Octubre 03, 2025 -HC-

Vicepresidenciales, cuando los “segundos” deciden la historia


Miércoles 1 de Octubre de 2025, 10:45am






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La historia, a veces, no se escribe desde el podio de los poderosos sino desde los márgenes, allí donde las segundas figuras cargan con el peso de lo inesperado. En Bolivia, el primer balotaje del Estado Plurinacional no se juega únicamente en las figuras presidenciales. El desenlace parece descansar en dos hombres que acompañan las fórmulas, dos biografías que no podrían ser más opuestas: Juan Pablo Velasco y Edman Lara.

Velasco: la convicción de cristal

Juan Pablo Velasco nació en la comodidad de un mundo blindado. Empresario e innovador tecnológico, su vida transcurrió en los jardines bien cuidados de la élite cruceña. Desde allí se proyecta como el rostro de la modernización, el acompañante de Jorge “Tuto” Quiroga, con promesas de abrir Bolivia al mundo, como si el país fuese una empresa en expansión que solo necesitara nuevos socios.

Pero las burbujas de cristal, por brillantes que sean, también se resquebrajan. Una serie de mensajes racistas atribuidos a su cuenta de X lo sacaron de su pedestal. Las plataformas Chequea Bolivia y Bolivia Verifica siguieron las huellas digitales y la Asociación Nacional de Periodistas advirtió: borrar cuentas no borra responsabilidades. Entonces la periodista Amparo Canedo lanzó una sentencia que aún resuena como eco incómodo: “Si una persona no puede autogobernarse y hacerse responsable por lo que piensa, dice y hace, ¿cómo se hará cargo de algo más grande?”

Velasco representa la ética de la convicción de la que hablaba Max Weber: principios firmes, certezas doctrinarias. Pero ahora, acorralado por la polémica, debe demostrar también la ética de la responsabilidad. Y no se trata de un ejercicio académico, sino de un acto vital: hacerse cargo de sus palabras frente a un país que observa.

Lara: la palabra que desborda

En el extremo contrario está el Capitán (r) Edman Lara, forjado no en la abundancia, sino en la intemperie de la vida. Creció en una familia desestructurada, conoció de niño la escasez y aprendió a sobrevivir en medio de ausencias. Fue policía y luego abogado; denunció corrupción y con ello ganó enemigos, pero también reconocimiento.

Su biografía está escrita con cicatrices más que con títulos. Esa es su credencial ante el pueblo. Las clases medias bajas lo escuchan como si hablara un vecino; los sectores populares lo sienten suyo porque en su voz se adivina el eco de sus propias vidas.

Lara encarna la ética de la responsabilidad, porque sabe lo que significa cargar con la vulnerabilidad. Pero también lleva dentro la convicción, que se desborda en palabras espontáneas, sin filtros, como río crecido. Esa franqueza lo vuelve auténtico y peligroso a la vez. Lo acerca al pueblo, pero puede volverse su talón de Aquiles en el debate vicepresidencial, donde cada palabra se mide como en una balanza de oro.

Dos éticas, dos países

Weber recordaba que el político debe caminar siempre entre la convicción y la responsabilidad. Velasco, hijo de la élite, simboliza la convicción absoluta, aunque el país le exige responsabilidad. Lara, hijo de la precariedad, encarna la responsabilidad vital, aunque sus convicciones a veces lo arrastren a excesos verbales.

Son dos maneras de mirar Bolivia. Velasco observa desde arriba, desde la torre de las élites; Lara habla desde abajo, desde la tierra húmeda de los barrios y las comunidades. Uno ofrece un país de manuales y certezas, el otro un país de sobrevivencia y palabras que improvisan futuro.

El balotaje de las sombras

Este balotaje no decidirá solamente quién llevará la banda presidencial; en realidad, escogerá la brújula ética que guiará los destinos de Bolivia en los próximos años. Velasco carga con la tarea de demostrar que la convicción forjada en los palacios de cristal puede volverse responsabilidad frente a los que caminan descalzos sobre el polvo. Lara, en cambio, tendrá que comprender que la responsabilidad nacida de las heridas del pueblo se desdibuja si su convicción se desata sin cauce, como río crecido que arrasa hasta a quienes busca proteger.

En esta contienda, los vicepresidentes han dejado de ser sombras en la fotografía oficial. Son ahora los verdaderos protagonistas, los segundos” que cargan con la historia en sus espaldas. Y quizás la política, como la vida misma, nos susurra una lección eterna: que muchas veces no son los héroes previstos quienes escriben las páginas memorables, sino aquellos que, desde el margen, desde el lugar menos esperado, terminan abriendo la primera línea de un nuevo capítulo en la memoria de un país.

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