Noviembre 08, 2024 -H-

Lucho y la pastilla azul


Domingo 28 de Abril de 2024, 9:30am






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Uno de los momentos decisivos (cinematográficamente y filosóficamente) de Matrix (Lala y Lily Wachowsky 1999) es cuando Morpheo invita a Neo a que tome una decisión. Neo- magistralmente interpretado por Keanu Reeves- debe escoger entre una pastilla azul, que lo mantiene en la realidad virtual de la propia matriz o bien decantarse por la roja, que lo conducirá al mundo auténtico. Aunque, con toda probabilidad, usted ha visto cien veces esta película de ciencia ficción y, por lo tanto, no deseo hacer spoilers (ese anglicismo de moda muy cool para referirse a anticipar o adelantar una parte o desenlace de una película), lo cierto es que el presidente, Luis Arce, se ha empeñado en repartir píldoras azules a diestro y siniestro para que todos, usted y yo, vivamos en un país de cartón piedra donde no hay escasez de dólares, ni de diesel, ni gasolina, ni crisis económica, ni corrupción, ni prebendalismo, ni jueces injustos. Vamos, el país de las maravillas del que era protagonista  el exministro de Economía del gobierno de Evo Morales (recuerde, por favor, el personaje de Súper Lucho en aquel espacio de humor presentado en ATB).

Entonces, en las caricaturas, Arce era presentado como el artífice del exitoso modelo económico que apuntaló la administración del Movimiento Al Socialismo (MAS), esa década prodigiosa (2006-2016) sostenida por el excelente precio de las materias primas en el mercado internacional y la bonanza de los países en vías de desarrollo, entre ellos nuestra Bolivia. Aunque han surgido muchas dudas acerca de su gestión, alguna razonable, los datos, las cifras y las estadísticas, corroboran esta realidad que no necesitó ser edulcorada ni menos maquillada por el Viceministerio de Comunicación con la ayuda inestimable de una prensa obsecuente que se nutría de la millonaria pauta de propaganda estatal apelando al instinto de sobrevivencia.

En aquellos tiempos, lo sé y me consta, no había nadie que cuestionara lo que desde Palacio Quemado, primero y luego la Casa Grande del Pueblo, se emitía como una serie de verdades absolutas amplificadas por los altavoces de los medios de comunicación afines al MAS. Quienes no comulgaban, simplemente eran considerados “opositores”, por lo tanto, proscritos y no pasaban por caja.

En otras palabras, esos medios se convirtieron en dealers de la pastilla azul y, poco a poco, la mayoría se volvió adicta a un discurso oficial, vertical e irrebatible. No fue necesaria la fuerza de la violencia para callar la voz cuestionadora o disidente (el hecho de pensar diferente se constituía en una ofensa para los jacobinos masistas); bastaba retirar al medio de comunicación de la pauta estatal para asfixiarlo económicamente.

Hoy la cosa no ha cambiado mucho. Es cierto que el Gobierno es más tolerante con la prensa independiente o libre, sin compromisos comerciales con el Estado, pero los propios medios han virado su propuesta hacia el entretenimiento, la banalidad y las medias tintas para evitarse la fatiga de explicar por qué un periodista opinó esto o aquello asumiendo el riesgo para el negocio y la planilla. Así que, de algún modo, nosotros también hemos contribuido en la construcción de una realidad virtual muy conveniente para distraer la atención de los problemas reales que nos aquejan. Sólo falta ver (y comprobar) quién tiene las narices para tomarse la pastilla roja… Aunque sea por vía rectal.

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