cotidiano, casi ritual. Es el sabor de nuestra memoria colectiva, el que nos recuerda que los afectos como Salvietti siguen presentes, generación tras generación, acompañando las historias, los silencios y las celebraciones de Bolivia.

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