Abril 27, 2024 [G]:

La Erika no se toca


Lunes 18 de Marzo de 2024, 10:45am






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Ayer volví a visitar a mi buen amigo Julio. Sí, usted ya lo conoce, el fotógrafo. Le entregué un paquetito de contrabando bien camuflado en mi mochila con unos besos de negro que sé que le encantan y que le prohíbe una rigurosa prescripción médica. Pero qué le vamos a hacer, a ese hombre lo he visto yo, con mis ojitos de guapurú, corriendo entre las balas de los milicos en octubre de 2003, en la Ceja de El Alto. Si eso no lo mató, no lo va a hacer un beso de negro.

Pues bien. Julio esperó a que se durmiera su compañero de habitación, un hombre mayor que depende de una máquina de hemodiálisis, para darle un mordisco al chocolate relleno de merengue (o merengue cubierto de chocolate) y entre el deleite y el pecado, me contó otra de sus anécdotas. “Durante años he conocido mujeres de todo tipo, pero las más fascinantes son las putas. ¿Sabes, Ramoncito? Cada una de ellas es una historia digna de ser novelada. En una ocasión, durante un viaje de cobertura en Guayaramerín, entré en uno de esos lenocinios de luces multicolor y música estridente donde contrabandistas, maleantes de poca monta, hacendados y pendejos traviesos, se entretenían con una docena de mujeres sin complejos ni falsa moral. Sin embargo, mientras todos se divertían bailando y chupando, una de ellas vestida con un salto de cama que dejaba muy poco a la imaginación, parecía observar la escena desde lo alto de una escalera de caracol que comunicaba el salón de baile con las habitaciones ubicadas en el piso inmediatamente superior. Eso me llamó la atención. Vos sabes que soy curioso y le pregunté a uno de los clientes frecuentes”.

- ¿Y qué te dijo, Julio? Espero que no te estés inventando otra de tus batallitas…

- Nada de eso. No he dicho una mentira en los últimos cinco minutos. Replicó Julio, fingiendo molestia.

“El cliente, un tipo con la piel de la cara picada de viruela o algo por el estilo, sonrió algo perverso y me dijo que a Érika nadie le tocaba un pelo. Deduje que, tal vez, era la administradora del putero pero nada que ver. Resulta que la tal Érika, una de esas mujeres abandonadas por la vida, sin esperanza ni ilusiones, solo una realidad de sexo barato, tabaco y alcohol para disipar penas y prejuicios, se dedicaba a leer la suerte en la borra de café y conocía ciertas prácticas de magia negra”.

- ¡No me jodas! Exclamé escéptico, para variar.

- Te lo juro por Dios -sentenció el reportero gráfico- Érika tenía fama de ser toda una profesional en la cama, siempre había sido muy solicitada, la estrella del quilombo, hasta que uno de sus caseros, por decirlo de algún modo, comenzó a perderlo todo, esposa, casa, auto, dinero y un changuito de cinco años que se ahogó en el Mamoré. Cuentan que ese era el precio que pagaban los hombres para satisfacer su deseo entre las piernas de la Érika. Eso ya no lo sé. Lo único que puedo decirte, Ramoncito, es que cuando subí al primer piso me frené en seco cuando vi que en su hombro derecho, desnudo, moreno y torneado en la fragua del infierno, lucía el tatuaje de una bruja montada en una escoba. Esa noche recibí el mensaje y la advertencia: la Érika no se toca.

  Quise averiguar algo más, con la cabeza dándome vueltas, pero justo entonces una enfermera me recordó sonriente que había terminado el horario de visita.

- Volvé mañana, hermano. Aún hay más.

Y le prometí a Julio que la próxima ocasión contrabandearía una salteña bien jugosa.

 

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